«Cuando la capacidad se esconde, localiza la herramienta adecuada para destaparla»
Creo que tenía la misma sensación que experimentaba cuando, estando en el colegio, salíamos de excursión. Esta situación se escapa de la rutina laboral diaria y, este ingrediente de novedad, me salpicaba con buenas vibraciones. Zaldúa (Mercedes) y Acamacho (yo), como si de una pareja de detectives se tratara, emprendíamos nuestra ruta para participar como espectadoras en «el taller de pintura» del Centro de Educación Especial Aturem, donde Ana L., una de mis amigas remeras, trabaja desplegando sus capacidades terapéuticas y sociales.
El centro es pequeño, de una sola planta y parece jugar al escondite entre los bloques del Polígono de San Pablo. Paradas ya en la puerta de acceso al edificio, nos abren, me parece, incluso que antes de llamar. Nos reciben muy amablemente y nos dirigimos al despacho de Paca, la directora, que nos explica la estructura, historia, forma de trabajar… de la Asociación Aturem. Por nuestra parte damos a conocer el CRAI e intercambiamos datos para iniciar este nuevo proyecto de colaboración. Casi habíamos finalizado y se escucha «Perdón, no quiero interrumpir pero, ¡¡¡los niños y niñas ya están preparados para el taller de pintura!!!» La conversación puede continuar durante la visita pero evidentemente ellos y ellas son los protagonistas y no deben esperar.
Entramos ahora en un aula. Las mesas en el centro están rodeadas por el alumnado que participa hoy. Dirige el taller Tere, la fisioterapeuta del centro, que integra su pasión por la pintura con la educación y rehabilitación motriz consiguiendo un (o muchos) resultado que, si pudiera calificarlo, rozaría la excelencia. Trazos gruesos o finos, según destreza, movimiento rápido o lento, con o sin apoyo externo, cantando o en silencio, observando o dejándose guiar,… pinceles, brochas esponjas o estropajos, todo vale y colores ¡muchos colores y expresiones! que combinados con los rayos de sol que entran por los cristales nos envuelven y llenan el espacio donde nos encontramos. Las obras están creadas, los artistas han hecho su trabajo con sus MANOS y ahora deben ser compensados con un merecido «recreo» en su patio, con su columpio, rodeados de plantas cultivadas y de un gran grupo de profesionales.
Nos marchamos del centro, que ahora me parece más grande, cargadas de fotografías que ha ido captando Zaldúa, engullidas por abrazos cálidos y sinceros, transportando un saco de emociones, con la cabeza sacudida por un huracán de pensamientos, incorporando en nuestra memoria nuevas caras y nombres como Curro, Beatriz, Elisa, Cristina, Blanca, Antonio, Marcos, Diana, Carlota, Ángela, Ana, Juan Antonio, Adriana, Pablo, Thiago, Annas, Nicole, Ángel, Paola, Josefa, Raquel, Alejandro, con la certeza que se han creado y afianzado los vínculos necesarios para que el proyecto tenga continuidad y con muchas ganas de ver los cuadros de este grupo de artistas colgados en el vestíbulo del CRAI.
Os invitamos que a descubrir estas capacidades artísticas visitando el CRAI Antonio de Ulloa a partir del próximo 3 de diciembre y hasta el 9 de enero.
«Cuando la capacidad se esconde localiza la herramienta adecuada para destaparla»
Autora del texto: Ana Camacho.
Si quieres conocer la asociación Aturem, te invitamos a visitar su blog.