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Vázquez Cienfuegos, Sigfrido: Tan difíciles tiempos para Cuba. El gobierno del Marqués de Someruelos (1799-1812)

Sevilla, Secretariado de publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2008. 525 pags

 

Consolación Fernández Mellén | Universidad del País Vasco

Producto de la tesis doctoral del mismo título que el autor defendió en la universidad de Sevilla en el verano del 2006 y que obtuvo la máxima calificación, el presente trabajo constituye una aproximación a la historia político-militar y socio-económica de la isla de Cuba en la primera década del siglo XIX. A partir del análisis de una abundante documentación −localizada fundamentalmente en archivos españoles y cubanos− el doctor Vázquez Cienfuegos logra dilucidar en este libro cuáles fueron las claves del gobierno que el capitán general Salvador José Muro y Salazar, marqués de Someruelos, desarrolló en la mayor de las Antillas entre 1799 y 1812, las cuales permitieron que la isla continuase bajo soberanía española en un momento crucial en el que el desarrollo de los acontecimientos en la península y en el propio continente americano abrieron por primera vez la posibilidad a un cambio de estatuto de la isla.

Prologada por el Doctor Luis Navarro, la obra se estructura en tres grandes bloques. Como no podía ser de otra forma, siendo el gobierno del marqués de Someruelos el eje articulador de la narración, el autor abre el primero de dichos bloques buceando en sus orígenes, formación y carrera militar, lo que le permite destacar aquellos rasgos de su personalidad y cualidades que le hicieron merecedor de la capitanía general de Cuba y digno de permanecer al frente de la misma en uno de los gobiernos más largos de su historia colonial −nada menos que por un periodo de trece años−, durante el cual, como queda dilucidado a lo largo de la obra, ejerció su autoridad de forma casi autónoma, a diferencia de lo sucedido con sus predecesores en el cargo.

Entre 1799 hasta 1808 −periodo que Vázquez Cienfuegos denomina como el final del Antiguo Régimen en Cuba− en la isla maduraron una serie de condicionantes, que permitieron a la perla de las Antillas sortear la crisis más grave vivida por la monarquía borbónica, la originada a raíz de la invasión napoleónica de la península y la falta de una cabeza visible de gobierno, hasta entonces representada en la figura del rey Carlos IV. Carente de una suficiente estructura militar que permitiera la defensa de este estratégico enclave del Caribe frente a un eventual ataque de ingleses y franceses y de freno al aún incipiente expansionismo estadounidense, la isla se vio favorecida por la demostrada experiencia militar de su capitán general quien consiguió desarrollar una exitosa política defensiva, que, dependiente en buena medida del envío del situado mexicano, permitió a Cuba mantener su status en el contexto político internacional.

Asimismo esos fueron los años en que la isla consolidó y aceleró el proceso productivo que venía viviendo desde comienzos de la década de los noventa del siglo XVIII, basado, como es sabido, en la producción y explotación a gran escala del azúcar para su exportación. Sin embargo, a estas alturas resultaba imposible para la sacarocracia habanera ignorar los efectos negativos que para el desarrollo de su proyecto económico en la isla representaba el monopolio comercial gaditano, cuyos representantes en Cuba habían recibido importantes concesiones del favorito real, Manuel Godoy, en claro detrimento de los intereses de aquellos. Esta elite azucarera encontró un firme aliado en la máxima instancia político militar de la isla, el marqués de Someruelos, quien consciente de la incapacidad del mercado español de absorber la producción del preciado producto blanco, defendió y consintió el comercio de neutrales con los Estados Unidos, incluso en aquellos momentos en que la corona prohibió su práctica. Este apoyo a los intereses de la elite habanera le granjeó al capitán general su amistad, entre otros la del considerado como su principal vocero e ideólogo Francisco Arango y Parreño, mientras que le valió duros enfrentamientos con los representantes de los intereses peninsulares, el intendente interino de hacienda entre 1805 y 1808, Rafael Gómez Roubaud, y la junta de maderas.

La nueva política económica y militar que representó el marqués de Someruelos, junto a un ambicioso plan de reformas que desarrolló en la isla en los primeros años de su mandato −la cual el doctor Vázquez Cienfuegos se encarga de desgranar en el último de los capítulos de la primera parte de su obra− no hicieron sino reforzar la autoridad del capitán general y preparar el contexto interno para afrontar los dura situación que tendría lugar en el verano de 1808. En este sentido, sin lugar a dudas la aportación más importante del presente trabajo es el análisis y valoración que en la segunda parte del mismo hace su autor del que fue primer proyecto juntista presentado en América; un hecho cuya trascendencia ha quedado silenciado en la historiografía americanista, cuando no es desconocido de la misma. Efectivamente la confusa situación que se generó en la isla al tener noticia de los acontecimientos del dos de mayo madrileño, de las abdicaciones de Bayona, del levantamiento en armas contra los franceses y la creación de juntas provinciales en la península, llevaron a un grupo de habaneros cercanos al círculo de poder del propio capitán general a presentar primero ante él y después ante el cabildo habanero una propuesta para crear una Junta Superior de Gobierno en La Habana en julio de 1808; sin embargo y a diferencia de lo que meses más tarde ocurrirá en las restantes colonias españolas de América, el proyecto fue rechazado, cerrando con ello las puertas a la posibilidad real de establecer un gobierno autónomo en la isla. ¿Qué llevó al fracaso de la propuesta juntista habanera? Esta es una de las preguntas que el autor trata de responder en esta segunda parte de la obra a partir del análisis de diferentes factores.

1808 fue un año clave en la historia colonial de Cuba como prueba Vázquez Cienfuegos, quien no duda en afirmar que fue entonces cuando “se asentaron las bases para una larga estabilidad política, y en consecuencia económica, de la que no se volvió a disfrutar en gran parte de América en mucho tiempo”. Ciertamente en el desarrollo de los acontecimientos tuvo mucho que ver la habilidad política, incluso maquiavélica, de su gobernante, el marqués de Someruelos, quien ante lo confuso de los acontecimientos supo controlar la crítica situación, actuar con la suficiente perspectiva política para, finalmente, salir fortalecido de ella.

Los últimos años de su gobierno, aquellos que van desde 1809 a 1812, Someruelos tuvo que hacer frente a ese mundo cambiante del que el propio autor habla en la tercera parte de la obra. De sobra es conocido que son estos los años en los que la América hispana comienza su camino hacia la independencia, mientras que en la península se produce el debate de las Cortes de Cádiz, en el que participarán diputados americanos −entre los que los cubanos tuvieron un papel protagónico en la discusión acerca de la libertad de comercio y de la abolición de la esclavitud− y en cuyo seno se promulgará una nueva constitución política de la monarquía. Y, en medio de esa encrucijada entre el nuevo mundo que se estaba gestando y el viejo que buscaba una nueva forma de articularse desde los principios liberales, se encontraba Cuba. Como explica el autor, no sin tensiones internas, la mayor de las Antillas pronto decantó su posición hacia una adhesión a la península, lo que hizo que deviniera en el principal centro fidelista del continente, lo que no fue impedimento, ni incompatible con la aparición en el seno de la isla de propuestas que planteaban una nueva forma de entender la relación entre la metrópoli y la colonia, entre otras el proyecto del sacerdote José Agustín Caballero de 1811 o la conocida como constitución de Joaquín Infante de 1812. Verdaderamente fueron ¡tan difíciles tiempos para Cuba!.

De lectura sencilla y amena, la obra que aquí se presenta es el primer estudio que analiza de forma individualizada estos años determinantes de la historia colonial cubana, siguiendo el ejemplo de trabajos previos como el del doctor Juan Bosco Amores sobre el gobierno de José de Ezpéleta (1785-1790) o la doctora María Dolores González Ripoll acerca del capitán general Luis de las Casas (1790-1796). Su originalidad radica en que concibe el desarrollo de este periodo histórico no desde una perspectiva aislada, sino que el doctor Vázquez Cienfuegos lo entiende como parte integrante y fundamental de la historia de España y de América. He aquí la que podría ser una nueva propuesta de metodología, la que entiende que la historia particular de las antiguas colonias españolas debe ser concebida como parte de un todo, esto es, como parte indisoluble del desarrollo de los acontecimientos en la metrópoli y del entorno que las rodea, sin lo cual el historiador sólo tendría una visión parcial de los mismos.

 

 

 

ISSN 0327-7763  |  2011 Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades  |  Contactar