En este blog ya hemos dedicado varias entradas a la cuestión de la irracional eficacia de las matemáticas en las ciencias naturales (Einstein, Wigner y el misterio de las matemáticas y Lo emocial y lo racional, lo abstracto y lo útil), y a las reflexiones que sobre tan interesante asunto escribió el nobel de física Eugene Wigner en 1960. La píldora de hoy es la forma más sucinta y descarnada que he encontrado para sintetizar esa irracional eficacia: la matemática vendría a ser «Troppo vero!», una expresión italiana que significa «demasiado real».
Naturalmente ese prodigio de síntesis no se me ha ocurrido a mí, sino a un papa. Es lo que dijo Inocencio X cuando vio el retrato que Velázquez le hizo en 1650, y que se puede disfrutar en la Palazzo Doria Pamphili en Roma. El retrato es, posiblemente, el mejor que se haya pintado jamás, y es propiamente una (inquietante) representación psicológica de Inocencio X; quizá por eso a su santidad no le gustó demasiado cuando lo vio y, según se cuenta, sólo supo decir:
Troppo vero!
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