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G. López Sastre y V. Sanfélix Vidarte (eds.), Cosmopolitismo y nacionalismo. De la Ilustración al mundo contemporáneo

Valencia, Universitat de València, 2010

 

Adelina Sarrión Mora

Los ensayos de este volumen se ocupan de indagar las raíces filosóficas del cosmopolitismo y del nacionalismo desde el siglo XVII. Los diferentes estudios que se presentan aquí reunidos son reflejo de la diversidad de perspectivas desde las que se ha abordado esta temática.

John Christian Laursen inicia la obra con un análisis de la actitud cosmopolita de Pierre Bayle, quien, a fines del siglo XVII, defendía su ideal de “república de las letras”. Esta noción se articula partiendo de una cooperación intelectual internacional cuyos ciudadanos han de participar activamente en la vida literaria de esta globalizada república.

La aportación de Francisco Javier Espinosa nos presenta el irenismo (filosofía que rechaza la guerra y afirma la posibilidad real y el deseo de alcanzar una paz permanente) como un importante antecedente del pensamiento cosmopolita de nuestros días.  Saint Pierre, William Penn, John Bellers, Pierre-Andrè Gargas, Jeremy Bentham, Jean-Baptiste du Val de Grace y Kant son los autores sobre los que se reflexiona en este ensayo.

Rolando Minuti subraya la importancia que, en el pensamiento de Montesquieu, tienen las consideraciones geográficas a la hora de explicar cómo se crea y mantiene un sistema político. Esta idea se hace patente al definir Oriente como un ámbito geopolítico de despotismo.

Sobre el cosmopolitismo y la religión en la Ilustración francesa reflexiona María Lara, quien destaca la íntima conexión existente entre el deísmo y el pensamiento cosmopolita.

La aportación de Gerardo López Sastre parte de que el concepto de nación tiene un papel secundario en el pensamiento ilustrado. Las naciones, para los ilustrados, son agrupaciones dirigidas por gobiernos cuyo papel es garantizar la convivencia de quienes están bajo su protección. En este sentido, individuo y humanidad son las categorías propias del pensamiento ilustrado. De ahí que el autor defienda que el siglo XVIII vio surgir el nacionalismo político, mientras que el nacionalismo cultural es una creación del Romanticismo. El hilo conductor de este ensayo es el pensamiento de Hume.

José Javier Benéitez analiza las expresiones del afecto patriótico, factor esencial de la virtud política en Montesquieu, y los elementos protonacionalistas presentes en la obra de Rousseau. Concluye que la consideración roussoniana de la inevitable degeneración social lleva a este autor a ser un anticosmopolita.

Las relaciones entre sociedad civil y Estado que el jacobinismo adoptó, contrarias a las mantenidas por los sectores de inspiración liberal, son analizadas por Julián Marrades. Su ensayo  también subraya la tendencia del jacobinismo a definir los conceptos políticos según criterios morales.

La aportación de Sébastien Charles se ocupa de las críticas que autores como Joseph de Maistre, Edmond Burke o Louis de Bonald hicieron a la filosofía de la Ilustración. Estos tres autores coincidieron en su defensa de la aristocracia y en su odio a la burguesía, que con la democracia se había convertido en la nueva clase dominante.

Cinta Canterla nos presenta los argumentos que Tomas Paine esgrime, en su obra Derechos del Hombre, contra el libro de Edmond Burke Reflexiones sobre la Revolución en Francia. Tales argumentos coinciden con los que el propio Burke utilizó en su crítica a los filósofos franceses partidarios de la Revolución francesa.

Susana Maidana parte de una exposición de los diferentes significados del término ‘utopía’ para mostrar, posteriormente, la importante dimensión utópica de la concepción kantiana de la sociedad cosmopolita y de la paz perpetua. Precisamente la paz universal es una idea reguladora de la razón, un imperativo que orienta las aspiraciones humanas, ya que, según Kant, la guerra es algo natural, mientras que la paz es el resultado de una construcción. Así pues, la dimensión utópica de la razón kantiana actúa cuando persigue el ideal de paz perpetua en una sociedad cosmopolita.

Vicente Sanfélix analiza la posición que Marx y Engels mantuvieron ante el nacionalismo, tal y como se deduce de su materialismo histórico y del concepto de praxis. Subraya este autor que es doble la valoración que ambos autores hicieron del nacionalismo. Por un lado, lo valoran positivamente cuando se convierte en fuerza revolucionaria y progresista que culmina en la constitución de una gran nación. La valoración es negativa cuando el nacionalismo se transforma en impulso reaccionario, contrarrevolucionario que reivindica la constitución de pequeñas naciones o el federalismo de las grandes. Es decir, aunque el pensamiento de Marx y Engels tiene una clara cercanía al cosmopolitismo, tal cosmopolitismo ha de matizarse.

Carmen Ors introduce el pensamiento de Gellner, quien, desde una particular filosofía de la historia, interpreta el nacionalismo como un componente esencial de la modernización y subraya que no son las naciones las que generan el nacionalismo, sino que el nacionalismo crea a las naciones. La sociedad industrial está necesariamente asociada al Estado moderno, y este, al nacionalismo.

Antoni Defez nos presenta el nacionalismo como la ideología dominante de nuestra época. Una ideología que habría imperado, según este autor, durante los últimos doscientos años y todavía es plenamente vigente.

Por último, Nicolás Sánchez encuentra en la obra de Renan elementos para reflexionar sobre la identidad europea en la actualidad.

Como puede deducirse de este breve panorama general, estamos ante un volumen muy variado y sugerente. No obstante, por su propia estructura y el escaso espacio del que dispone cada autor, la obra acusa alguno de los defectos más comunes en estos libros, especialmente la falta de profundidad en el tratamiento de algunos temas.

 

 

 

ISSN 0327-7763  |  2011 Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades  |  Contactar