Naturalmente ese perfecto compañero de viaje es el vino, el buen vino; y el viaje, quédese tranquila la Dirección General de Tráfico, no es en coche, sino que lo uso aquí como metáfora de la vida. Curiosamente, o acaso no tanto, algunas de las mejores alabanzas al vino provienen de poetas que vivieron inmersos en la cultura islámica. Es el caso de Omar Jayyam, en bastantes de cuyas rubayat aparece el vino como perfecto compañero de viaje. Véanse como muestra algunas de las que incluí en mi entrada Rubayat de Omar Jayyam; o bien esta otra
La luna desgarró con luz la falda de la noche.
Bebe vino, instante mayor que éste no lo puedes hallar.
Sé alegre y no pienses, porque la intensa luz de la luna
planeando sobre nuestra tierra, uno a uno, nos iluminará.
Como de vino hablamos, no me resisto a incluir también estos magníficos versos del médico y poeta sevillano Abu-L-Hach-Chach Ben Utba (siglo XIII)
Mira la caña que mece el céfiro, inclinándola hacia nuestras copas.
¿No le basta el rocío que bebió, y necesita balancear sus penachos en busca del vino?
Mueve de tal suerte su talle ante los comensales, que entretiene los ojos y las almas.
Dale de beber de nuestros vasos, porque, estando embriagada, podremos perdonarle que nos bese en la cabeza.
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