Primera misión: medición del meridiano

«Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida». Esta frase del escritor y médico austríaco Arthur Schnitzler, del que puedes consultar su autobiografía a través de nuestro Catálogo FAMA, condensa de una forma muy significativa lo que le ocurrió a nuestro personaje en cuestión. Antonio de Ulloa se encontraba justo en el sitio y momento adecuado. ¿Por qué?

Desde principios del siglo XVIII, las potencias europeas propician las expediciones científicas motivadas, no solo por el objetivo científico, sino, y más importante, como un medio para engrandecer y exaltar al país organizador. Tal y como destaca Francisco de Solano, historiador, americanista, en La pasión de Reformar, «de entre los sesenta y muchos viajes, comisiones y expediciones científicas promocionadas por España durante el siglo XVIII, sin duda la más conocida y analizada es la Expedición Hispanofrancesa al Reino de Quito». Con esta expedición se trataba de averiguar la verdadera figura de la tierra midiendo el arco de meridiano en el ecuador terrestre.

¿Achatada o alargada?

«La Tierra al no tener forma definida- una vez que se descalifica, por errónea, su esfericidad- podía poseer una de estas dos figuras, según las propuestas sostenidas por philósofos y matemáticos, Newton, Des Aiguilliers y los astrónomos franceses Cassini, Couplet, Hire, Chazelles y Mairan ofrecían opiniones distintas y contrarias. Para Newton el planeta era una esfera achatada por los polos; para Cassini y los franceses, un esferoide», relata Solano en La pasión de Reformar. Por ello, la Academia de Ciencias de París, con el fin de acabar con las incertidumbres y debido al impulso del monarca Luis XV, decide en diciembre de 1733 enviar dos expediciones para «medir un grado lo más cercano al Polo y otra a la América para medir otro, lo más cercano que pudiese ser al Ecuador», como exponen Jorge Juan y Antonio de Ulloa en su Relación histórica del viage a la América meridional, hecho de orden de su Magestad para medir algunos grados de meridiano terrestre.

A este respecto, Julio F. Guillén Tato, marino e historiador español, contralmirante de la Armada Española, miembro de la Real Academia Española​ y de la Real Academia de la Historia, explica en Los tenientes de navío Jorge Juan y Santacilia y Antonio de Ulloa y de la Torre-Guiral y la medición del meridiano, «decidida ya por la Academia de Ciencias de París, según se dijo, la práctica de mediciones y observaciones por tierras próximas al Ecuador y elegidas las de Quito, pertenecientes al Virreinato del Perú, gran florón de la Corona española, hubo de solicitar el Rey de Francia, del nuestro, la correspondiente autorización y oportunos pasaportes, que Felipe V concedió gustosísimo; mas, convencido de la trascendencia enorme que para la ciencia tendrían tan singulares trabajos, quiso asociar a ellos el buen nombre de España, otorgando aquélla y éstos a condición de que a la tal Comisión se agregaran dos españoles, quienes, además, serían, de seguro, sumamente útiles a los sabios académicos franceses en tierras a ellos extranjeras». Y continúa, «…la entidad que se eligió sin titubeo alguno para proporcionar los dos hombres de ciencia españoles, después de lo dicho, no nos debe extrañar: fué la Marina; pero lo sorprendente fué que ésta propusiese, no a dos oficiales, sino a dos alumnos, a dos guardias marinas, que, si bien habían concluido ya sus estudios con sobresaliente concepto, carecían de los años y grado militar que de primer intento aconsejaba la elección. Recayó ésta en don Jorge Juan y Santacilia y en don José García del Postigo; mas como este último estaba en campaña por Ultramar y se tardaba, se pensó en don Antonio de Ulloa».

Estaba preparado, esperó el momento, pero justo estaba en el sitio adecuado. Ulloa pudo así participar en una de las expediciones más exitosas realizadas hasta la fecha, ya que ésta concluyó con sus propósitos, sus resultados se publicaron y difundieron y, además de las mediciones, las observaciones científicas durante once años dieron buena cuenta de la situación geográfica, sociopolítica, militar y religiosa de amplias zonas del virreinato del Perú.  

El matemático y el naturalista

Los españoles de la expedición, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, al contrario que los franceses, hicieron un buen equipo y se compenetraron a la perfección en las tareas. Mientras Jorge Juan se centró en los asuntos matemáticos e hidrográficos, Ulloa en la parte histórica y geográfica. «Ambos poseyeron en grado sumo la pasión por el estudio, sublimada por excelso celo y patriotismo; mas don Jorge Juan, de seguro, fué más especulativo que experimental, mientras que Ulloa se dedicó con harto mejor grado a la observación», describe Julio F. Guillén Tato en Los tenientes de navío Jorge Juan y Santacilia y Antonio de Ulloa y de la Torre-Guiral y la medición del meridiano.

Las tareas encomendadas para esta Real Expedición estaban claras para los españoles: asistencia a los académicos extranjeros, atención a las medidas geodésicas y astronómicas, relaciones geográficas y levantamiento de mapas y planos, además de atención a la flora, tal y como refleja Francisco de Solano en La pasión de Reformar. Sin embargo, su incansable deseo de conocimiento, provocó que Jorge Juan y Ulloa, no se limitasen solo a estos cometidos y su legado científico es de notable valor para múltiples materias. Prueba de ello, son las obras que escriben tras su vuelta y que puedes encontrar en nuestro Catálogo FAMA:

Razón para los newtonianos

Así que esta Real Expedición, es la que ha motivado que la segunda planta del CRAI, sea conocida como Meridiano ya que la participación en la misma de Antonio de Ulloa fue muy significativa y los resultados y aportaciones científicas tras su vuelta de un indudable valor. Con creces fue superada la principal razón que motivó esta expedición. Se demostró que los científicos franceses erraban al afirmar que la tierra estaba achatada por el Ecuador y no por los polos como sostenían los ingleses, con Newton a la cabeza. Esto supuso una aportación fundamental para las comunicaciones y la Marina. Lo que conecta además con la primera planta del CRAI, Navegación; otra de las profesiones y pasiones de Antonio de Ulloa.

Y por si todos estos hallazgos y avances científicos no fuesen suficientes, Ulloa también descubrió el platino, ¿cómo? ¡Te lo contamos en la próxima entrada!

Autora del texto: Nereida Domínguez.

Autor del cartel: Chema Gil.

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