“Política y Utopía en América Latina” Las izquierdas en su lucha por un mundo nuevo”


Autor: JOAN DEL ALCÁZAR. Tirant humanidades. Valencia 2019

Entre los académicos españoles que se han consagrado al estudio y análisis crítico de la política en América Latina destaca Joan Del Alcázar, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia. Durante los últimos 30 años, ha centrado sus investigaciones y publicaciones sobre esa área convulsa, dual, injusta, desigual, violenta y corrupta en la que la democracia, eje temático alrededor del cual vertebra sus diversos escritos, sigue siendo una utopía y su revolución una actividad tan estéril como “arar en el mar”, según palabras escritas desde Barranquilla por el decepcionado Libertador Simón Bolívar, días antes de su muerte en Santa Marta.
La estructura social y económica del subcontinente iberoamericano permanece casi intacta desde la época colonial hasta consolidarse como sociedad dual en la que una pequeña parte progresa mientras la gran mayoría se estanca o lo hace a un ritmo mucho menor. De un lado, las élites, las locales en armonía con las extranjeras, dueñas de la tierra y de los demás medios de producción, fortalecidas con el nuevo valor económico del capital financiero, y árbitro de la fuerza laboral; del otro los aborígenes sometidos y diezmados -como en el caso del genocidio de Ríos Mont en Guatemala-, y los mestizos marginados y despojados. El sistema imperante en toda la América Latina se caracteriza por una economía extractiva y una sociedad excluyente. En ese perpetuo remolino, los intentos políticos de construir una sociedad regida por los principios de la democracia contemporánea de libertad, igualdad y solidaridad han avanzado lentamente. Pocas veces gracias a revoluciones armadas, y en otras por las vías institucionales que, en más de una ocasión, se convierten en letra muerta.
La formación de la clase media en el siglo XX y en el actual hace parte de la política económica en cuanto ha sido necesario formar los cuadros de profesionales y trabajadores especializados que demanda el sector productivo. También ha sido fruto de gobiernos progresistas que, con base en ciclos económicos positivos, han desarrollado programas sociales de diversa índole que no siempre logran consolidarse. Los derechos sociales y económicos, que la socialdemocracia en asocio con el socialcristianismo arraigó en Europa durante la postguerra, si acaso alcanzaron a ser incluidos en las respectivas normas superiores en Latinoamérica hasta cuando, hace ya cuarenta años, desde la constante égida tutelar de Estados Unidos, se impuso el neoliberalismo como doctrina política en la que el Estado debe reducirse a la mínima expresión y a las fuerzas del mercado, guiadas por su mano invisible, irónicamente, se les asigna la función de promover la anhelada equidad social.
En “Política y Utopía en América Latina”, el autor nos conduce primero a través de análisis puntuales en diferentes países del área, publicados en su momento, siempre bajo el hilo conductor de la lucha por la democracia real. Luego, en un sólido compendio, en el “Posfacio,” titulado “El eterno retorno de las izquierdas,” hace una amplia revisión ideológica estructural del subcontinente que ha girado entre dos estrategias: la de la anquilosada revolución armada y focal de Castro y Guevara (contrarrestada por la represión que ha llegado a excesos equivalentes a terrorismo de Estado y demonizado a los partidos de izquierda); y la de la revolución pasiva, democrática, que busca consensos entre diferentes sectores políticos como sucedió en el gobierno socialista de Salvador Allende, derrocado por intervención de la CIA, Nixon y Kissinger, para imponer la dictadura de Pinochet y convertir a Chile en el conejo de laboratorio del neoliberalismo de Friedman con la colaboración de sus exalumnos locales de la Universidad de Chicago.
Apartado especial dedica a Chávez y la denominada Revolución Bolivariana o Socialismo del Siglo XXI fruto de la interacción de la ideología castrista y el petróleo venezolano, combustible con el que desarrolló una amplia política diplomática en países del Caribe y construyó una red política en Los Andes (Ecuador y Bolivia) y en Centroamérica (Nicaragua), mimada por el lulismo brasilero y el kirchnerismo argentino, respetada por los demás actores de la región con quienes acordó la creación de nuevas instituciones regionales como el ALBA, UNASUR y CELAC en busca de cortar el hilo de la dependencia de Washington y la OEA.
Estos logros se han visto diezmados en los últimos 5 años, durante la repudiada autocracia de Maduro en Venezuela, en los que la destructora corrupción política, la desbocada criminalidad urbana, la crisis económica provocada por la caída del precio del crudo y de su producción a la tercera parte, se ha traducido en un índice millonario de inflación, aumento de la deuda externa en manos de China y Rusia, desabastecimiento de alimentos y servicios sanitarios. Rechazo que también cubre a Ortega en Nicaragua quien, de líder de la revolución triunfante del 79, se ha convertido en déspota y retrógrado. En últimas, el desprestigio del “modelo,” supuestamente socialista, aúpa a una amplia gama de partidos que van desde el centro hasta la extrema derecha, sumisos ahora a la voluntad caprichosa de Trump y de sus réplicas al estilo Bolsonaro en Brasil. Tal crisis, agravada por el éxodo del 10% de su población a países sudamericanos, tiene al mundo en estado de alerta ante una posible nueva intervención armada de Estados Unidos en una de sus esquinas del “patio trasero” y la incertidumbre de que Venezuela se convierta en un foco bélico internacional.
En México, con AMLO en la presidencia, se mantiene viva la llama libertaria que incita a derrotar o disminuir al máximo la injusticia social, exterminar la tradicional corrupción del sistema político mexicano ahora avivada, como en tantos otros países latinoamericanos, por el producto del narcotráfico que se infiltra en las diferentes capas de la sociedad y del gobierno. También, a adoptar políticas de desarrollo igualitario en busca de beneficiar a los inmensos sectores de población en estado de pobreza o de extrema pobreza. Esfuerzos que para sus opositores son simplemente una muestra más del populismo de izquierda.
El profesor Alcázar termina su nuevo opus invocando la esperanza de que las nuevas generaciones sean las que han de avanzar en ese accidentado camino por vías no violentas que hasta ahora ha recorrido el pueblo indoamericano en busca de justicia social y en procura de que prevalezcan los Derechos Humanos cimentados en el principio de la dignidad.