El crítico de arte Robert Hughes (1938-2012) nos legó una de las más comprensibles obras para instruirse en esa caja de Pandora que es el arte contemporáneo. El impacto de lo nuevo es el título de ese libro ya clásico, que fue el resultado de una serie de televisión que Hughes escribió y narró para la BBC y que se emitió en 1979-1980.
Entre las muchas descripciones que incluye El impacto de lo nuevo, a mí me parece especialmente inspirada la que dedicó a las obras que, un ya maduro Claudet Monet pintó en su finca-refugio cerca del pueblo de Giverny, a 80 quilómetros de París. Sobre los inmensos óleos que Monet dedicó a un estanque con nenúfares, Hughes escribe: «Los Nenúfares son un prolongado examen de un anegado mundo reflexivo, en el cual el cielo no es visible salvo por reflejo; las aguas llenan todo el marco […] El estanque era tan artificial como si hubiera sido pintado. Liso, como un lienzo. Lo que mostraba en su superficie, las nubes y las hojas de los nenúfares y un viento suave como pisadas felinas, las oscuras manchas del follaje reflejado, los abismos de azul oscuro y los trémulos y opalinos reflejos de la luz del cielo, todo eso aparece comprimido a la vez en un espacio poco profundo, una piel, como el espacio donde se pinta. Los sauces llorones acarician esa superficie como pinceles. No hay primer plano, ni fondo; en vez de eso, una red de conexiones». Y poco después, Hughes compone una frase memorable:
El estanque era una rebanada de infinito.
Porque en las series de los Nenúfares de Monet late toda la capacidad para sugerir que atesora el infinito, un concepto matemático por excelencia. Y lo hace con parecida fuerza a como el infinito palpita a todo lo largo y ancho de una de las obras maestras de las matemáticas: Introducción al análisis de los infinitos, del gran Leonhard Euler, dotándola de paso de valor estético.
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