El objetivo del libro, como se señala en su párrafo final, es hacer al lector sensible a las tragedias de las dos partes del conflicto entre Israel y los palestinos / sus vecinos árabes. Esta sensibilidad, se indica, debe suministrar motivos para superar los sentimientos que se enfrentan entre sí y para abrir perspectivas racionales de una paz negociada, que se afirma como la única manera de afrontar pasados tan dramáticos y de ofrecer un horizonte humano universalista que respete los sufrimientos vividos por todas las partes (p. 277).
El primer capítulo es una especie de introducción, en la que en 20 páginas se da una panorámica de 36 siglos, desde los inicios del pueblo de Israel hasta el siglo XIX, fundamentalmente de los conflictos que tuvo Israel con todos los pueblos con los que estuvo relacionado. En los siguientes capítulos aborda el conflicto actual: el sionismo desde 1881 hasta 1918 (cap. II), la construcción de la nación y el estado de Israel entre 1918 y 1948 (cap. III), los inicios del estado de Israel entre 1948 y 1956 (cap. IV), las guerras entre 1956 y 1974 (cap. V), el período entre 1974 y 1981 con sus esfuerzos para la paz (cap. VI), la fase entre 1981 y 2001 (cap. VII) y la etapa entre el 2001 y nuestros días (cap. VIII). La obra acaba con un apéndice en el que se comentan las principales referencias bibliográficas que le han servido al autor para escribir la obra.
El libro se encuentra publicado en la colección “Historias mínimas”, pero el título es un tanto ambiguo, pues ¿puede haber una historia mínima de Israel sin mencionar a personajes como Baruch Spinoza, Albert Einstein, Amedeo Modigliani, Woody Allen, Steven Spielberg, Maimónides, León Hebreo, Daniel Barenboim, Sigmund Freud, Henri Bergson, Franz Kafka o Ibn Gabirol? Realmente se trata sólo, y ya es bastante, de una historia política y militar del conflicto de los últimos 140 años, precedida de un capítulo introductorio.
El autor hace mucho hincapié en las “narrativas” de diferentes actores políticos poderosos, narrativas que, según su opinión, han ocultado la realidad y han dificultado la paz, pues han hecho que, en la parte de Israel, aunque sea formalmente un estado democrático, el votante conociera muy poco de la realidad sobre la que tenía que votar; y, por la parte árabe, en contextos menos democráticos, que la gente también haya tenido un desconocimiento de la realidad. Quizá por eso, piensa, es imperioso conocer la realidad histórica del conflicto, lo cual es el objetivo de este libro.
La narrativa del Holocausto hizo poner desde el principio el foco en la seguridad nacional, lo que ha llevado a la aceptación de la guerra preventiva y de la guerra de represalia. Y así los poderes políticos de Israel han pensado muchas veces el uso de la fuerza militar como iniciativa generadora de cambios políticos (p. 217). El autor cuenta, por otra parte, cómo algunos importantes líderes palestinos sostienen que quien crea que es posible resolver los problemas sólo a través de negociaciones está soñando, pues afirman que hacen falta todavía docenas de campañas violentas en paralelo a las negociaciones para avanzar hacia una paz justa (p. 269).
Las narrativas de los grupos más impetuosos (en los casos de conflictos las narrativas más simplistas son los más difundidas) están a favor de la resolución mediante la violencia. Es la crónica de una violencia anunciada. Hablar de paz y dar pasos hacia ella ha supuesto, como se sabe, el magnicidio de los premiados con el Nobel de la paz: el presidente egipcio Sadat y el primer ministro israelí Rabin.
Pero también tendríamos que decir que no hay ninguna narrativa neutral y objetiva. La del autor se hace desde la parte de Israel (no en vano se titula el libro Historia mínima de Israel), aunque hay que decir que esto no le impide ser crítico con los actores políticos de Israel y sus políticas, sobre todo con lo que califica de “política de improvisación”, que, al no basarse en estrategias a largo plazo, cuando intenta resolver un problema, crea otros nuevos, lo que ha generado una sensación continua de crisis.
La obra es una crónica negra de lo peor de la historia de los seres humanos: parece que en este conflicto siempre han triunfado la violencia, la mentira, la corrupción… Constantemente ha vencido la estrategia por el poder y muy pocas veces la humanidad. El autor ha estudiado muy bien los vericuetos del conflicto y no ahorra nunca la descripción de hechos lamentables y vergonzosos. Pero quizá, sobre todo en los primeros capítulos, hay un exceso de nombres y datos, que dificulta seguir el hilo narrativo.
Con la resolución de la ONU del 29 de noviembre de 1947 nació el estado de Israel. El resumen que hace el autor de la primera década de su funcionamiento posiblemente podría extenderse a toda su existencia: en el “deseado equilibrio” entre lo judío y lo democrático en el estado de Israel, la primera década fue muy favorable para el estado judío, y poco favorable para el estado democrático (p. 119). El libro narra, además, cómo Israel se va alejando con el transcurso de los años de sus orígenes socialistas y cada vez van teniendo más peso el nacionalismo y la religión. Pero su esperanza reside en el acercamiento de los últimos años que se está dando entre las figuras académicas y las izquierdas no nacionalistas de ambos bandos.
En definitiva, se trata de un libro muy interesante y que realmente nos ayuda a entender el conflicto más indescifrable de los últimos siglos.