Las preguntas exquisitamente estúpidas de los reporteros (por A. Einstein)

Albert Einstein, también conocido por el «rey de la inteligencia», se dejó querer por los medios de comunicación que lo auparon al estrellato mediático; posiblemente también porque, como aseguró C.P. Snow, Einstein tenía algo, quizá mucho, de exhibicionista e histriónico, y no dejaba a menudo de disfrutar del revuelo que causaba.

Lo que no es óbice para que Einstein a menudo se quejara -en privado- de las molestias causadas por este acoso de los medios. Naturalmente, les aplicó también de tanto en tanto convenientes dosis de sarcasmo (véanse las píldoras Putas, estiércol y universidad (por A. Einstein) y Visión escatológica de la burocracia (por A. Einstein)). Unas veces por el nivel intelectual de la discusión:

Los reporteros plantearon preguntas exquisitamente estúpidas, a las que yo respondía con chistes baratos, que fueron acogidos con entusiasmo,

escribió a un amigo tras ser recibido por una multitud de periodistas y cámaras cuando visitó los Estados Unidos por segunda vez. Otras veces se quejó por la incontrolable influencia de los medios para poner de moda o manipular un determinado asunto: «Este mundo es una curiosa casa de locos –le escribió a su amigo Grossmann en septiembre de 1920–. Ahora hasta los cocheros y camareros discuten sobre si la teoría de la relatividad es o no correcta, y las convicciones de cada cual sobre este asunto dependen del partido político al que pertenezca»; lo cual no dejaba de ser verdad, porque, en Alemania, dependiendo de la tendencia política de cada periódico se informaba de la relatividad como apoteosis de la ciencia o como engañabobos vacío de contenido.

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