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Salvador Bernabéu y Consuelo Varela (coord.), La ciudad americana: mitos, espacios y control social
Madrid: Ediciones Doce Calles, 2010, 302 páginas. ISBN 978-84-9744-105-6.
Sigfrido Vázquez Cienfuegos | Escuela de Estudios Hispanos-Americanos, CSIC
Resultado del proyecto de investigación “Las fronteras y sus ciudades: herencias, experiencias y mestizaje en los márgenes del Imperio Hispánica (siglos XVI-XVIII”, esta obra conjunta abarca el periodo colonizador español desde la fundación de La Isabela en 1494, hasta el papel de Montevideo ya en el siglo XVIII. Como herencia de la tradición romana, la urbe en América fue la constatación tangible de la civilización, mientras que su vertiente jurídica, el municipio, fue la prolongación del poder real, una vez que ya los Reyes Católicos trataron de evitar que la otra realidad castellana legal castellana, el señorío, llegase al Nuevo Mundo. Primero fue la ciudad y luego, sobre ella, se erigió el edificio institucional hispano en Indias. Sin tener en cuenta esta realidad de origen será difícil comprender porque cuando llegue el momento de desarmar el imperio Hispano a principios del XIX, se hará también desde la ciudad y su cabildo, cuyos integrantes formarán las juntas promotoras de la independencia.
Para comenzar, el libro se sitúa en un plano, superior a la realidad física, que es muy necesario para entender la expansión ibérica en América: las llamadas “ciudades perdidas”, aquellas que sólo existieron sobre el papel o en la mente de españoles y portugueses. Juan Gil Fernández presenta un estudio donde demuestra sus amplios conocimientos sobre los mitos y utopías del Descubrimiento. Ante un Mundo Nuevo, la fuerza de la fantasía y el deseo de prosperar fueron el motor de la conquista y colonización. El doctor Gil se adentra en la mitología de unas ciudades y pueblos perdidos que sólo existieron en la imaginación de aquellos que llegaron a las Indias buscando riquezas y el paraíso terrenal prometido en las Sagradas Escrituras, aunque a veces encontraron casi el infierno augurado en las Revelaciones de San Juan. El poder evocador de estas imágenes quedó demostrado en su dilatada persistencia desde el mismo primer viaje de Colón hasta finales del siglo XVIII, cuando aún se buscaba la ciudad de los Césares.
Y del plano de las ideas el libro desciende a la realidad de la primera ciudad española en Indias, La Isabela. La ciudad de Colón vista por una de las más importantes colombinistas, Consuelo Varela, que trata de desentrañar su corta historia a partir la visión de los cronistas que la describieron así como los trabajos arqueológicos más recientes. La Isabela, una urbe efímera, abandonada definitivamente en 1498, que acabó formando parte de ese universo imaginario, como ciudad maldita habitada sólo por fantasmas.
En el avance de la civilización hacia poniente en busca de las tierras del Oriente, se encontró con Tierra Firme y una vez allí, apareció en nuevo océano, que a ojos de los primero conquistadores pareció Pacífico, el Mar del Sur. Y allí, en el istmo que separa los mares y une el continente, fue fundada la ciudad de Panamá, primera escala de numerosas ciudades fundadas en Sudamérica, a pesar de su azarosa vida. Como explica en su trabajo la historiadora Carmen Mena la primitiva Nuestra Señora de la Asunción de Panamá fue sacudida por incendios, terremotos y ataques, hasta que el protagonizado por uno de los más famosos piratas, Henry Morgan, obligase a una nueva ubicación, ya definitiva en 1673. Será desde Panamá desde donde se organice la conquista y colonización del Perú, con la fundación de Lima por Francisco Pizarro en 1535. Berta Ares, como especialista en el tema, presenta en este libro un estudio sobre la realidad alcanzada por el proceso de mestizaje entre los españoles y los habitantes del territorio en dicha capital virreinal.
Buscando el oro de los Incas, los españoles llegarán hasta las faldas de una montaña que habría ser el Cerro Rico, el mayor yacimiento de plata del mundo y a cuyos pies se fundó en 1545 la que sería Villa Imperial de Potosí. Como describe Consuelo Valera, la “Babilonia Americana” alcanzó una fama que llegó a los confines del Mundo por su opulencia, sus palacios o sus templos, formando parte como un ejemplo más del mito americano.
Y mientras Lima era la gran capital del sur, México fue la urbe por excelencia del norte. La metrópoli azteca fue la gran capital novohispana cuyos gobernantes españoles ilustrados, en su búsqueda de la felicidad, trataron de regular. Como explican los investigadores Salvador Bernabéu y Justina Sarabia, los funcionarios que portaban los postulados de la Ilustración trataron de regular los problemas de la ubicación lacustre de la ciudad, el abastecimiento y policía de su importante población, el ordenamiento de sus calles y edificios. Por su parte la investigadora mexicana Guadalupe de la Torre Villalpando se dedica específicamente a los sucesivos ordenamientos en cuarteles de México en 1628, 1693, 1750 y 1782. Cada división llevó aparejada un perfeccionamiento del control de la población, con registros en padrones, así como de las edificaciones, permitiendo el levantamiento de planos detallados.
José Enrique Sánchez Bohórquez, historiador colombiano, dedica su trabajo a Santafé de Bogotá, así como a los instrumentos de control social y reordenamiento urbanos a la tercera capital virreinal hispana ya en siglo XVIII, con medidas similares a las tomadas en México.
Por su parte la doctora Frederic Langue presenta un trabajo sobre la ciudad de Caracas y la importancia del grupo de los pardos, dedicados a prácticas medicinales. Sin embargo, la sociedad caraqueña plena de prejuicios, planteará una normativa destinada a impedir que los hombres con origen africano se dedicasen a esta actividad, así como el acceso a los conocimientos intelectuales ilustrados. Actitudes similares son analizadas por los profesores Eduardo França Paiva y José Newton Coelho Meneses en su capítulo dedicado a la Vila Rica de Ouro Preto durante el siglo XVIII. Como un paralelo lusitano a Potosí, Ouro Preto será una de las ciudades más ricas del Brasil durante el siglo ilustrado, pero al mismo tiempo será paradigma de ciudad fronteriza. Esta condición de capital del limes con Brasil es la que analiza el trabajo del profesor Emilio José Luque Azcona sobre Montevideo. La ciudad fue fundada en 1726 con funciones militares de defensa de la llamada Banda Oriental y al mismo tiempo como defensa marítima de la capital virreinal de Buenos Aires al otro lado del Río de la Plata. Pronto también se convirtió en un emporio comercial, foco de atracción de una población en un dinámico crecimiento que obligó a una regulación mediante ordenanzas.
En definitiva se trata de una obra coral con diferentes enfoques sobre un elemento esencial de la presencia hispana en América, la ciudad, que en palabras de Salvador Bernabéu se convirtió “en lugar de encuentros, oportunidades, conflictos y fronteras”.