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Elisa Pastoriza: La conquista de las vacaciones. Breve historia del turismo en la Argentina

Buenos Aires. Edhasa. 2011. pp.293

Cecilia De Simón

 

La conquista de las vacaciones. Breve historia del turismo en la Argentina aborda el estudio del fenómeno turístico en la Argentina desde una perspectiva histórico-socio-cultural. Su análisis se centra en el estudio del uso del tiempo libre y del acceso a las vacaciones de la sociedad argentina desde fines del siglo XIX hasta la década del 70. El trabajo se inscribe en los estudios basados en los fenómenos sociales y culturales, estos enfoques permiten comprender las diferentes temporalidades y ritmos entre la esfera social, política y cultural. El objeto empírico del estudio es principalmente Mar del Plata, aunque la obra también hace referencia a otras ciudades turísticas como Bariloche, Mendoza, las Sierras de Córdoba y las Cataratas de Iguazú.

El libro se organiza de la siguiente manera: introducción, que incluye descripciones de debates, problemas e interrogantes y tres partes: la primera y la segunda compuestas por tres capítulos respectivamente y la tercera por dos capítulos. Finalmente, se incluyen las conclusiones, la bibliografía, las fuentes y los apéndices.

La introducción describe brevemente como con la instalación de las vacaciones como práctica social a fines del siglo XIX y la aparición del sujeto social denominado turista, se generan nuevos territorios, imaginarios y prácticas vinculados a la actividad. Esta descripción destaca principalmente la práctica turística en las riberas y la adopción e invención de las playas como espacio turístico. Posteriormente, se detallan los objetivos del trabajo y su objeto empírico. En el apartado Debates, problemas e interrogantes se hace referencia al mencionado enfoque socio-cultural utilizado en la investigación. Complementariamente, se detalla el estado del arte del objeto teórico compuesto por trabajos que describen la invención de la playa como espacio turístico en Europa y Norteamérica y que permiten comparar similitudes y diferencias con los procesos locales.

La primera parte del libro El turismo en la Argentina finisecular analiza la apropiación social de la playa, las sierras y las montañas como espacios de recreo, descanso y curación en el siglo XX.

El primer capítulo describe la conformación de Mar del Plata como ciudad turística en las postrimerías del Siglo XIX. La autora hace referencia a la importancia de las políticas higienistas en la consolidación de las sierras, las zonas termales y las balnearias como espacios propicios para el alejamiento de los núcleos urbanos y la cura de epidemias como la fiebre amarilla y el cólera. La ciudad de Mar del Plata; en oposición a la tranquilidad y soledad de las estancias, las sierras o la cordillera; se instala en la escena social como un espacio de sociabilidad agitada de la elite donde el ocio y la ostentación ocupaban un lugar primordial. Surgen nuevas representaciones en torno a los hoteles, las ramblas y las residencias cercanas a los balnearios y nuevos ritos en relación al viaje turístico, al mar, a la playa, a la sociabilidad y a los vestuarios estivales.

El capítulo segundo describe la extensión de la cultura del ocio hacia otros sectores de la costa argentina como Necochea, Miramar, Mar del Sur y Ostende. Necochea nace vinculada a la economía agroexportadora de fines del siglo XIX. La necesidad del disfrute social y la incorporación de la clase trabajadora europea en la sociedad, transforman el pueblo en una villa turística. La villa turística Miramar, a diferencia de Mar del Plata y Necochea, es fundada como balneario con un trazado inspirado en el diseño de la Ciudad de La Plata. Mar del Sur nace como balneario provincial hacia 1880, poseía un aspecto único que combinaba el paisaje de campo con una villa balnearia. Ostende es creada en 1913 con un trazado en hemiciclo que se apartaba del diseño de otros emprendimientos turísticos de la época.

En el tercer capítulo la autora describe como, complementariamente al proceso de apropiación de las zonas marítimas para uso turístico, comienzan a tener visibilidad otros lugares naturales vinculados a las ideas higienistas de la época. Mendoza y Córdoba surgen como destinos turísticos de la elite, que combinaban descanso y salud en estaciones termales o centros balnearios.

La segunda parte del libro Democratización y distinción. Estado, instituciones y prácticas privadas en los años treinta describe el nuevo mapa turístico de la Argentina surgido durante el gobierno conservador. Pastoriza analiza el pasaje del veraneo aristocrático a otro que abarcaba nuevos sectores sociales y que sienta las bases para el posterior surgimiento, durante el gobierno peronista, del turismo de masas.

En el capítulo cuarto describe como Mar del Plata, primero frecuentada por la elite, va a ser luego visitada por nuevos grupos sociales que arriban a las colonias instaladas en la ciudad turística dentro de una proceso democratizador de las vacaciones. La autora analiza como las políticas públicas de los gobiernos conservadores entre los años 1934 y 1940, particularmente aquellas vinculadas a las obras de infraestructura y desarrollo turístico, en conjunto con las iniciativas privadas permitieron la democratización del balneario.

En el quinto capítulo, Pastoriza explica como este proceso se extiende hacia otros sectores del mapa turístico argentino como las sierras, la costa y los paisajes del sur. La provincia de Córdoba constituye el segundo espacio, después de Mar del Plata, configurado en torno a estas ideas. La oferta hotelera de esta provincia se diversifica, se construyen nuevos caminos y se difunde el automóvil como medio de transporte dando lugar a la llegada de visitantes de clase media que buscaban disfrutar de su clima benigno. Paralelamente, nuevos balnearios como Pinamar, San Clemente del Tuyú, Mar de Ajó, San Bernardo, Santa Teresita y Villa Gesell surgen en la costa argentina de la mano de emprendimientos privados y estatales. Durante la década del treinta, el gobierno otorga especial prioridad turística al Parque Nacional del Sud (actual Parque Nacional Nahuel Huapi) y al Parque Nacional Iguazú. En el Parque Nacional del Sud se realizan, de la mano de Exequiel Bustillo, las primeras viviendas, el muelle, un camino de montaña a Bariloche y la dotación de comunicaciones postales y radiotelegráficas. Bustillo y su equipo pensaron en un turismo calificado para estas regiones, mientras la clase media-alta ya frecuentaba Córdoba y Mar de Plata, el sector de los lagos surge como una nueva alternativa para la elite nacional. La creación de Parques Nacionales representó también un impulso para el desarrollo turístico del Parque Nacional Iguazú, aunque en menor medida que el generado en los parques del sur.

En la tercer parte del libro, Tiempos del ocio peronista, la autora analiza las políticas de turismo obrero o social desarrolladas durante este gobierno. Esta nueva experiencia vinculada al ocio y al turismo y disfrutada, según la autora, más por la clase media que por la obrera fue de gran significación social en la memoria colectiva de la sociedad argentina.

En el capítulo sexto, Pastoriza describe los programas de políticas públicas vinculados al ocio y el turismo generados durante las dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón. Las vacaciones pagas en la Argentina, que tenían su precedente en la década del treinta, se generalizan durante el gobierno peronista dentro de un escenario social denominado por la autora democratización del bienestar. El ocio popular se concentra en dos espacios: las áreas ocupadas por Parques Nacionales, las cuales emergieron paulatinamente, y otros sectores ya consolidados como Mar del Plata y Córdoba. El proyecto de turismo social peronista se asienta en dos ejes principales: las licencias pagas por vacaciones obligatorias y la garantía de hospedaje y abaratamiento de transporte para los trabajadores. Este proyecto queda finalmente consolidado en el II Plan Quinquenal. Durante este periodo surgieron, además, las colonias de vacaciones, los hoteles sindicales y las propuestas infantiles o escolares dentro de los programas de ocio. En este capítulo, la autora hace referencia a la importancia de la propaganda oficial (noticieros, cortometrajes y cine) en la promoción de la actividad turística:

“El discurso hacía hincapié en que las mayorías podían finalmente pisar el suelo del balneario bajo la tutela del justicialismo que se vanagloriaba de haber logrado un estilo de vida elevado que ayudaba al desarrollo de estas prácticas sociales. Su largo brazo también tocaba el ocio estival y el tiempo libre” (Pastoriza, 2011, p.231).

Sin embargo, para Pastoriza este discurso no dejaba de ser una retórica propagandista, ya que recién en los años setenta los trabajadores accederían en forma masiva a las playas.

En el capítulo 7 la autora describe, en forma breve, como el proceso de democratización de las vacaciones se extiende hacia otras geografías del territorio nacional. En la década del cincuenta Córdoba era la provincia con mayor número de colonias de vacaciones sindicales. Los Parques Nacionales de Rio Negro y Misiones adquirieron, durante el gobierno peronista, la categoría de “monumentos históricos”. En la provincia de Mendoza varios hoteles pasaron a manos del Estado, otros fueron adquiridos por gremios, administrados por la Fundación Eva Perón o por privados. Al finalizar este capítulo, la autora analiza cual fue la recepción de las políticas peronistas por parte de la sociedad nacional. Para Pastoriza los programas de turismo social del peronismo produjeron un gran impacto en la memoria social de los trabajadores que percibían un contraste entre un ayer, sombrío, y un hoy abierto a nuevas posibilidades y oportunidades.

La conclusión del trabajo describe los principales temas tratados en el libro. De acuerdo a la autora, la consolidación del turismo de masas fue consecuencia de múltiples transformaciones que configuraron el mapa turístico argentino: la difusión del automotor y del ómnibus como medio de transporte; la combinación de una hotelería de lujo con otra más modesta, estatal y sindical; la adopción de la vivienda popular de uso turístico y el camping; la transformación e incorporación de nuevos espacios geográficos como destinos turísticos; los cambios en los gustos y las prácticas vinculadas al ocio; la creación de comisiones y entes nacionales de turismo y la promulgación de una legislación turística.

Teniendo en cuenta la escasez de estudios existentes acerca de la historia del turismo en Argentina, consideramos que la obra de Pastoriza constituye un buen trabajo y una contribución muy importante para el análisis del fenómeno turístico desde la perspectiva de la historia socio-cultural. La autora trabaja con gran cantidad de fuentes, primarias y secundarias, ordenadas de manera cronológica y que permiten entender el devenir de la actividad desde fines del siglo XIX hasta la década del 70.

Por otra parte, entendemos que el trabajo presenta algunos aspectos débiles los cuales describimos a continuación:

El sesgo marplatense, del cual la autora es consciente y da a conocer al lector en el comienzo del libro, no desmerece la obra aunque genera algunas preguntas. Por ejemplo, en el inicio del trabajo cuando se describe la cultura del ocio de fines del siglo XIX y principios del XX en Argentina, Pastoriza realiza una descripción detallada acerca del descubrimiento del mar, la sociabilidad marplatense, las representaciones y los ritos en torno al mar y a la playa. El capítulo que describe otros espacios turísticos del mismo periodo, particularmente en la provincia de Córdoba y Mendoza, analiza en forma mucho más sintética y breve las temáticas desarrolladas en los capítulos precedentes. En adición, otras localidades turísticas del país como, por ejemplo, las del norte argentino son olvidadas o escasamente nombradas en el trabajo. En el norte argentino ya existían, a fines del siglo XIX y principios del XX, grandes hoteles termales organizados en torno a baños conocidos por sus propiedades curativas tales como el Hotel Termas de Reyes, inaugurado en Jujuy hacia 1900 y el Hotel Rosario de la Frontera, fundado en Salta en el año 1896 (Bertoncello, 2006, p.321). También la Quebrada de Humahuaca comienza a ser valorada con fines de ocio a principios del siglo XX, consecuencia de su clima seco favorable para enfermedades como el paludismo. A partir de la llegada del ferrocarril en 1906, comienzan a establecerse casas de veraneo en esa zona frecuentadas mayormente por familias de clase acomodada provenientes de San Salvador de Jujuy, Salta y San Miguel de Tucumán (Troncoso, 2012, p.62). La autora tampoco hace referencia, en los capítulos quinto y séptimo, a las transformaciones sufridas por estos espacios turísticos durante los gobiernos conservadores y peronistas. Hacia 1940, ya estos destinos eran considerados centros veraniegos. Tilcara, por ejemplo, duplicaba su población durante el verano y ofrecía variadas actividades (Troncoso, 2012, p.62). En las provincias de Catamarca, Santiago del Estero y La Rioja se mejoró, durante el gobierno de Juan Domingo Perón, el equipamiento turístico. Según la publicación peronista denominada Visión de Argentina (1950) realizada por la Administración de Parque Nacionales y Turismo, se diseñaron hosterías y hoteles nacionales de turismo en Ancasti (Catamarca), Andangalá (Catamarca), en la Ciudad de Catamarca y en Chilecito (La Rioja). Estos establecimientos formaban parte de la red de Hoteles Nacional de Turismo construidos por el Ministerio de Obras Públicas de la Nación y dirigidos por la Administración Nacional de Parques y Turismo. La publicación también hace referencia a establecimientos en Viedma (Rio Negro), Paso de los Libres (Corrientes) y la Ciudad de Corrientes. Estos espacios turísticos no aparecen nombrados en el trabajo de Pastoriza, tampoco son detallados en los cuadros informativos del apéndice.

En el capítulo tercero, la autora hace referencia a nuevos horizontes vacacionales surgidos entre fines del siglo XIX y principios del XX que perfilan “un contrapunto entre un modelo hedonista y de sociabilidad agitada y demandante - Mar del Plata - frente a otro, quizás más refinado y excluyente – Mendoza - o más democrático – Córdoba - basado en el descanso y la salud” (Pastoriza, 2011, p.81). Para Pastoriza, estos dos últimos destinos eran elegidos por un viajero que buscaba reposo en lugar de diversión y entretenimiento. Sin embargo, variadas fotografías de la década del veinte publicadas en la Revista Quincena Social (Mendoza), muestran actividades de recreación y sociabilidad de la elite hospedada en los hoteles de Cacheuta y Puente del Inca. Estas actividades no respondían a un modelo de sociabilidad agitada como el de las playas de Mar del Plata, pero sí a una forma de veraneo que combinaba ocio y recreación con salud y descanso. Las actividades incluían excursiones a distintos puntos de la cordillera de los Andes (como el Cristo Redentor, la laguna de Horcones, etc.), banquetes y festejos (como los de carnaval), el té de la tarde (five o’clock tea), deportes (bocha, tenis, esquí en Puente del Inca), paseos a caballo, etc. Desde nuestra opinión, el modelo de veraneo o turismo de principios del siglo XX que combinaba salud, descanso y sociabilidad formó parte de la oferta turística de distintos espacios turísticos nacionales los cuales, cada uno con sus particularidades, fueron generando nuevas ofertas turísticas acordes con las motivaciones de los viajeros de la época.

En el capítulo 5, Pastoriza explica el proceso de conformación de los territorios del sur argentino como espacios turísticos. Si bien hace referencia, aunque escasa, al papel de Perito Moreno y Biley Willis en este proceso, describe con mayor detalle la obra de los gobiernos conservadores y en especial de Ezequiel Bustillo. De acuerdo a Navarro y Veisberg (2009), tanto Moreno como Willis, junto a otras figuras de la época, tuvieron un rol fundamental en las iniciativas de conformación de Bariloche como espacio turístico:

“Si bien es cierto que al principio de la década de 1930 se acumula una serie de acontecimientos locales significativos…. también es cierto que al menos desde 1920 la sociedad local trabajaba activamente en la búsqueda de una salida a sus crisis económica a través del turismo. El recorte y olvido de la etapa anterior a 1934, más allá de su contribución a la (auto) construcción de la figura de Bustillo como creador de los parque nacionales, ignora el contenido fundamental de la Suiza argentina como espacio (y destino turístico) socialmente construido” (Navarro y Veisberg, 2009, p.418-419).

De acuerdo a los autores, ya desde principios de siglo XIX (con Francisco Moreno) se produjeron acciones significativas en torno a la turistificación de Bariloche. Al proyecto de Moreno se sumará, entre 1910 y 1915, el de Willis. La abundancia de emprendimientos hoteleros en Bariloche en el mismo periodo da una idea del compromiso local con el desarrollo turístico. En la década del veinte, Emilio Frey y la Comisión Pro-Parque realizan esfuerzos por consolidar el desarrollo turístico del Nahuel Huapi (Navarro y Veisberg, 2009, p.418-423). Según los autores, “en las políticas hacia el Parque Nacional del Sur, la intervención conservadora resultaría decisiva…se formularía un política nacional más orientada a la nacionalización territorial que a la protección de la naturaleza, y en ese contexto no sólo se avasallaría la autonomía municipal de Bariloche sino que se impondría un nuevo nombre para el parque, en adelante Nahuel Huapi, un estilo arquitectónico europeizante, una política turística elitista y hasta un relato histórico que relegaría tanto las ideas originales de Moreno y Willis como el largo camino recorrido por los habitantes de Bariloche en pos de un proyecto de desarrollo local” (Navarro y Veisberg, 2009, p.429).

Por último, consideramos que el trabajo se vería enriquecido con un análisis que permitiera estudiar el papel desempeñado por las comunidades locales en el desarrollo de las regiones turísticas argentinas, así como los impactos positivos y negativos que generó la actividad en las poblaciones receptoras y como éstas fueron adaptándose o no a las nuevas dinámicas generadas por el turismo.

Referencias bibliográficas

Administración General de Parques Nacionales y Turismo (1950). Visión de Argentina. An outline of Argentina. Buenos Aires: Ministerio de Obras Públicas de la Nación.

Bertoncello, R. (2006). Turismo, territorio y sociedad. El “mapa turístico de la Argentina”. En A. Geraiges de Lemos et al. (coord.), América Latina: cidade, campo e turismo (pp. 317-335). San Pablo: CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.

Navarro, P. y Veisberg, L. (2009). El proyecto turístico barilochense antes de Bustillo. Entre la prehistoria del Parque Nacional Nahuel Huapi y el desarrollo local. Estudios y perspectivas en turismo Volumen 18, pp. 414-433.

Pastoriza, E. (2011). La conquista de las vacaciones. Breve historia del turismo en Argentina. Buenos Aires: Edhasa.

Troncoso, C. (2012). Turismo y patrimonio en la Quebrada de Humahuaca. Lugar, actores y conflictos en un destino turístico argentino. Tenerife: Colección Pasos Edita N°9.



 

[1] Lic. en Turismo (Universidad del Aconcagua). Doctoranda en Geografía (Universidad Nacional del Sur). Becaria doctoral en CONICET, Mendoza, Argentina. E-mail: cdesimon@mendoza-conicet.gob.ar.

 


 

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