El conocimiento cabal de la obra castellana de fray Luis de León pasa necesariamente por el conocimiento de su obra latina. El fray Luis escritor es el mismo que el profesor escolástico. De ahí que haya que dar la bienvenida a la edición, traducción y estudio de estas Cuestiones sobre la Encarnación, que dan título castellano a los Commentaria in quaestiones 20-27 tertia partis Summae Theologicae divi Thomae. Se trata de un texto que permanecía manuscrito en la biblioteca del Seminario diocesano de Valladolid (sin catalogar, ff. 88-103v), que contiene otros comentarios luisianos a la Suma teológica de Santo Tomás de Aquino, alguno de ellos ya editado en 1996, concretamente el que contiene las lecciones De eucharistia. El editor y traductor del texto, autor de una necesaria introducción y de abundantes notas explicativas, es José Manuel Díaz Martín, formado fundamentalmente en Derecho y Filosofía, y experto conocedor de la obra de fray Luis de León, sobre quien ha escrito las monografías La lengua lisonjera (2013) y Leyendo a fray Luis de León (2014) y varios artículos. Asimismo, colabora con las ediciones escurialenses de la obra latina del agustino, en las que ha publicado el Tratado sobre la gracia y la justificación (2008), y forma parte de la Red temática de excelencia: “Identidades conversas del siglo XV al XVII: Descreimiento, asimilación, mística, nueva ortodoxia” (Ref. FFI2016-81779-REDT/AEI).
Si la edición y traducción de los textos luisianos es una labor fundamental, también lo es la labor de mediación entre su complejo universo de referencias y el público actual interesado en la obra del teólogo agustino. En ese sentido, destaca el trabajo de Díaz Martín en hacer inteligible el alcance de estas Cuestiones a quienes se acerquen a ellas. Para este propósito, la introducción (págs. 9-35) repasa los temas que a juicio del editor son más relevantes para entender el texto en el contexto de los debates teológicos del siglo XVI, siglo en el que, entre otras cosas, se define la ortodoxia católica ad intra y frente a los diferentes grupos protestantes. Además de situar el manuscrito en el momento de la producción del agustino (las clases del verano de 1569, en sustitución de Mancio), sitúa su materia en relación con el autor que comenta, Santo Tomás de Aquino, junto a los autores de la escolástica medieval y renacentista, la patrística y las declaraciones dogmáticas surgidas de los papas y los concilios, además de otros autores con los que entra en diálogo o en polémica, como será, este último, el caso de Calvino y Zuinglio, entre otros.
Un aspecto especialmente valioso tanto en la introducción como en las notas es el espacio que Díaz Martín concede a señalar la intertextualidad que ofrece este texto con otros de fray Luis, tanto de la obra castellana como de la latina, y especialmente con su obra maestra, De los nombres de Cristo, que tanta cercanía tiene con su producción escolar. En cuanto a la obra latina, merece mención especial el curso De incarnatione (publicado en 1894, en Opera, IV), que fray Luis dictó unos años antes, en 1566-67. Se trata de un tema, el de la encarnación de Cristo, central en la teología del agustino (Folgado, 1968), muestra de los “muy contados temas repetidos una y otra vez” que movieron al autor (pág. 14).
Como se ha señalado, el texto de fray Luis comenta las cuestiones 20 a 27 de la tercera parte de la Suma teológica del Aquinate. Sin embargo, no aborda algunas de estas cuestiones, y otras las trata de soslayo. Como afirma el autor de la edición, en ocasiones el texto de Santo Tomás sirve como mero pretexto para desarrollar los temas que interesan al agustino. Así pues, las cuestiones que se debaten en profundidad son únicamente cuatro: 22 (“Sobre el sacerdocio de Cristo”), 24 (“Sobre la predestinación de Cristo”), 25 (“Sobre la adoración de Cristo”) y 27 (“La santificación de la bienaventurada Virgen María”).
La primera de ellas, en torno al sacerdocio de Cristo, es un tema significativo para fray Luis de León, en la medida en que se vincula con la figura de Melquisedec (Hb 7,1-3), y, por tanto, sirve para insistir en la fuerza de la gracia por encima del linaje. Díaz Martín trata la cuestión en su introducción en relación con el debate con los judíos y los protestantes (pág. 17). No obstante, parece también la antesala de la discusión 24, en la que se ensalza de nuevo el valor de la gracia sobre el peso de la carne: más allá del debate con los judíos, hay un debate abierto, igualmente teológico, con aquellos teólogos que sostienen la inferioridad de los cristianos de origen converso frente a los cristianos viejos, argumentación viva tanto en fray Luis de León como en otros conversos como Teresa de Jesús y Juan de Ávila (vid. Perea Siller, 2013; Pulido Serrano, 2013).
En efecto, la cuestión 24 presenta un necesario corolario en los artículos 3 y 4. La predestinación de Cristo es causa y modelo de nuestra predestinación. De nuevo, se ensalza el hecho de que “Cristo es causa meritoria de todos los auxilios divinos y de todas las buenas inclinaciones que Dios confiere tanto a fieles como a infieles” (pág. 77), afirmación que apoya en el propio Santo Tomás, Durando, su coetáneo Andrés Vega, y el propio Concilio de Trento (decreto De iustificatione, cap. 5): “el exordio de la justificación en los adultos nos ha sido atribuido por Dios por la gracia preveniente de Cristo” (pág. 79).
Las otras dos cuestiones que trata fray Luis se incardinan en sendas polémicas contra los protestantes, la primera, y en el propio seno de la Iglesia católica, la segunda. En relación con la teología protestante se sitúa el comentario de la cuestión 25, en la que se trata por extenso una cuestión candente en el periodo postridentino: el papel de las imágenes divinas en la fe (artículo 3). Su rechazo, por parte de los protestantes, hacía necesario profundizar en este tema, para lo cual el de Belmonte repasa ciertos lugares de la Escritura y la opinión de concilios y autores antiguos y contemporáneos, entre los que cita al Pico della Mirandola de la Apologia (pág. 119). El agustino asume los postulados de Trento frente a la actitud de raigambre erasmiana que se extendió en el protestantismo. Como sintetiza en una cita del concilio, “a través de las imágenes que besamos y ante las que nos postramos, adoramos a Cristo, de quien son imagen” (pág. 127). En el artículo 6 de esta misma cuestión también se trata el tema de las reliquias y la honra y el rezo a los santos, que sirve a fray Luis para ahondar en la polémica con Wycliff y Lutero.
Finalmente, comenta fray Luis la cuestión 27, en torno a la inmaculada concepción de la Virgen María. Se trata, como adelantábamos, de un tema central no solo en la polémica protestante (se cita a Calvino), sino en el seno de la propia Iglesia católica (que no define el dogma hasta 1854), y particularmente importante para los teólogos de origen converso, interesados especialmente en destacar la obra de la gracia sobre lo biológico, como se hizo patente ya en el concilio de Basilea y señala oportunamente el agustino. De hecho, el editor del texto luisiano destaca que en De los nombres de Cristo (“Padre del siglo futuro”), la exposición de la Inmaculada concepción desemboca en la doctrina del nuevo nacimiento en Cristo de todos los cristianos (pág. 33, n. 82), metáfora cargada de referencias contra la discriminación racial que proponían los estatutos de limpieza de sangre (Perea, 2013: 131).
El sello propio de fray Luis de León en estos comentarios no solo se manifiesta en los temas que trata y los enfoques que adopta, sino también en el mismo modo en que lo hace, dentro de los límites que impone la argumentación escolástica. En este sentido, hay que subrayar el peso que obtiene la filología en la discusión teológica del agustino. En efecto, en ocasiones fray Luis acude a las citas bíblicas que resultan claves en torno a ciertos temas, y en algunas de estas ocasiones la referencia a los originales hebreo o griego, o el targum arameo, se hace necesaria para resolver determinadas dudas teológicas que hayan podido surgir en la tradición. Quizá el mejor ejemplo sea el comentario a Rm 1,4, en el contexto de la cuestión 24, sobre la predestinación de Cristo. Si san Jerónimo había vertido el griego ὁρισθέντος como praedestinatus, provocando un amplio debate teológico, fray Luis recordará el otro sentido de la palabra griega, ‘declarar’ o ‘señalar’, afirmando que “todos los doctores griegos sin excepción la toman en esta segunda acepción” (pág. 67). De nuevo se separa de la Vulgata al referirse a Melquisedec en Gn 14,18. San Jerónimo había introducido una conjunción causal, y fray Luis hace notar que ni el texto hebreo, ni los LXX ni el targum conocen esta conjunción causal, que desencadena un sentido que el agustino rebate (pág. 61). Y en una tercera ocasión se separa de la Vulgata comentando Ex 20,4, a propósito del debate sobre las imágenes. San Jerónimo había traducido “non facies tibi sculptile”. Pero tanto el hebreo como los LXX indican mejor una traducción por ídolos: “en ese lugar lo que Dios prohíbe es que las imágenes se tomen por ídolos”. Muy oportunamente, Díaz Martín indica que las traducciones latinas que ofrece fray Luis de los LXX o de la paráfrasis caldea son aquellas que aparecían en la Biblia Políglota de Alcalá (pág. 20).
En relación con las citas bíblicas, y sirva como sugerencia, habría sido conveniente que el editor del texto hubiera mostrado el criterio seguido a la hora de traducir a la lengua española estos numerosos pasajes bíblicos que el autor aduce en latín. En cambio, se agradece la inclusión de las palabras originales en hebreo o griego cuando en el texto aparecen transcripciones del copista, lo que facilita sin duda la investigación. Igualmente, habría sido muy útil, pese a que el texto no es excesivamente extenso, un índice de autores que diera cuenta de la cantidad y variedad de referencias que el agustino maneja en su argumentación.
Como se ha comprobado, las Cuestiones sobre la Encarnación de fray Luis de León son un buen ejemplo de los temas y las maneras de hacer de su autor, que toma como punto de partida la Suma de Santo Tomás de Aquino para tratar asuntos que resultan relevantes en el debate teológico de la época. La cuidada edición de Díaz Martín hace justicia al original, y cumple sobradamente la función de ofrecer al público interesado una guía para entender en sus principales matices un texto que en sí mismo resulta complejo. Esperemos que nuevos trabajos del agustino, procedan de su producción libresca o de sus cursos latinos, sigan el mismo camino que estas Cuestiones y puedan estar disponibles pronto en buen castellano anotado.
Referencias bibliográficas
Díaz Martín, José Manuel. La lengua lisonjera. Historia de la interpretación de fray Luis de León a través de sus retratos, Madrid, Fundación Ignacio Larramendi, 2013. En línea: https://www.larramendi.es/esc_sal/i18n/consulta/registro.do?id=12589
Díaz Martín, José Manuel. Leyendo a fray Luis de León, Newark, Juan de la Cuesta, 2014.
Folgado, Segundo. Cristocentrismo teológico en Fr. Luis de León, El Escorial, Biblioteca “La Ciudad de Dios”, 1968.
León, Luis de. De eucharistia. Edición de José Rodríguez Díez. San Lorenzo de El Escorial, Real Monasterio, Ediciones Escurialenses, 1996 (Opera, 9: Reportata theologica), pp. 29-216.
León, Luis de. Tratado sobre la gracia y la justificación (De gratia et iustificatione). Introducción, transcripción, versión y notas de José Manuel Díaz Martín. San Lorenzo de El Escorial, Real Monasterio, Ediciones Escurialenses, 2008 (Opera, 13).
Perea Siller, Francisco Javier. “La lengua como filtro de la realidad: un estudio sobre imaginería racista en el siglo XVI”. En María Luisa Calero Vaquera & María de los Ángeles Hermosilla Álvarez eds. Lingüística, Literatura y cognición, Córdoba, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba, 2013. Pp. 117-39.
Pulido Serrano, Juan Ignacio. “Juan de Ávila: su crítica a la limpieza de sangre y su condición conversa”. Sefarad 73/2 (2013), pp. 339-69.