Pascal y la lujuria por aprender

Blaise Pascal (1623-1662)

Blaise Pascal (1623-1662) fue un prometedor científico y matemático, un destacado precursor del cálculo infinitesimal, de la geometría proyectiva y de la probabilidad, hizo contribuciones en hidrodinámica y fue también un habilidoso experimentador, que construyó la primera máquina de calcular –para ayudar a su padre que era tasador de impuestos–.

Nacido en Clermont-Ferrant, su familia se trasladó a París siendo Pascal todavía un niño. Su familia era católica, e inclinada hacia una nueva doctrina que por aquella época empezaba a tomar cierto auge en Francia; se trataba del jansenismo, que, fundado por Cornelius Jansen algunos años antes, defendía que el hombre únicamente podía salvarse del infierno por la intervención de la divina gracia, y que esta intervención estaba prefijada y no dependía de las buenas obras que se hicieran. Pascal profesó gran admiración por esa doctrina, y sus reflexiones sobre ella le procuraron más de un arrebato místico; no es descartable que la pésima salud de Pascal, que sufría graves problemas digestivos que a la postre le causarían la muerte con 39 años, tuviera tanto o más que ver con sus éxtasis que la fe jansenista. En 1654 tuvo un accidente mientras conducía un coche de caballos del que salió ileso; esto le procuró un delirio místico que lo llevó a ingresar en el convento de Port Royal, que se había convertido en el principal centro de las ideas jansenistas. Allí meditó sobre la grandeza y miseria del hombre y compuso sus principales obras filosófico-religiosas: Las provinciales y Pensamientos.

Esa vena mística se refleja en sus críticas a la búsqueda del conocimiento por el mero hecho de saber, en vez de como una herramienta a la mayor gloria de Dios. Tenemos así es «codicia o lujuria por aprender, un apetito disoluto por el conocimiento. Un estudio así de la ciencia surge del interés principal por uno mismo como el centro de las cosas, en lugar de preocuparse de buscar fuera, entre todos los fenómenos naturales que nos rodean, la presencia de Dios y Su gloria».

Nieztsche (un filósofo a un mostacho pegado) en su época de profesor en Basilea

Bertrand Russell(1872-1970)

Seguramente sus arrebatos místicos hicieron que, a la postre, se quedara en un científico prometedor: «El más grande podría haber sido de toda la historia de las matemáticas», en opinión de E.T. Bell. De hecho, Nietzsche vio en Pascal el modelo de genio capado por la religión: «El cristianismo se ha puesto de parte de todo lo débil, de todo lo bajo, de todo lo fracasado –escribió en El Anticristo–; ha convertido en un ideal la oposición a los instintos tendentes a conservar la vida fuerte; ha echado a perder hasta la razón de las naturalezas más fuertes intelectualmente al inducirlos a que consideremos que los valores supremos de la intelectualidad son algo pecaminoso, algo que descarría, una tentación. El ejemplo más lamentable es Pascal, quien creía que su razón estaba corrompida por culpa del pecado original, cuando por lo que lo estaba era precisamente por su cristianismo» –con lo que, hasta cierto punto, coincidía Bertrand Russell: «Pascal sacrificó su magnífico talento matemático a su Dios, atribuyéndole por tanto una barbaridad que era una ampliación cósmica de sus enfermizas torturas mentales»–.

Referencias

Antonio J. Durán, Crónicas Matemáticas, Crítica, Barcelona, 2018.

1 Comment

  1. Creo que el pobre Pascal estuvo siempre tan enfermo que no pudo sacar su genio total. La religión no podía sino servirle de consuelo en la dura soledad de su crónica dolencia. Su acendrada religiosidad no empece su investigación científica, admirable por ser hecha también con el condicionante de su pésima salud. Nietzche lo admiraba a pesar de todo, veía en él un rival digno, el único cristiano lógico

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