Matemáticas y concupiscencia (por Thomas Mann)

Thomas Mann (1875-1955), un par de años después de que se publicara, en 1924, La montaña mágica

Ya hemos dedicado alguna que otra píldora a la cuestión de la ciencia, las matemáticas y el sexo (véanse Sexo, Mentiras y Cintas de Vídeo (por G. Allaire y P.-L. Lions), Connotaciones sexuales del Eureka (por S. Hawking) o Ciencia y sexo (por San Agustín)). Traigo en esta ocasión lo que el gran Thomas Mann, en su extraordinaria novela La montaña mágica, hace decir a uno de los protagonistas secundarios. Se trata del doctor Behrens, quien regenta el sanatorio Berghof para enfermedades pulmonares en Davos, donde transcurre la acción de la novela. En cierta ocasión, tiene que echar del sanatorio a tres enfermos porque dos han sido cogidos en plena coyunda por una tercera que, presa de locos celos, no para de gritar hasta despertar a medio sanatorio; un escándalo que no admitía otra decisión que la expulsión en los recatados años previos a la primera guerra mundial. Mientras ausculta a Hans Castorp, el protagonista de la novela, el doctor se sincera con él sobre el incidente: «A ustedes estas historias todavía les hacen gracia, a ustedes qué les importa… Pero un director de un sanatorio como yo llega a estar más que harto… Créanme. ¿Qué quieren que haga si la tisis está ligada a cierta concupiscencia…? No he sido yo quien lo ha dispuesto así, pero en cuanto me descuido, parece que tengo un hotelito en las montañas en vez de un sanatorio. Contamos con el análisis, con la confesión… ¡Cuanto más se confiesa esa panda de gamberros, más lasciva se vuelve!». Y entonces Behrens, apunta su receta anti-lascivia:

Yo abogo por las matemáticas. Las matemáticas son el mejor remedio contra la concupiscencia.

Y tira de ejemplo: «El procurador Paravant, por ejemplo, que sufría grandes tentaciones, se dio a las matemáticas, está ahora a vueltas con la cuadratura del círculo y se ha tranquilizado muchísimo».

Vista de Davos, en los Alpes grisones suizos, en cuyo valle sitúa Mann el escenario de La montaña mágica

No vamos a negar nosotros que la cuadratura del círculo no fuera un inhibidor de la libido para el tal procurador Paravant, pero igualmente podríamos enumerar unos cuantos ejemplos de todo lo contrario.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*