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Ecce Comu. Cómo se llega a ser lo que se era, de Gianni Vattimo
Buenos Aires: Paidós, 2009, 131 págs.
Ricardo Milla | Pontificia Universidad Católica del Perú
El libro Ecce Comu de Gianni Vattimo (1932-) [1] es, junto a Nihilismo y emancipación [2] , uno de los escritos políticos de la designada “tercera etapa” del autor de Turín o, como preferimos decir, del “último Vattimo”. Polémico tanto como en su tiempo lo fueron el Conde Joseph de Maistre o Friedrich Nietzsche, que frecuentaron las mismas calles de Turín, Vattimo, reconocido como fundador de la “hermenéutica nihilista”, llega a al interés filosófico-político luego de un largo tránsito, influenciado por la esfera estética de sus clases en la Universidad de Turín. Ha transitado desde unas iniciales reflexiones acerca de Nietzsche y Heidegger, pasando por sus ideas de un “pensamiento débil”, la posmodernidad, el fin de la modernidad, la telemática, el “Dios débil” y la kenosis (en su retorno al cristianismo católico y su polémica filosofía de la religión), hasta llegar a una filosofía cercana a la reflexión política; digámoslo así: un intento de filosofía política para su hermenéutica nihilista. Este tardío interés por la reflexión política se une a su inicial compromiso social. Vattimo ha tenido una vida política activa, ya sea en los grupos católicos a los que perteneció en su juventud o en los grupos de izquierda en que militó luego. Inició su trayectoria política en el Partido Radicale, después en Alleanza per Torino (Olivo), luego perteneció a los DS (Democratici di Sinistra). Recientemente militó en el Partito dei Comunisti Italiani (cfr. pp. 36 y ss.). Desde el 2009 cumple con su segundo periodo como diputado en el Parlamento Europeo [3] por el partido Italia dei Valori como miembro del Grupo de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa. Es, pues, notable la actividad política del filósofo italiano. Pero entonces, ¿por qué llegan tarde sus reflexiones políticas? Tal vez no demasiado tarde, pues en la hermenéutica nihilista la verdad se asoma desde la experiencia social [4] . Vamos ahora a Ecce Comu, un escrito en el cual Vattimo proclama que no sólo es posible (volver) a ser comunista sino que se debe, como intento de delinear una filosofía política débil o “debilista”. Trataremos de dar luces sobre lo que podría ser un proyecto de hermenéutica política basada en el pensamiento débil.
Preguntemos: ¿Es posible (volver) a ser comunista luego de la experiencia Lenin-Stalin-Mao y de la caída del Muro de Berlín? Vattimo organiza su libro en dos partes. La primera lleva como título: Una larga marcha a través de las oposiciones; se trata de una colección de siete ensayos publicados en diarios italianos y conferencias en Congresos de Filosofía. Es, como él mismo dice, “una “huella” de la “breve marcha”, la del período del Parlamento europeo” (pág. 14). Se observa a un Vattimo que creía en el proyecto de la Unión Europea; que postulaba a Europa como la vía alternativa al capitalismo norteamericano; como un Vattimo renegado del Imperio que tiene como sede a Estados Unidos; que no cree en ninguna guerra “santa” sino en la guerra contra el poder global económico; se muestra un Vattimo cada vez más antinorteamericano, denunciando el “Imperio mundial único”, para terminar proponiendo un comunismo “ideal” (cf. págs. 119 y ss.) como motor para salir del capitalismo y de la democracia “normal” y hallarnos en una democracia subversiva, no violenta, no revolucionaria. La primera parte de Ecce Comu es el “progresivo” retorno de Vattimo al comunismo. La segunda es su propuesta: un comunismo sui generis. Veamos.
Son 23 pequeños ensayos los que conforman la sección segunda de Ecce Comu que se plantean como argumentos persuasivos, retóricos para “dar razones” para (volver) a ser comunistas. Para Vattimo la situación actual de la democracia es –usando jerga kuhniana- “normal” (cfr. págs. 53 y ss.). El problema se halla en la voluntad de los teóricos respecto a la democracia: La dejan trabajar sin más. No hay crítica. No hay búsquedas de mejoras. No se permiten alternativas. Los políticos mismos, en vez de ser la voz de los débiles, se dedican a perseguir a los cismáticos. Hay una falta de vanguardia en la política, una falta de disidencia; poco le falta a los gobiernos italianos para ser “regímenes”, en tanto sistemas de gobiernos cerrados, a juicio de nuestro filósofo. La respuesta a la vocación vanguardista de la política es, para Vattimo, volver a ser comunista. Para ello nuestro autor, situado en su propia circunstancia política: la italiana, se muestra en contra de esa “misión de paz” que se creó para apoyar la invasión en Afganistán (lo mismo que ocurriría con el apoyo a la guerra en Irak). No sólo por la nefastas consecuencias que habrían –y que ahora ya las vemos- sino también porque el recorte estatal en pos de aumentar el presupuesto de defensa deterioró el apoyo al sector salud y educación. Lo peor del asunto es que la izquierda italiana, desplazada al centro y no muy diferente en la práctica a la derecha, apoyó esa “misión de paz” convocada por la OTAN. Así, declara Vattimo, “Es muy probable que la izquierda desaparezca durante muchos años” (pág. 65). Este apoyo de la izquierda al “sistema”, que sería inevitable en la política italiana y, quizá, europea, se debe a que las democracias europeas están “cerradas dentro del horizonte de la economía capitalista liderada por Estados Unidos” (pág. 66). En este sentido es que el turinés habla de una “cubanización” de Europa; Estados Unidos ha “embargado” a Europa, en tanto que ella ha dependido largo tiempo de la economía norteamericana y no tiene a donde ir. Escribe el turinés: “Una vez más, si esto […] no es un régimen, nos falta muy poco. La democracia, tal como todavía se nos predica (y se impone en Irak), está prácticamente en coma” (pág. 67).
Más adelante Vattimo se refiere al evento 9/11: la caída de las Torres Gemelas de Wall Street, y lo compara con el atentado terrorista de Oklahoma City, en que un estadounidense hizo estallar un edificio de oficinas federales. El autor del atentado declaró que actuó de tal manera en venganza por la matanza de Waco: Aquella vez en que el FBI asesinó a “ocupantes ilegales”: “Por lo que sabemos de este episodio [la matanza de Waco], se trató de un acto de sumisión a la razón, de compactación disciplinaria de una sociedad que, simplemente, se siente amenazada por cualquiera que no comparta su estilo de vida, sus expectativas y sus ideales consumistas” (pág. 76). Es decir, que en la “madre de todas las democracias”, como llamó con ironía alguna vez a EEUU Vittorio Zuccone (pág. 39), hay una animadversión hacia todos aquellos que no son como “ellos”, esa incomodidad poco “solidaria” respecto a los “otros”, a los “no-nosotros”. Para Vattimo ha habido un evento, con todo el sentido heideggeriano que connota esta palabra, luego de 9/11: Irak. Irak se alza, acaece como evento, se instala como una verdad. “El Evento Irak”. Luego del “Evento Irak” no es posible volver a pensar la democracia liberal y el capitalismo de la misma manera. Los abanderados de la libertad se muestran como verdaderos metafísicos: Imponen el ser verdadero al resto, a los “otros”. Esa imposición no es meramente discursiva, es efectivamente violenta, violenta por las armas, por las armas tecnológicas.
Vattimo ve con urgencia, frente a este horizonte, regresar a las reflexiones de Marx. Marx preveía que la revolución del proletariado vendría cuando el poder capitalista sea intolerable. Ese proletariado ha desaparecido, se ha disgregado (cfr. págs. 119-121). Vattimo ya no cree en la dictadura del proletariado ni en el historicismo teleológico positivista del marxismo. A lo que el “debilista” apunta es a que “el impulso de volver a ser comunistas tiene que ver con que el poder capitalista […] se ha hecho intolerable y, por lo tanto, suscita (o puede suscitar) la rebelión del “proletariado” mundial” (pág. 79). El (nuevo) proletariado se ha develado en Internet, en la Babel informática actual. Es desde el plano virtual en que, sin distinción de clases ni conciencia de éstas, el “proletariado” mundial se ha manifestado contra la invasión de Irak. Vattimo ve aquí una señal o, para decirlo más oscuramente, presiente el relampagueo del evento que nace del Ge-Stell. Este nuevo proletariado es un proletariado “minimalista”, sin consciencia de clase y sin lucha de clases; una mera masa anárquica: Da origen a este nuevo comunismo anárquico y sui generis. Y es en este momento en que Vattimo, sentado en el centro del globo, se cuestiona: “¿qué hacemos con los condenados de la tierra?”, “¿Ex Oriente salus?” (pág. 81).
Entonces, ¿por qué no podemos creer más en la democracia “normal”? Porque tenemos la sensación de que está acaeciendo en los gobiernos y regímenes occidentales una nueva forma de autoritarismo, de totalitarismo, de “fascismo” que tiene como carta de presentación el tema de la seguridad, que ha llevado a los “demócratas y sus amigos” a movilizarse a Irak y dominar el tipo de política (“correcta”) que se debe dar en el globo. Pero además, “A ello se suma la constatación de que hasta ahora, después de una década de globalización y de liberalismo, las promesas de mayor bienestar no se han cumplido ni siquiera en la capital del imperio, Estados Unidos” (pág. 82). Por lo tanto, “Ya “no podemos” pensar […] que el capitalismo democrático de estilo occidental sea una vía lo bastante segura para alcanzar bienestar y mayor libertad” (págs. 82-83). Con ello, para Vattimo el futuro que nos espera es oscuro, lleno de tinieblas y de incertidumbre, quizá en el borde casi (¿ya?) comenzado de una “guerra infinita”, para usar la infeliz frase de Bush. La filosofía para pasado mañana operada por Vattimo es trágica y pesimista. ¿Qué más le queda?
Ante este panorama, nuestro filósofo apuesta por un anarcocomunismo o un comunismo libertario. Sí. Comunismo y anarquismo (págs. 84 y ss.). Esto se debe a que, “a todas luces”, en el régimen actual no se vislumbra una salida a los riesgos a los que nos estamos aproximando. Por lo que, “es necesario poner en marcha procesos que destruyan este orden” (pág. 84). Anarquismo, entonces, anarquismo. Pero débil. “Evolución y no revolución” (pág. 85) más desde la zurda. Un anarquismo nihilista: No hay verdades eternas que trasciendan la historia, no hay leyes naturales ni algo así como derechos humanos universales que trasciendan voluntades, sino “auctoritas, nom veritas, facit legem” (ibid.). ¿Un Vattimo decisionista? La sombra de Carl Schmitt se proyecta discretamente junto a la de Heidegger y a la de Nietzsche. Vattimo habría virado hacia un comunismo que nada tiene que ver ni con el liberalismo norteamericano ni con el comunismo real de la Unión Soviética.
Pero además constatamos que “Cuando discuto –nos dice abiertamente- con los “liberales” de la izquierda, siempre descubro, sin grandes dificultades, este espíritu racionalista” (pág. 86). Este racionalismo se agudiza cuando se trata de los derechos humanos, en especial de los que no están escritos. Para Vattimo se trata de los discursos de los liberales de izquierda: Un discurso metafísico obsesionado por “la verdad”, por proteger y garantizar el statu quo, el stablishment (pág. 89). Y de nuevo Vattimo regresa al “Evento Irak”: “También es racionalista la pretensión de imponer en todo el mundo la “democracia” por la fuerza de las armas, como sucede en Irak. Mejor dicho, ha sido esta guerra la que nos ha llevado a mucho de nosotros a considerar con extrema cautela la cuestión de los derechos humanos” (pág. 88). El mismo Vattimo más adelante, haciendo alusión a San Pablo, indica: “Para muchos de nosotros, el momento de la reconversión al comunismo ha sido la guerra iraquí” (pág. 89); Irak ha sido nuestra caída del caballo camino a Damasco.
Mencionábamos al “comunismo real”. Éste es el comunismo histórico acaecido, principalmente, en Rusia: Lenin y Stalin. Vattimo con ello rehúye del Marx positivista y cientificista, del marxismo qua ciencia. Así, el turinés sigue fiel a lo que ha llamado “comunismo ideal”, el cual quiere recuperar (pág. 106), para postular un comunismo posmoderno: “Desde un mundo en que el desarrollo nos está estrangulando empezamos a percibir la necesidad de un comunismo exento del mito del desarrollo y que no aspire a instaurar una economía socialista garantizada “científicamente”” (pág. 91). Por ello, dice con toda sinceridad: “vuelvo a ser comunista porque soy un filósofo “debilista”” (ibid). De esta forma es que “el pensamiento débil” del profesor Vattimo da un giro ¿inesperado? hacia la política. Su “pensamiento débil”, muestra más original de su hermenéutica nihilista, nos lleva a distanciarnos del mundo correcto –de la “retórica política del desarrollo y la democracia”- para optar por una “posición marginal”, alternativa, en los márgenes (pág. 93). ¿Por qué “marginal”? Pues el pensamiento débil se ha transformado en el pensamiento de los débiles, de los perdedores del juego de la historia (tal como lo enseñaba Benjamin [5] ). De esta forma, el actuar cristiano es la forma privilegiada de este pensar de los débiles, de aquellos que esperan y que “merecen sobrevivir como pasado todavía abierto y cumplido” (pág. 95). Vattimo es y ha sido “catocomunista”.
Ahora bien. Si se postula un “comunismo ideal”, ¿qué hacer con la “revolución”? Como es de imaginar, la revolución no es más para Vattimo una vía para el “paraíso comunista”. Fundar la democracia no puede ser más por medio de un acto de fuerza violenta. El nuevo revolucionario tiene como paradigma a Chávez y a Lula: Revolución sin armas, sin violencia, sin compra de votos. Lo que pretende esta “revolución débil” es derrocar la democracia corruptiva y corruptora propia de la Europa y de los EEUU. El país del norte nos ha engañado haciéndonos creer que su sistema es “el único en el que se puede vivir” (pág. 100). Este engaño ha creado una “crisis cada vez más profunda” con respecto a la “fe en la democracia” (ibid.). Basándose en Roberto Mangabeira Unger, Vattimo propone una “high energy democracy” (pág. 110). El ejemplo en el que Europa podría basarse para lograr esa “democracia de alta energía” es la Venezuela de Chávez y la Cuba de los Castro pues “tiene[n] las características de un régimen “soviético” todavía no estalinista, pero auténtico” (pág. 112).
La referencia a los populismos latinoamericanos como modelo político es bastante polémico. No obstante, el “ejemplo latinoamericano” se basa en que los gobiernos citados son alternativos, no-universalistas, anticapitalistas efectivos y encarnan una empresa común para el bien del país, para la felicidad de la mayoría, no basado en la economía, sino en una mayor bienestar, en el reconocimiento del otro antes que el reconocimiento de su bolsillo. Dice Vattimo: “Por lo tanto, se trata de repensar el comunismo como ideal de una sociedad “justa” que, precisamente por serlo, no pueda pensarse como una sociedad “perfecta” y acabada que excluya cualquier transformación posterior, cualquier renovación desde abajo con los instrumentos de la democracia”. Se trataría –prosigue el turinés- “de una sociedad en la que los conflictos se gestionan como opiniones diversas sobre qué caminos deben tomarse; en la que no todos los intereses son necesariamente iguales, y en la que, como factor decisivo, no sólo prevalece la diferencia de clase, de riqueza o de poder relacionado con la propiedad” (pág. 107).
Vayamos hacia el final “no feliz” que nos ofrece Vattimo. Este comunismo ideal no puede basarse en una “verdad objetiva”, dada allá afuera de una vez por todas, eterna y universal, pues sería caer en la base autoritaria de la democracia “normal”. Brutalmente decimos: El comunismo libertario logra su cometido sólo si rechaza la metafísica. Nos hallamos en la Babel global, en una sociedad posmoderna caracterizada por el conflicto de interpretaciones, por lo que el comunismo libertario sólo puede presentarse sobre la base de una “concepción hermenéutica de la sociedad” (pág. 120). Si no nos basamos en el lema nietzscheano hermenéutico de que “No hay hechos, sólo interpretaciones; y también esta es una interpretación”, entonces la Babel telemática se vuelve homogeneizante y no emancipadora. Entonces la violencia metafísica del Ge-Stell (el mundo tecnológico) ¿dónde se revela? En el actuar de la democracia “normal”, en las leyes de mercado y en los derechos humanos (cfr. págs. 88 y ss.). De cara a esta realidad, el comunismo ideal se presenta como una interpretación; su verdad habita en la interpretación misma, en argumentar históricamente con referencia a la tradición y al consenso pragmático nacido del conflicto más que del diálogo. Porque, si esta propuesta se halla como “más verdadera” que la del liberalismo, como una descubrimiento objetivo de una realidad superior, entonces el riesgo del totalitarismo silenciante, tal cual lo practica la democracia liberal, sería latente. Sólo así es posible comprender que “cuando los derechos humanos quieren prevalecer como universales “objetivos” que todos deben respetar aunque no los “reconozcan”, se transforman en instrumentos de opresión” (ibid.). El diálogo liberal, con la ideología de los derechos, se perfila a neutralizar el conflicto, esto es, la capacidad de cambio y movimiento (cfr. pág. 86). Quien declara que conoce la verdad, tiene como el próximo paso imponérsela a los “otros”. Verdad y dominio van de la mano en un entramado metafísico [6] . Aún así, Vattimo desea reducir la violencia, pero sin instaurar una sociedad sin conflictos. De esta forma, el problema de la violencia como instauradora de historia no queda resuelto. Hace falta una teoría del conflicto, como propone en Addio alla verità [7] , como una forma de Verwindung (distorsión-torsión) del “pensamiento único”.
Ante este panorama “realista” que venimos de describir con Vattimo, la conclusión que se nos ofrece es que “El comunismo no tiene grandes posibilidades de instaurarse en un futuro previsible” (pág. 123). La intención de Ecce Comu habría sido constatar tanto “el fracaso del capitalismo y de las democracias formales” como el “retorno del comunismo “auténtico” (ibid.). No ha tratado Vattimo de dar una “solución” ante el estado presente de cosas. Más aún: Si el cambio llega, el viraje de un mundo unipolar a uno multipolar, de la muerte de la democracia capitalista liberal, sólo podrá ser posible gracias a un “evento”, por un acaecimiento del ser en tanto apertura y un darse en las cosas. El cambio no se logrará por medio de un actuar humano sin más, aunque ello no suponga un mero quietismo. Hay que esperar el evento, estar atentos a los signos de los tiempos, “escucharlos y descífralos” (pág. 125) comprenderlos e interpretarlos atendiendo a los mensajes que vienen del pasado… El evento nos llama y nos convoca, no es un simple presente, sino una espera a lo que está por venir y que, quizá, sea la espera de un retorno que vibra en los nervios de las cosas, como espectros, fantasmas: “Hermenéutica espectral” [8] , aunque Vattimo no esté muy de acuerdo.
[1] Una versión inicial con escasos ejemplares y sin distribución comercial apareció en La Habana en 2006. G. Vattimo, Ecce Comu, La Habana, Ciencias Sociales, 2006. No hay cambios significativos entre la edición de 2006 y la actual.
[2] S. Zabala (comp.), Gianni Vattimo. Nihilismo y emancipación. Ética, política y derecho, Barcelona, Paidós, 2004, 198 págs.
[3] El primer periodo como parlamentario europeo fue del 20 de julio de 1999 hasta el 19 de julio de 2004 por el partido Democratici di Sinistra.
[4] Para una biografía “oficial” de Vattimo, G. Vattimo (con P. Paterlini), Non essere Dio. Una autobiographia a quattro mani, Regia Emilia, Aliberti Editore, 2006.
[5] Cfr. W. Benjamin, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, México, Editorial Itaca, 2008, 118 págs.
[6] Cfr. V. S. Rivera, “Ex Oriente Salus! Pensar desde el margen”, en VV. AA., Ontología del declinar. Diálogos con la hermenéutica nihilista de Gianni Vattimo, Buenos Aires, Biblos, 2009, págs. 311-334.
[7] Cfr. G. Vattimo, Addio allà verità, Roma, Meltemi, 2009, pág. 121.
[8] J. D. Caputo, “Hermenéutica espectral: sobre la debilidad de Dios y la teología del acontecimiento”, en G. Vattimo y J. D. Caputo, Después de la muerte de Dios. Conversaciones sobre religión, política y cultura, Buenos Aires, Paidós, 2010, págs. 75-134.