Viendo la situación vivida ayer 1 de octubre en Cataluña, se me vino a la mente cierta ocasión en que el gran matemático francés Augustin-Louis Cauchy fue a votar. Como información adicional a lo que sigue, conviene apuntar que Cauchy fue un empedernido defensor de los reyes Borbones franceses, un católico algo fanático, y que repudió y odió, con rencor intenso e imperecedero, la revolución francesa y lo que significó para su país y para el mundo.
En 1830 la situación en Francia era harto complicada. El rey Carlos X estaba dispuesto a que Francia volviera a ser una monarquía absoluta. El descontento crecía en la calle, y dos bandos empezaron a organizarse ante una posible caída del rey: por un lado los republicanos, por otro los que abogaban por una continuación de la monarquía pero con un carácter más constitucional y cambiando de rey y dinastía. Así la situación, Carlos X buscó un momento oportuno, disolvió la Cámara de los Diputados y convocó elecciones para julio. El rey pretendía que el bando ultraconservador las ganara para frenar la oposición que los liberales y constitucionalistas le venían haciendo desde la Cámara. Las elecciones eran, pues, importantes en una coyuntura cada vez más tensa y difícil para el borbón.
En esa época el derecho a voto no era universal, pero Cauchy era uno de los privilegiados que sí podían votar, y fue a votar… aunque consciente de lo delicado de la situación, hizo algo más que votar: «El señor Cauchy ―contó un periódico de la época el mismo día de las elecciones―, un miembro de la Académie des Sciences, es un elector y vota en la sección segunda del séptimo colegio, que está ubicado en la Sorbona. Esta mañana, cuando el señor Cauchy fue llamado a depositar su papeleta de voto, encontró dos listas en la mesa. El señor Cauchy expresó a voces su indignación viendo una lista de candidatos liberales situada junto a la de los electores monárquicos. Agarró entonces la lista y la arrugó en sus manos. El presidente primero Sèguier, que estaba junto al señor Cauchy, le reconvino y le recordó que de igual manera que él era libre de votar a quien le pareciera mejor, debía dejar a los otros electores la posibilidad de escribir correctamente el nombre de los candidatos de su elección. Pero el señor Cauchy, sin prestar atención a las observaciones del señor Sèguier, seguía vociferando y gesticulando vehementemente a la vez que arrugaba más y más la lista. El señor Cropelet, presidente de la sección segunda, tuvo que llamar al orden al señor Cauchy, conminarle a que devolviera la lista a su sitio y rogarle que se fuera una vez hubiera votado».
La estrategia del rey Carlos X, aun con la ayuda de Cauchy, tuvo poco éxito, y la oposición ganó 274 escaños frente a los 143 obtenidos por sus afectos. Carlos X optó por darse un autogolpe de estado, y el 25 de julio promulgó cuatro decretos: restricción de la libertad de prensa, disolución de la recién elegida Cámara de los Diputados, limitación aún mayor del derecho de voto y convocatoria de nuevas elecciones. Dos días después, París se sublevó, y durante tres días ―27, 28 y 29 de julio, que han pasado a conocerse en la historia de Francia como los «tres días gloriosos»― sus calles se llenaron de barricadas, principalmente atendidas por trabajadores, estudiantes y pequeños burgueses, que hicieron caer al último rey borbón de Francia.
Los republicanos eligieron entonces al Marqués de Lafayette como su líder, mientras que los partidarios de una monarquía constitucional trataban de convencer a Luis Felipe de Orleáns para que aceptara el trono. Lafayette, héroe francés durante la guerra de independencia de los Estados Unidos, promotor de la libertad religiosa, de la abolición de la esclavitud y de la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, había mostrado demasiada fidelidad a los reyes. Así que acaso no hubiera nada extraño en que, el 31 de julio, Lafayette se asomara al balcón del Ayuntamiento de París llevando de la mano a Luis Felipe de Orleáns y dijera: «He aquí la mejor de las repúblicas».
Carlos X marchó al exilio. ¿Y el irascible Cauchy? También marchó al exilio. ¿Por amor al último rey borbón de Francia? Eso dicen buena parte de sus biógrafos… aunque no todos. Uno especialmente bien informado apuntó otra explicación: Cauchy partió para su viaje solo. Se había casado en 1818 con Aloïse de Bure, hija de un librero acaudalado. Fue el padre de Cauchy quien había elegido novia para su hijo, lo que apunta más a un matrimonio por conveniencia que por pasión amorosa. Augustin y Aloïse tuvieron dos hijas, Marie Françoise Alicia, nacida en 1819 y Marie Mathilde, nacida en 1823. Ni la madre ni las hijas ―estas últimas tenían entonces, 11 y 7 años, respectivamente―, acompañaron a Cauchy cuando este empezó su exilio; de hecho, la familia tardó cuatro años en volver a convivir juntos: «Lo que nos fuerza a preguntarnos ―escribió B. Belhoste en su biografía de Cauchy― si Cauchy no decidió escaparse de las responsabilidades familiares y conyugales más que del tumulto revolucionario…».
Referencias
B. Belhoste, Augustin-Louis Cauchy, a biography, Springer-Verlar, Berlín, 1991.
A.J. Durán, Cauchy, hijo rebelde de la revolución, Nivola, Madrid, 20o9.
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