Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades | Otras reseñas, noviembre 2011
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El fin de la misión del arte. Una revisión de las Lecciones sobre estética de Hegel [*]
Dra. Arq. Jimena P. Cutruneo [1]
En 1835 (cuatro años después de su muerte) se dan a conocer reordenadas por sus alumnos las lecciones sobre estética (Vorlesungen uber die Aesthetik)[2] impartidas por Hegel en la Universidad de Berlín durante los años 1818-19. Dicha publicación debe pensarse dentro del marco de su filosofía del espíritu que junto a lógica y a filosofía de la naturaleza conforman las tres partes fundantes del sistema de pensamiento hegeliano.
Todo su sistema plantea una evolución dialéctica del espíritu en tres momentos: el de la idea (espíritu subjetivo), el de la negación de la idea (espíritu objetivo), y el de la negación de la negación (espíritu absoluto) fase en la que dicha substancia adquiere conciencia de su naturaleza racional y toma posesión de su propia libertad. En este devenir dialéctico la filosofía del espititu alcanza el estadío de más alto desarrollo, estadío que incluye al arte.
Este proceso, que como tal implica un devenir temporal para la autorrealización de la idea, es explicativo de cada uno de los elementos de su filosofía y organiza a su vez las fases de su desarrollo.
En este sentido, el espíritu subjetivo refiere al surgimiento de la conciencia individual y su progresiva elevación hasta las formas más altas de la voluntad y el pensamiento. Elevación que da lugar a una nueva tríada dialéctica: alma (actividad vinculada al individuo y a las condiciones ambientales), conciencia (actividad que reflexiona sobre sí misma y llega a la autoconciencia), y razón (manifiesta su propia universalidad en el conocimiento teorético en el obrar práctico y en la voluntad libre)
El espíritu objetivo, se despliega en instituciones históricas concretas, que tienden a llevar a efecto la unidad de la voluntad libre (o universal) con la voluntad singular. También este espíritu origina una tríada dialéctica constituida por 3 esferas de espiritualidad: derecho (el espíritu es persona frente a otras personas, el derecho nace justamente del conjunto de acciones y reacciones mutuas entre ellas), moralidad (el espíritu se revela como sujeto, animado por una voluntad particular que tiende a transformarse en universal., y ética -o moral social- ( el espíritu se convierte en espíritu de un pueblo, en una sustancia en la que ser y deber ser coinciden ya).
Finalmente, el espíritu absoluto constituye la totalidad de la vida espiritual de la existencia, queda superada toda antítesis entre espíritu como individuo y la vida supraindividual. También se realiza a través de una tríada dialéctica: arte, religión y filosofía, cuyos 3 momentos integran, en su totalidad, la autoconciencia viva del espíritu del mundo (substancia divina del universo)
La estética hegeliana se mueve en tres niveles de reflexión: la idea de lo bello en general; las formas particulares o históricas que reviste lo bello en el arte; y los sistemas de las artes particulares.
De lo bello en el arte
Para Hegel el arte es la expresión en formas sensibles del espíritu divino. La religión, su expresión en formas representativas. La filosofía es la autoconciencia absoluta del espíritu y como tal constituye el núcleo conceptual del arte y la religión.
La belleza tiene un contenido racional preciso; por lo tanto una ciencia del arte no pude fundarse simplemente en las formas del arte, sino que debe hacerlo en la esencia del mismo, es decir en la idea, que en lo bello se manifiesta en forma sensible. La belleza esta constituida por la armonía de la forma con la idea.
Para el artista “la idea constituye su sustancia más íntima y le hace sentir un irresistible necesidad de representarla”(p.229). La idea nace en él y de él conteniendo la esencia del espíritu de su tiempo, de su pueblo y de sus creencias religiosas.
La belleza deberá revelarse ante todo en la naturaleza, mundo de la inmediatez y de la alineación, pero en ella se hallará privada de los caracteres de libertad e idealidad, propios de la verdadera belleza. Este grado inferior, que aun no es arte, constituye la belleza natural.
La belleza artística posee, en cambio, una realidad propia, superior a la realidad empírica, por cuanto está libre de todo vinculo con el mundo exterior. La belleza artística implica una actividad productiva y creadora.
Esta definición de la belleza permite superar la concepción naturalista del arte, ya que, así concretado, lo bello no puede existir en la naturaleza, sino exclusivamente en el espíritu. La belleza natural, la mera simetría de las cosas externas no es aun la unificación artística en la que debe consistir el ideal del arte; es precisamente su negación.
Hegel distingue 3 fases en la actividad artística de la humanidad, tres momentos claves en el desarrollo estético que puede describir en cada uno de las cinco artes particulares:
1- el arte simbólico en el que prevalece el dato sensible, la intuición inmediata e irreflexiva de la cosa que al no poder explicarse en el objeto ideal, se transforma en símbolo, en alusión a algo más general.
2- el arte clásico en el que el esfuerzo para adecuar la forma al significado, el sujeto al objeto, lleva a la completa objetivación de la subjetividad del artista (el carácter del arte clásico consiste en la claridad, la serenidad, la superación de cualquier agobio o tensión)
3- el arte romántico en el que el espíritu insatisfecho de la forma de adecuación que lo ha constreñido durante la fase precedente, predomina sobre la expresión corpórea, tenida por insuficiente. En esta fase –la más completa-, el espíritu se retira desde el exterior hacia el interior, en un proceso dialéctico más intimo y compacto. Esta tercera forma histórica de lo artístico no es el arte del romanticismo decimonónico, sino el de la espiritualidad medieval.
División de las artes
Para Hegel el arte se dirige tanto a los sentidos como al espíritu, de allí que “la división de las artes particulares deba apoyarse en el sentido al que ellas se dirigen y en los materiales sensibles que le correspondan” (p.237); esta clasificación surge de la naturaleza misma de la obra de arte y su relación con aquellos estadíos de evolución de la idea. Si el arte tenía como fin la representación del ideal, del absoluto, del espíritu, su clasificación surge de la mayor o menor capacidad de cada una de ellas para expresarlo, es decir del menor o mayor grado de espiritualidad, lo que supone al mismo tiempo la asociación con los grados de desarrollo históricos que plantea.
La arquitectura es la primera de las artes por lo cual en ella todavía hay una relación exterior entre la idea y sus modos de representación. Sus materiales son la materia propiamente dicha, no animada por el espíritu, trabajadas solamente por las leyes de la tectónica, por líneas y formas de la naturaleza exterior “...dispuestas con regularidad y simetría, de manera de conformar, en su unión, una obra de arte que ofrezca un simple reflejo del espíritu” (p.239).
En ese camino ascendente hacia la espiritualidad clasifica a la escultura, la pintura, la música y la poesía.
Estas cinco artes forman el sistema de las artes reales. Después de ellas existen para Hegel otras artes (arte de los jardines, danza, etc.) pero que el considera no deben ser objeto de estudio de la filosofía por tratarse de géneros mixtos que no ofrecen un verdadero grado de perfección.
El fin de la misión del arte
Si para Hegel “El arte tiene por principio fundamental la unidad de la idea y la forma, al mismo tiempo que la identificación del pensamiento personal del artista con el tema y con el objeto de su obra, es más, es el modo determinado de esta unión el que nos da la regla fija para clasificar y juzgar todas las manifestaciones sucesivas del arte...” (p.228); después de esta fase el arte dejara de existir, porque se disolverá la armonía perfecta entre forma e idea en que consiste la belleza artística.
Hegel sostiene que: “Cuando el arte ha manifestado en todas sus fases las concepciones que han sido la base de las creencias de la humanidad, cuando ha recorrido el circulo entero de temas que le pertenecen, su misión, en relación a cada pueblo, a cada momento de la historia, a cada creencia determinada, está concluida.” (p.229).
De este modo cuando el arte, cuya “... finalidad es la de encontrar para el espíritu de un pueblo la expresión artística más conveniente” (p.228), llega a la cumbre de esa manifestación sensible de lo absoluto su misión emancipadora llega a un fin, aunque "... seguramente cabe esperar que el arte no dejará nunca de elevarse y de consumarse, pero su forma ha cesado de ser la exigencia suprema del espíritu" (citado en Heidegger, 1995, p.69).
Sólo en este sentido Hegel habla de la muerte del arte, de su condición pasada. Y de la necesidad, en el mundo moderno, de pensar sobre el sentido del arte ya superado en su época de esplendor como belleza sensible. El arte como creación de la bella forma ya aconteció. La modernidad entonces deberá dedicarse a una filosofía del arte. Sólo queda una reflexión filosófica sobre la historia y el significado del arte que ya se ha cristalizado como forma más alta de la expresión de la verdad.
“En nuestros días, en casi todos los pueblos, el desarrollo de la reflexión, la crítica y, particularmente en Alemania, la libertad filosófica se han adueñado de los artistas. Todos los estadíos del arte romántico han sido recorridos, ellos han hecho tabla rasa a su espíritu. El arte se ha convertido en un instrumento libre que cada uno puede manejar convenientemente, según la medida de su talento personal, y que puede adaptarse a toda clase de temas sean de la naturaleza que fueran. El artista se encuentra por ello por debajo de las ideas y de las formas consagradas. Su espíritu se mueve en su libertad, independiente de las concepciones y las creencias en las cuales el principio eterno y divino se ha manifestado a la conciencia y a los sentidos” (p.229).
Bibliografía
-Geymonat, Ludovico. Historia de la filosofía y de la ciencia. Barcelona, Crítica (Grupo Grijalbo), 1985.
-Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. Esthétique, tome premier, Paris: Librairie Germer-Baillère, 1875, deuxième édition, 496 pages. (1835, posth.) Traduction française de Ch. Bénard Docteur ès lettres, ancien professeur de philosophie dans les lycées de Paris et à l’École normale supérieure. Édition électronique complétée le 30 mai 2003 à Chicoutimi, Québec.
-Heidegger, Martín. "El origen de la obra de arte" en Caminos de bosque, Madrid: Alianza, 1995.
-Ierardo, Estean. “Arte y filosofía en Hegel” en Diaporías, Revista de Ciencias Sociales Nº 5, Buenos Aires, noviembre 1995.
[*] Una primera versión de este artículo se publicó en Cuaderno del Laboratorio de Historia Urbana, N° 2, Ana María Rigotti, (Dir.). Rosario, enero de 2009, pp. 10-12.
[1] Nota biográfica: Jimena P. Cutruneo. Doctora en Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, Argentina, año 2011. Arquitecta, Facultad de Arquitectura, UNR, (cum laude, 2003). Becaria de postgrado CONICET (2005-2010). Miembro del Centro Universitario Rosario de Investigaciones Urbanas y Regionales de la FAPyD-UNR (desde 2003). Docente de Historia de la Arquitectura en la FAPyD-UNR. Las publicaciones y principal línea de investigación se centran en el mercado inmobiliario de viviendas y las primeras formulaciones teóricas de la Arquitectura Moderna. E-mail de contacto: E-mail
[2] Las citas de páginas corresponden a la edición: Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. Esthétique, tome premier, Paris: Librairie Germer-Baillère, 1875, deuxième édition, 496 pages. (1835, posth.) Traduction française de Ch. Bénard Docteur ès lettres, ancien professeur de philosophie dans les lycées de Paris et à l’École normale supérieure. Édition électronique. Document produit en version numérique par M. Daniel Banda, bénévole, professeur de philosophie en Seine-Saint-Denis et chargé de cours d’esthétique à Paris-I Sorbonne et Paris-X Nanterre. Édition complétée le 30 mai 2003 à Chicoutimi, Québec. Disponible en:
https://www.uqac.uquebec.ca/zone30/Classiques_des_sciences_sociales/index.html