Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades | Otras reseñas, noviembre 2011
Sección digital Otras reseñas
Viviendas y pensamiento contemporáneo en La buena vida. Visita guiada a las casas de la modernidad de Iñaki Ábalos
Dra. Arq. Jimena P. Cutruneo [1]
El libro de Ábalos La buena vida. Visita guiada a las casas de la modernidad[2] recorre una serie de casas que recomponen y evidencian la heterogeneidad de posturas de los arquitectos modernos en un estudio que vincula arquitectura doméstica y pensamiento contemporáneo. Elocuente de esa relación resulta el Mies van der Rohe nietzscheano expuesto en la primera de las siete estaciones que propone Ábalos: “La casa de Zaratustra” sobre la que nos detendremos en esta reseña.
Este primer capítulo se centra en el análisis de las casas – patio dibujadas por Mies van der Rohe entre 1931 y 1938, intentando descifrar las intenciones y el sentido de esa investigación que se corresponde con algunos principios espaciales y constructivos del Pabellón de Barcelona. (p.20)[3]
Su análisis, como lo anticipa en la introducción, intenta explicar la experiencia de habitar esos espacios, y en este caso la ausencia de cliente permite deducir los motivos de esta experimentación, de la postura y las conclusiones a las que pudo haber llegado Mies con ella. Así afirma que “... al reproducir con nuestra fantasía la experiencia de habitar estos espacios se hace emergente la tentación de proyectarlos junto a él, de interiorizar sus razones y objetivos ¿qué pensaba Mies?¿Por qué inició esta larga investigación sin cliente?” (p.20)
El título del capítulo anticipa la filiación miesiana entre arquitectura y filosofía. ¿Por que La casa de Zaratustra? El texto vuelve una y otra vez sobre conceptos trabajados por Nietzsche que explican el sujeto miesiano para quien fueron pensadas estas casas. Y también a través de estos conceptos explica el distanciamiento de Mies de la cultura positivista que, según Ávalos, siempre se asoció a la modernidad.
Respecto al distanciamiento del positivismo, y en consecuencia, del espíritu que acompaña el proyecto moderno, Ábalos sostiene que en la obra de Mies se produce una distancia respecto de los objetivos de sus contemporáneos que buscaban tipologías sistematizables de bajo costo, buen aprovechamiento del terreno, etc.
“En las investigaciones de estos arquitectos (...) la casa pasa a ser un objeto producido en serie, a imagen y semejanza del Ford T, el gran paradigma de la industrialización. Nada de ello encontramos en Mies.” (p.21)
Mies rechaza el objeto producido en serie y sus proyectos individuales se alejan completamente de la idea de repetición estandarizada. Su búsqueda plantea la agrupación de unidades siempre diferentes, individualizadas donde lo único permanente es el sistema empleado para materializarlas. Lo importante es la idea de individualizar el sistema, para lo cual trabaja con pocas variables relacionadas entre sí que le permiten llegar a resultados absolutamente diversos; por tanto muy distante del existenzminimun.
El paralelismo entre la obra de Mies y el pensamiento nietzschiano se alinea con la fascinación por revisar tópicos de la cultura griega y helenística que desde El nacimiento de la tragedia Ábalos adjudica a alemanes como Spengler y Jaeger. Mediante la referencia de sus casas-patio a las casas pompeyanas fundada en la tesis de Ravetllat se explica el alejamiento de una visión absolutamente funcionalista. De este modo la obra de Mies refuta la idea de que la casa de la modernidad es pensada desde el positivismo.
Pero si el cliente anónimo de Mies no refiere a las búsquedas de estandarización promovidas por la industrialización capitalista, Ábalos intenta responder ¿hacia que abstracción de hombre se dirigen estas casas?.
Para entender la naturaleza de la vida moderna, Mies renuncia a la memoria que de sí misma tiene la casa; renuncia a la familia, a la privacidad y a la representatividad.
La Casa con 3 patios de 1934 resulta un ejemplo óptimo para profundizar este análisis. Su condición de casa para un único habitante (hombre) deja vislumbrar, aunque sin ser mencionado por Ábalos, a un Mies cercano al Nietzsche de Humano demasiado humano, que atiende únicamente a su individualidad. Esta es una casa que oculta a quien la habita y le permite desarrollar dentro una vida completamente libre al margen de toda moral y tradición. La casa es un imperio del yo remitiendo al “superhombre” que reconstruye su posición ante el mundo, un hombre de primera clase.
En Nietzsche, la muerte de Dios y la metafísica occidental marcan el principio de la voluntad de poder que tiene el superhombre y la teoría del eterno retorno es su conclusión positiva. Esta hipótesis aunque angustiosa en un comienzo instala al hombre en el gozo impulsándolo a entender la intensidad de cada instante lo que supone un compromiso con el presente de modo que siempre quisiera repetir la experiencia. El eterno retorno es una recuperación de lo mutable, de lo perecedero.
Esto también explica la relación contemplativa que plantea Mies entre el hombre y la naturaleza en estas casas, donde la naturaleza es una representación artificial del mundo, una construcción artificial de la naturaleza que revela el espectáculo de la eterna sucesión de lo mismo, la circularidad del tiempo “natural”, frente a la linealidad del tiempo histórico positivista.
El sujeto miesiano huye de la ciudad aunque es un hombre de costumbres sociales intensas y en este sentido también se relaciona con el superhombre cuyo ascetismo inicial forma parte del mismo proceso de autoconstrucción que le permite desligarse de las ataduras de la moral. Es la idea del aislamiento para la expansión.
La materialidad también refiere al eterno retorno contrariando la linealidad del tiempo moderno, la activación de la memoria a través de elementos como la chimenea, el uso de ladrillo, de materiales no propios de la época industrial. Hay subjetividad, afirmación de la diferencia que implica el poder elegir. Pero a la vez refuerza la inmanencia, la no trascendencia eliminando toda verticalidad. Cuestión que puede asociarse a un espíritu mundano que suprime toda divinidad afirmando el protagonismo del sujeto. La horizontalidad que también evoca la muerte de Dios se materializa a través de la luminosidad de idéntica intensidad. En la simetría horizontal señalada por Evans. Y en la organización de los materiales. El hombre es el protagonista.
El mobiliario diseñado por Mies no esta pensado para resolver el confort y lo funcional, sino apuntalando un valor artístico arquitectónico. Este “casi vacío” responde a las necesidades de un hombre mundano que no necesita demasiadas pertenencias. En este sentido podría pensarse que Mies retoma la idea de elección planteada por Nietzsche en Sobre la utilidad y los prejuicios de la historia para la vida, donde de alguna manera se hace una apología del olvido como condición fundamental de la felicidad; en este mismo sentido para encontrarse a sí mismo, el hombre ideal miesiano, no puede estar rodeado de objetos en cantidad; así lo pregona su célebre frase “menos es más”.
Según Ábalos, estos proyectos de Mies son un ejercicio de proyección de su yo en el espacio privado; devolviendo “a la subjetividad, al pensamiento filosófico un papel fundamental en el proyecto de la casa (...) manteniendo así una deuda manifiesta con Nietzsche, pero también con Mies quien supo detectar con certeza las carencias del proyecto moderno.” (p.35).
Bibliografía
-Abalos, Iñaki. La buena vida. Visita guiada a las casas de la modernidad, Barcelona, Gustavo Gilli, 2000.
-Evans, R. “Mies van der Rohe’s Paradoxical Symmetries” en AA Files, Nº19, Primavera 1990.
-Evans, R. Translations from drawing to Building and other Essays, Londres, Architectural Association, 1997.
-Nietzsche, F. Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie. (1883-91), Madrid, Alianza, 1972.
-Nietzsche, F. Humano, demasiado humano. (1878) Edaf, Madrid, 2003.
-Nietzsche, F. Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida. (1844-1900) Córdoba, Alción Editora, 1998.
-Ravetllat, Pere Joan. La Casa Pompeyana : Referencias al conjunto de casas-patio realizadas por Ludwig Mies van der Rohe en la década de 1920-1940, tesis doctoral (inédita) ETSA, Barcelona, 1993.
[1] Nota biográfica: Jimena P. Cutruneo. Doctora en Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, Argentina, año 2011. Arquitecta, Facultad de Arquitectura, UNR, (cum laude, 2003). Becaria de postgrado CONICET (2005-2010). Miembro del Centro Universitario Rosario de Investigaciones Urbanas y Regionales de la FAPyD-UNR (desde 2003). Docente de Historia de la Arquitectura en la FAPyD-UNR. Las publicaciones y principal línea de investigación se centran en el mercado inmobiliario de viviendas y las primeras formulaciones teóricas de la Arquitectura Moderna. E-mail de contacto: E-mail
[2] Abalos, Iñaki. La buena vida. Visita guiada a las casas de la modernidad, Barcelona, Gustavo Gilli, 2000. (4ª tirada, 2003)
[3] Si bien Ábalos menciona sólo esta obra de Mies, podemos sostener que esa búsqueda es constante y atraviesa distintos momentos de su producción (Casa de ladrillos –1924-, Pabellón para la Exposición de la Moda en Berlín –1927-, Pabellón para la Exposición de la Seda en Barcelona –1929-, Casa Tugendhat –1930-, Casa modelo para la Exposición Internacional de la Construcción en Berlín –1931-); y encuentra en las casas-patio, por su condición de ideales y por la experiencia previa acumulada, un momento de madurez.