El volumen que reseñamos recoge la mayor parte de las contribuciones presentadas en el VIII Coloquio de Historia Antigua Universidad de Zaragoza, celebrado en la capital aragonesa los días 18 y 19 de Junio de 2015 y coordinado por Francisco Marco Simón y Francisco Pina Polo de la Universidad de Zaragoza y José Remesal Rodríguez de la Universidad de Barcelona. Desde su primera edición en 2001 estos encuentros se han ido celebrando con frecuencia bianual, abarcando un amplio rango de temas relacionados con el Mundo Antiguo, como la relación entre religión y propaganda o los fenómenos de migración y movimiento de población. Temas transversales y de naturaleza abierta que encajan bien con el deseo de interdisciplinariedad y de actualidad que sus organizadores siempre han manifestado.
El título del octavo coloquio zaragozano fue «Autorretratos. La creación de la imagen personal en la Antigüedad», temática que cuadra a la perfección con ambos objetivos. La vieja máxima de que la reputación lo es todo goza de gran vigor en el mundo actual, dominado por los medios de comunicación masivos y con las redes sociales imponiéndose en múltiples aspectos de nuestras vidas. Pero las nuevas tecnologías únicamente han transformado las herramientas para tratar de alcanzar un deseo tan antiguo como el propio ser humano: influir en la visión de los demás sobre nosotros mismos. Especialistas procedentes de nueve universidades distintas presentaron en el coloquio comunicaciones centradas en dos elementos: casos prácticos de personajes o grupos sociales de la Antigüedad greco-latina que trataron de dibujar una imagen perdurable de ellos mismos y los mecanismos y herramientas utilizados para ello.
Publicado en la colección Instrumenta de la Universidad de Barcelona, en la cual se han publicado las monografías correspondientes a los coloquios anteriores, el libro consta de catorce capítulos, cada uno resultante de la ponencia presentada, y ordenados cronológicamente. Si el objetivo era la amplitud temática puede decirse que se ha cumplido. Los capítulos abarcan cuestiones desde la Grecia clásica hasta poco antes de la caída del Imperio Romano de Occidente, si bien el final de la República romana y los inicios del Imperio es el periodo que mayor atención recibe. Una atención por otro lado comprensible ya que los turbulentos momentos de cambio de la «Revolución romana» van a ofrecer un marco excepcional para las estrategias de auto-representación. Evaluada en conjunto, la obra cumple la aspiración de interdisciplinariedad de los coloquios zaragozanos, aunando ámbitos como la epigrafía (probablemente el campo donde más interés ha recibido recientemente el estudio de la auto-representación), el análisis de las fuentes literarias antiguas, la iconografía o la historia social.
Laura Sancho Rocher (Universidad de Zaragoza) abre el libro con el capítulo Terámenes: ¿traidor, «coturno» o moderado?. Personaje clave en la negociación con los espartanos al final de la Guerra del Peloponeso y en la instalación en Atenas del régimen oligárquico de «los Treinta» al final del conflicto, del que más tarde se desvincularía, la valoración de Terámenes por los propios historiadores atenienses cambió radicalmente con el paso del tiempo. Sancho reconstruye como en los historiadores coetáneos Tucídides, Lisias y Jenofonte el retrato de Terámenes es negativo y recoge la acusación popular de ser coturno, un personaje voluble y sin criterio. Sin embargo, el propio Tucídides recoge un discurso de autodefensa del propio Terámenes, en el que se presenta como un moderado, un defensor desde el primer momento de una oligarquía amplia. A la postre, esa visión se popularizará en los autores del siglo IV a.C. que dibujarán una imagen mucho más positiva del político ateniense.
Borja Díaz Ariño (Universidad de Zaragoza) dedica su aportación a El papel de la epigrafía en la construcción de la imagen pública de la aristocracia romana en época republicana: inscripciones y botín de guerra . Tras rastrear algunos posibles precedentes arcaicos, Díaz señala como durante buena parte del periodo republicano las inscripciones relacionadas con la exposición del botín de guerra y los éxitos militares fueron un elemento clave en la construcción de la imagen pública de los aristócratas romanos. Charles Guittard (Universidad de París-Nanterre) prosigue los estudios sobre los historiadores antiguos con su capítulo Self-portraits in Livy’s history: the concept of personal image in the speeches by the «oratores» and the function of rhetoric. Guittard analiza algunos de los retratos que Tito Livio introduce en su obra, como los de Lucio Papirio Cursor, Catón el Censor o Aníbal. Si bien la filosofía subyacente en la obra de Tito Livio es convertir al Pueblo Romano en el auténtico protagonista del devenir de la Historia, el historiador patavino no renuncia a emplear la figura del retrato como herramienta narrativa, aunque los límites entre el retrato, el auto-retrato y el discurso son por lo general tenues.
Sin duda, el personaje individual que más atención recibe en el libro es Marco Tulio Cicerón, algo inevitable al estudiar la construcción de la imagen pública en la Antigüedad. En su capítulo Retratos del mando provincial en la República romana: Cicerón. Escévola y el denominado edictum provinciale , Alejandro Díaz Fernández (Universidad de Málaga) se centra en la utilización como herramientas de representación política de los edictos provinciales, en los que los nuevos gobernadores ponían por escrito las pautas que iban a seguir a lo largo de su mandato. Tras definir y trazar las características del edicto provincial, el trabajo se ocupa de la imagen proyectada por el gobernador en su edicto centrándose en dos casos, el de Q. Mucio Escévola en la provincia de Asia y el de Cicerón en Cilicia. El primero va a ser el modelo que imitará el Arpinate cuando ante su proconsulado en Cilicia elabore su edicto provincial. Cicerón tratará de identificarse con el ideal de mando y honestidad que representaba Escévola. En Creating a great orator: the self-portrait and reception of Cicero the orator Henriette van der Blom (Universidad de Birmingham) se ocupa de la visión de Cicerón como gran orador durante el periodo va desde su muerte en el 43 a.C. hasta la de Quintiliano en torno al 95 d.C. Durante esos años Cicerón va a ser reconocido como uno de los mejores oradores romanos, pero de una manera muy dependiente del propio retrato que de sí mismo realiza el Arpinate en sus discursos. Quintiliano será quien en su Institutiones oratoriae analice de forma sistemática la oratoria ciceroniana y lo convierta en el perfecto modelo de orador republicano.
Más allá de sus facetas como político u orador, Francisco Pina Polo (Universidad de Zaragoza) se ocupa de los rasgos más íntimos de la personalidad de Cicerón en I, Cicero: Reflections upon myself. El historiador zaragozano, quien ha trabajado extensamente en la figura de Cicerón, recoge las tesis de Paul Briot quien, en los años 60 y 70 del pasado siglo, trató de psicoanalizar al Arpinate. El resultado fue la descripción de un personaje atenazado por las dudas y con una necesidad constante de afecto y reconocimiento. El deseo de perduración en la historia y de ser recordado van a guiar al Arpinate toda su vida, y es en estos rasgos en los que se centra Pina Polo. Al menos escribió tres textos autobiográficos que no se han conservado y se conocen diversos intentos en los que trató de convencer a historiadores como Posidionio para que escribieran sobre su vida. Irónicamente, y pese a las alabanzas a su oratoria, las únicas biografías escritas sobre Cicerón en la Antigüedad son las de su liberto Tiro, perdida, y que se perdieron y la de Plutarco.
Siguiendo en el ámbito cronológico de la crisis de la República romana, Francisco Beltrán Lloris (Universidad de Zaragoza) reflexiona sobre los cambios en la onomástica de las élites romanas en su capítulo La creación de una nueva imagen personal a través del nombre en el tránsito al Principado . Durante el periodo tardorrepublicano va a aparecer una tendencia a utilizar el nombre propio como herramienta de auto-glorificación, ya sea mediante la adopción de excelsos cognomina como Magnus en el caso de Pompeyo o Felix en el de Sila. Incluso en los casos más extremos, el nombre podía ser alterado completamente para crear una nueva identidad. El caso más conocido e históricamente relevante es el deGaius Octavius, quien pasaría a la historia comoImperator Caesar Augustus. Todo en un contexto político y social en el que el deseo de afirmación del individuo y de trascendencia histórica va a gozar de especial intensidad.
Con la contribución de Michael Peachin (Universidad de Nueva York), Tiberius on Rhodes, el libro entra en las temáticas relacionadas con la época imperial romana. El historiador estadounidense reconstruye la visión los autores clásicos como Veleyeo Patérculo, Suetonio. Dión Casio o Tácito sobre la «estancia» de Tiberio en la isla de Rodas, los cuales señalan como Tiberio inicialmente trató de apartarse de forma más o menos voluntaria del camino de Cayo y Lucio, nietos y herederos de Augusto. En realidad es posible que Tiberio, por haber perdido el favor de Augusto o presionado por los partidarios de los Julios, se retirara a la isla de Rodas en un intento de salvar su prestigio e incluso su vida. La propia elección del lugar no es casual: Rodas había sido centro de exilio de personajes como Metelo Numídico o el propio Julio César, quienes aprovecharon su marcha temporal de Roma para estudiar en las escuelas de retórica rodias. Tiberio va a tratar de vincular su marcha con esa visión: un retiro voluntario y centrado en la formación intelectual. Y ello pese a que tras pedir infructuosamente permiso a Augusto para volver a Roma, su estancia en Rodas empieza a asemejarse a un exilio involuntario en todo menos el nombre.
Elena Muñiz Grijalvo (Universidad Pablo de Olavide) reconstruye las estrategias de auto-representación de Herodes Ático: Autorretrato de un ateniense singular. Este magnate, rétor y evergeta del siglo II d.C. trató de construir una imagen muy particular de sí mismo, precisamente apartándose de las convenciones habituales. Una búsqueda de la peculiaridad que lo llevará por ejemplo a una inusitada sencillez en los epígrafes que le hagan referencia, tanto de origen público como privado. Ello contrasta con lo habitual en la epigrafía honorífica ateniense coetánea, caracterizada por una exhaustiva mención de las carreras políticas propias y de los ancestros. De igual manera, si sus pares habían preferido como modo de ejercitar su evergetismo liberalidades públicas como espectáculos, repartos de alimentos o donaciones directas en su ciudad, Herodes Ático optará por las construcciones públicas, no solo en Atenas sino también en otros lugares señalados para la identidad helénica como Olimpia o Delfos.
Los siguientes tres capítulos abandonan los casos de estudio individuales para ocuparse de herramientas de auto-representación de grupos sociales. En Matronas y madres: La creación de una imagen social, Mercedes Oria Segura (Universidad de Sevilla) presentauna visión general sobre cómo las mujeres romanas recurren a diversas formas iconográficas para presentarse ante la comunidad recalcando su papel de madres. La Casa Imperial va a ser donde se marquen las directrices en ese sentido de vincular a la mujer con su prole, tal como se ve en los relieves del Ara Pacis o en la amonedación imperial, tendencia que se extenderá al conjunto de la sociedad.
Juan Manuel Abascal Palazón (Universidad de Alicante) se ocupa en su aportación A propósito de la auto-representación epigráfica de las élites urbanas del Occidente romano del uso de la epigrafía como medio de comunicación de masas de las élites. Una expresión epigráfica que tendrá dos vertientes. Por un lado, la construcción de la identidad del individuo realizada por parte de la colectividad, como por ejemplo los homenajes públicos o los homenajes post mortem que buscaban favorecer la promoción del colectivo familiar a partir de los méritos del fallecido. Por otro lado, la identidad presentada por el propio individuo, la auto-representación en sentido estricto. Por ejemplo, bajo la apariencia de honrar actuaciones evergéticas, una inscripción puede desgranar en detalle la carrera administrativa del benefactor. Si Abascal presenta una imagen general referida a las élites del Occidente romano, Antonio Caballos Rufino (Universidad de Sevilla), centra su campo de estudio en las béticas. En Mutación de los referentes romanos entre Ulterior y Baetica. Del Bellum Hispaniense a la expresión honorífica de las nuevas élites cívicas en la provincia el epigrafista sevillano va a reflexionar sobre la creación de una nueva élite provincial tras las guerras civiles y la municipalización de la zona. A continuación, se ocupa de una tipología característica de la Bética Alto-Imperial, los pedestales de estatua, como herramienta de auto-representación de esa nueva clase dirigente.
Los dos capítulos que cierran el libro regresan a los casos individuales pero en época tardo-imperial. En Vetio Agorio Pretextato y el fervor universalista de la religión tradicional Francisco Marco Simón (Universidad de Zaragoza) parte del análisis de una gran base de mármol con sus cuatro caras inscritas para reconstruir el retrato que de su propia vida y de la de su esposa realiza Vetio Agorio Pretextato, personaje relevante de la política romana del siglo IV d.C. y notorio pagano. A su vez, la vida de Pretextato sirve a Marco, junto con otros testimonios como las Saturnales de Macrobio o los escritos del emperador Juliano, para trazar un panorama del paganismo romano en el que la contraposición entre el culto tradicional y los cultos orientales no es tal, sino que forman un único horizonte formado por adhesión, un «universalismo por adición» en palabras de su autor. Va a ser dentro de estas coordenadas en las que hay que entender la autorretrato de Pretextato y su propia vida. Rosa Sanz Serrano (Universidad Complutense de Madrid) analiza El autorretrato de Flavius Honorius Augustus en las fuentes literarias . Si en los panegíricos de Claudiano el emperador occidental aparece como un digno heredero del buen gobierno de su padre, Teodosio, y se resalta su vinculación con Estilicón, autores eclesiásticos como Orosio van a ser mucho más críticos con él, en buena medida precisamente por el papel jugado durante parte de su reinado por el arriano Estilicón. Avanzando un paso más en esa dirección, serán los historiadores orientales como Olimpiodoro, Zósimo o Procopio de Cesárea quienes dibujen un retrato desastroso del emperador, como un joven manipulable, indolente e incapaz y responsable, en última instancia, de los desastres del Imperio de Occidente, destacando el saqueo de la Ciudad Eterna por Alarico.