Sección digital Otras reseñas Mayo de 2008

José M. Portillo Valdés, Crisis Atlántica. Autonomía e independencia en la crisis de la monarquía hispana*

Madrid, Marcial Pons, 2006, 318p.

Federica Morelli

 

En el marco de la proximidad de las celebraciones del bicentenario de la independencia americana y de la revolución liberal española, se nos presenta aquí una interpretación muy sugerente y original sobre la crisis de la monarquía hispana. Partiendo de las contribuciones más recientes e innovadoras sobre el tema -tanto las que tienen un alcance global como las que tienen un alcance más estrictamente regional o local-, José María Portillo nos ofrece una visión verdaderamente global o, como dice el mismo título, atlántica de dicha crisis. De esta forma supera las tendencias de la historiografía que tienden hacia una “americanización” y “europeización” (o “españolización”) de la misma en los territorios americanos y en España respectivamente.

El título introduce de manera clara la cuestión fundamental abordada por el texto: el legado de los conceptos de autonomía e independencia en el marco del espacio atlántico. No es casual, como indica el autor en la introducción, que sean las historias recientes de estas dos monarquías, la británica y la española, las que han enfrentado, entre las occidentales europeas, problemas más graves de articulación entre las diversas identidades que las integran y de relación entre autonomía e independencia. Frente a las teorías sociales que, tratando de explicarnos el tránsito a la actual globalización, trazan una linea recta que conduce de aquellas monarquías a los estados nacionales y de éstos a las nuevas estructuras políticas, económicas, sociales y culturales que lo están superando, el caso hispano encuentra varios problemas. En primer lugar, por la dificultad de catalogar el conglomerado que fue formando la expansión de la monarquía hispana desde fines del siglo XV hasta finales del siglo XX. En segundo lugar, por las características que acompañaron el proceso de desagregación política de este mismo conglomerato durante el siglo XIX.

La primera cuestión, la de la definición del conjunto político (como nos ha mostrado el mismo autor en uno de sus trabajos anteriores [1] ), es fundamental para comprender algunos rasgos de la crisis de la monarquía hispana. Como ha mostrado la reciente historiografía sobre la España moderna, el hecho de que aquella monarquía era esencialmente católica es fundamental para comprender, en la partitura del primer constitucionalismo hispano, la transformación de esa comunidad de católicos en nación española, la cual incluía la confesión católica como la forma esencial de identidad colectiva. Tras la declaración del primer artículo de la Constitución española de 1812 (“La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”), no hay una historia de la igualdad o de la integración ciudadana sino un intento de dar continuidad a la monarquía católica como nación. Si la monarquía hispana no hubiera sido esencialmente más ecclesia que imperio, dice el autor, no se habría formado tal idea, que es la misma que está tras la búsqueda de la nación mestiza de la cultura liberal latinoamericana.

La segunda cuestión, a la que el autor se aboga más específicamente en este trabajo, concierne los factores que caracterizaron la referida crisis. En primer lugar, el hecho de que la crisis de 1808 acabara desembocando en una crisis constitucional permite llevar la cuestion al campo del constitucionalismo. No se trataba ya de la relación entre corona y territorios, sino de cuestionar (desde el punto de vista de la constitución integral de la monarquía) la relación entre la nación, sus poderes constituidos y el conjunto de territorios que conformaban toda su geografía. En segundo lugar, el protagonismo alcanzado en las primeras fases de la crisis por esos mismos territorios, unido al hecho de las extraordinarias dimensiones de la nación definida en 1812, implicó que la relación entre nación, soberanía y territorios se convertiera en uno de los principales problemas que tuvo que resolver el incipiente constitucionalismo español. En tercer lugar, el distinto tratamiento que se dieron los territorios peninsulares a sí mismos y el que ofrecieron a los ultramarinos desde el inicio mismo de la crisis, conllevó, a su vez, a una tensión entre autonomía e independencia.

El próposito del autor es considerar críticamente los límites de aquella primera formulación de constitucionalismo, para llegar a una comprensión crítica del liberalismo euroamericano. Si los resultados del experimento del Estado en el Átlantico hispano son tan disonantes respecto a la ortodoxia liberal, es muy probable que los problemas se enmarcasen en los límites de la teoría liberal más que en la inadaptación de los herederos de la monarquía católica para la modernidad. A pesar de que los expertos en la ciencia o la práctica de la política así como los historiadores solemos suponer al constitucionalismo liberal como un suelo ideológico construido en oposición al privilegio y que procura la libertad, hay la posibilidad de que éste concibiera también, sin mayores problemas morales, la posibilidad de la desigualdad entre pares. Además, el experimento gaditano, así como otros experimentos americanos que de la misma manera buscaban recomponer el cuerpo político, prueba que el constitucionalismo en sus orígenes fue también “transnacional”, un fenómeno impensable para la teoría y la práctica del Estado-nación.

Otro de los rasgos permanentes de ese constitucionalismo sobre el que insiste el autor a lo largo del libro comparando la experiencia americana y vasca, fue la incapacidad del primer liberalismo hispano para comprender la autonomía como un fenómeno político integral que fuera más allá del propio espacio. Esto lo hace no sólo desde una perspectiva metropolitana, sino también desde otras generadas por quienes reclamaban autonomía propia, como evidencia la relación entre autonomía y pueblos indígenas, estudiada en el último capítulo. La confrontación de la experiencia vasca –que el autor analiza más en profundidad en otro texto [2] - del tránsito de la monarquía hispana a España, muestra que era perfectamente posible adecuar autonomía y nación. El sueño criollo de compartir nación y monarquía con España sobre la base de la autonomía e igualdad en la representación, era perfectamente factible. El punto es de notable relevancia para entender los orígines de la nación española, ya que ésta no comenzó teniendo que enfrentar una cuestión vasca o catalana, sino americana.



 

[1] Revolución de nación. Orígines de la cultura constitucional en España, 1780-1812, Madrid, CEPC, 2000.

[2] El sueño criollo. La formación del doble constitucionalismo en el País Vasco y Navarra, 1839-1876, San Sebastián, Nerea, 2005.

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* Reseña publicada en la revista Nuevo Mundo. Mundos Nuevos.

 

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