Cifrada en la infinidad de los hechos, la naturaleza humana, agarrada a la voluntad de los hombres para ser al mismo tiempo fuente, cauce y desembocadura, espera mutando esencia en cada novum ser dibujada con el firme trazo de la inteligencia. Es esa filigrana la que Antonio Hermosa Andújar nos regala con esta colección de artículos hilvanados con la maestría de un orfebre y el hilo de oro extraído en forma de ideas del riel infinito que es la historiografía clásica. Porque, si bien por separado cada uno de ellos ofrece la veta preciosa que latente respira en los textos de Homero, Hesíodo, Tucídides, Livio, Salustio o Tácito, juntos cincelan la compleja escultura que en definitiva somos.
La primera de las dos partes en las que está dividido el libro conjuga a Hesíodo y a Homero para delinear el recorrido que la justicia hace desde su necesaria aparición en el mundo de los hombres, del que el mal es parte constitutiva, hasta su posterior emancipación en la aurora de una civilización que apenas podrá domesticarlo. La segunda perfila la compleja antropología que va desde el demócrata descrito por Tucídides en su oración fúnebre, hasta el protagonista funesto de las carnicerías de
Corcira, Cremona o la Panonia, para mostrar al animal humano darse cita a sí mismo en la paz y en la guerra y reconfigurar con su ejercicio moral y político los territorios del honor y la dignidad, transitar a discreción los reinos de la política y la naturaleza jalonado por las fuerzas de la codicia y el interés; en definitiva, constituirse sin remedio en esa extraña oscuridad que hiciera temblar para siempre el corazón de Heine, al mismo tiempo que en la luz cuyos destellos han alumbrado las instituciones y decisiones políticas fundamentales sobre las que se sostiene la civilización.
El análisis del mito de Prometeo con el que se abre el libro sirve a Hermosa Andújar para describir el origen y la naturaleza del mal y la justicia, así como para establecer una precisa teoría acerca de la condición humana. El tránsito del régimen amoral de Urano al político de Cronos da a luz a la moralidad, despertando en ella las fuerzas de la discordia y el amor, así como anunciando la inevitabilidad de una violencia que presagia el régimen dotado de legitimidad de Zeus y evidencia la necesidad última de la justicia en el mundo divino. El mal, sin embargo, parte del tejido inconsútil que conformará ya la realidad, proveerá también al linaje humano de su particular arcilla y
adoptará en él nuevas formas tras el castigo de Zeus a Prometeo toda vez que éste ha
permitido con el regalo del fuego la autonomía del hombre para empezar a caminar hasta
convertirse en halcón o ruiseñor. La justicia se convertirá entonces en el oxígeno de la
supervivencia y supondrá en Hesíodo la voladura de sus cimientos agonales en favor de
una nueva arquitectura que la convierta en un bien transpersonal que ampliará sin límite
el número de sujetos capaces de merecerla. El humano que se dibuja en el Hesíodo que
nos propone Hermosa Andújar es al tiempo un aprendiz de brujo y un chivo expiatorio que
fatiga su voluntad tratando de humanizar, con la panoplia de sus habilidades, un mal
inevitable rodeado de la incertidumbre con la que lo provee su propia ambigüedad moral.
El capítulo dedicado a Homero cierra la primera parte mostrando el proceso de
emancipación e institucionalización de la justicia. Hermosa Andújar describe el tránsito de
una justicia como venganza, representada por Aquiles y su festival de sangre en el
Escamandro, a una justicia separada ya de la voluntad del héroe en la resolución del
conflicto entre Menelao y Antíloco en los juegos celebrados durante los funerales por
Patroclo. En la primera observa una triple deshumanización que afecta al victimario
(Aquiles, poseído por la sed de venganza, ha subvertido el lenguaje, y con él el código
moral, para hacer del otro justificado cadáver), a la víctima (representada por un Licaón al
que el deshonor y la desnaturalización no han salvado la vida) y al espectador imparcial
(representado por un Escamandro que verá surgir de su egoísmo un espacio para la
solidaridad y la justicia). En la segunda, descubre cómo el juicio se desprende de las
manos privadas del héroe en la protesta de Antíloco al tiempo que moral, derecho y
religión se revelan incompatibles entre sí, y cómo la elección de Menelao para la
resolución del conflicto y la restitución de su honor revelan ya la importancia de las
formas, la necesidad de la imparcialidad y el rechazo del rango o el linaje como
determinantes últimos de la voluntad de los jueces más allá de los hechos juzgados.
La segunda parte comienza con cuatro artículos dedicados a Tucídides que
conforman por sí mismos un espléndido daguerrotipo de las relaciones entre la naturaleza
humana y la política. En el primero, que da cuenta del poder recíproco que ejercen sobre
sí individuos e instituciones, se nos muestran los efectos que la igualdad ha operado
sobre la libertad, ejemplificados en el demócrata ateniense que los conjuga. Esculpido por
el culto al esfuerzo y al valor legado por sus antepasados, le vemos alimentar su vida
pública instituyendo la isegoría entre los libres y racionalizando la función política con la
institución de la meritocracia, que destierra definitivamente el vínculo entre pobreza y
capacidad. Al mismo tiempo vemos cómo su vida privada es ya el reino de la autonomía y
la tolerancia. Hermosa Andújar enumera entonces lo que no es sino una nueva
antropología vertebrada por la autonomía y el amor a la belleza y al saber que anuncian a
un individuo complejo para el que el altruismo será una de las formas de poder y para el
que la acción será un valor en sí mismo al margen del resultado. Un individuo que se ha emancipado para siempre del héroe y al que Tucídides convertirá en un modelo para el hombre y a su producto, Atenas, en un modelo para Grecia.
En el capítulo dedicado al análisis de la peste de Atenas, Hermosa Andújar muestra cómo civilización y barbarie conforman un binomio indisoluble en el corazón del
hombre y la sociedad y cómo cualquier sueño por escindirlos no es sino vaga ilusión. Si bien la dimensión física de la peste deja tras de sí la deshumanización de sus víctimas y la desnaturalización de sus carroñeros, es la dimensión moral la que operará sobre su sujeto una panoplia de efectos que dinamitarán los pilares con los que Atenas y los
atenienses creían haberse conjurado contra la naturaleza y sus violencias. La peste traerá consigo la institución de una nueva ética, la de la desesperación, construida sobre los
mimbres de sus nuevos héroes: el miedo, la insolidaridad, y el indeleble deseo de vida que hará que el hombre, huérfano de futuro, conjugue su voluntad en un eterno presente. La consecuencia será la volatilización de una sociedad tejida ya con la indiferencia, la incertidumbre y una lógica, la búsqueda del máximo placer individual, que alimentará las decisiones de sus componentes en un nuevo reino: el de la necesidad.
El estudio del diálogo de los melios revela las consecuencias políticas, morales e intelectuales de la desigualdad en el contexto de las relaciones internacionales. Hermosa
Andújar nos enseña cómo el interés al devenir poder para los atenienses en dicho contexto se emancipa y se constituye en un fin en sí mismo, estableciendo con su ejercicio los límites precisos de las distintas esferas en las que pueden darse las
relaciones humanas. El derecho, pues, se revela efectivo sólo entre iguales, mientras que el poder y la fuerza gobiernan la desigualdad entre las polis haciendo bueno el adagio
sofista que identifica la justicia con la voluntad del más fuerte. Del semillero de la desigualdad brotan nuevas conexiones que trastocan valores otrora inamovibles: la amistad se vuelve un baldón, la libertad pierde su supremacía ética y se subsume en la nuda fuerza, la esperanza se descubre como un derecho que solo merece el fuerte, y la legitimidad se convierte en una necesidad que solo exige el débil pues únicamente en su racionalidad habita como horizonte.
El capítulo dedicado al estudio de la descripción tucídea de la guerra de Corcira amplía las regiones que la naturaleza humana reserva al proteico mal y a sus formas. Hermosa Andújar nos muestra allí cómo el deseo de poder de los jefes de las facciones conducirá a estos a transformar el lenguaje hasta que su horizonte comunicativo último sea la facción; a trazar una nueva moralidad cuya reconfiguración de valores tendrá como objetivo último la eliminación del disidente; y a liberar una violencia desconectada de cualquier vínculo con la justicia, la racionalidad o la humanidad y emancipada de la
incertidumbre y el miedo. Un mal arbitrario que en las manos de los jefes gustará reinventarse porque encuentra en el placer estético de ejercicio su razón de ser, en la imaginación infinita la fuente de su perversa creatividad, y en el efecto contagioso de la arbitrariedad su multiplicación exponencial.
El capítulo dedicado a Salustio estudia, a partir del debate entre Catón y César a propósito del vacío jurídico para dar respuesta a la conjura de Catilina, los límites del
ejercicio del poder. La prudencia política de César lega al futuro de la humanidad una verdad fundamental: la inmanencia de la política nos obliga a pensar en las consecuencias de las acciones del poder (que no se agotan como cree Catón en un eterno presente) lo que exige, en el caso de la laguna jurídica sobre la que se disputa el castigo para los conjurados, no juzgar bajo el imperio trascendente de la moral como propone Catón, y salvar así a la Republica de un precedente sobre el que futuro podría gestar una voluntad omnipotente que acabase con los cimientos de la legalidad y la justicia y por ende con Roma.
La lectura que Hermosa Andújar hace del discurso de Léntulo, de la promesa de Postumio y de la transformación psicológica colectiva que se produce en Roma, a raíz del episodio de la rendición ante los samnitas en las horcas caudinas, sirve como fuente, en el capítulo dedicado a Tito Livio, para el análisis de la capacidad que la política tiene para reconstruir el honor y la libertad que la acción exterior de Roma precisa. Serán la
transformación de la humillación en una forma de heroicidad por parte de Léntulo y la politización de la promesa perpetrada por Postumio los dos hechos fundamentales con los
que se reestablecerán los fundamentos para la guerra justa que devolverá a Roma su gloria.
Dos capítulos dedicados a Tácito cierran el libro. El primero profundiza en el doble efecto que la codicia produce en el espíritu humano. De un lado, restituye el ímpetu de los
soldados del ejército de Vespasiano y los une diluyendo sus dudas respecto del asedio a
partir del horizonte eidético del botín. Del otro, los atomiza y transforma en lobos humanos
que pasaran de ser compañeros a encarnizados rivales cuando toque expoliar Cremona.
La codicia campeará sobre sus corazones hasta deshumanizarlos por completo. Una
deshumanización a la que ya ha sucumbido el pueblo romano que, sin vida pública y
espectador indolente del terror y la masacre que bañan Roma con la sangre de sus
ciudadanos, aguarda fagocitar de las cenizas de la civilización la miseria en forma de
botín que anuncia su fin. En el segundo, Hermosa Andújar muestra cómo la política
despertará del reino de la moral a la culpa para servirse de ella más tarde mediante el uso
estratégico de su expiación. La fórmula diseñada por el Imperio para sofocar los
levantamientos que se habían producido en la Panonia y la Germania pasaba por mitigar
las razones objetivas en la que se fundaban, apelando a la gloria de los antepasados y a
los efectos disuasorios de la superstición. Germinada la culpa en el corazón de los rebeldes, estos intentarán alejarla de sus conciencias eliminando todo aquello que suponga un recuerdo de su falta, lo que significará la ejecución sin piedad de los que antaño fueron sus compañeros. Sin embargo, la ineficacia del purgatorio moral, de la bacanal de sangre en la que trataron de absolverse, será utilizada por la política para ofrecer al soldado una única salida para la redención moral y la restitución del honor: la impía destrucción del enemigo.
El hombre tras los hechos es, pues, una profunda reflexión acerca de la naturaleza humana, propiciada por una lectura fresca y novedosa de los clásicos. El sinfín de ideas que Antonio Hermosa Andújar ofrece en este libro acerca de los principales representantes de la historiografía clásica convierten el texto en la referencia a la que acudir cuando sea la pregunta por el hombre la que nos impele.