Hoy, el matemático que habita en mí, va a dejar paso a su vecino el escritor, aunque no sé si será en versión ensayista o novelista. Juzguen ustedes.
La epidemia sigue su curso en España. Del estudio del Imperial College del día 30 de marzo que comentamos aquí hace un par de días, cabe deducir que el confinamiento del día 15 de marzo frenó, aunque no detuvo, la pandemia. En el más optimista de los escenarios, las más exigentes medidas de confinamiento decretadas el pasado 29 de marzo deberían de haber logrado que el número de infectados reales por día empiece a disminuir, y podremos percibir quizá en dos, tal vez tres semanas, que efectivamente la tendencia de muertes diarias es descendente. Como ya hemos explicado en este Blog, mientras persista la escasez de test, la evolución del número de infectados detectados va a significar poco.
Al panorama de la emergencia sanitaria se le unieron ayer los datos de empleo del mes de marzo. No por esperados fueron menos duros, y muestran la gravedad de la situación: es la más difícil que enfrenta, no ya España o Europa, sino la humanidad en su conjunto en las últimas siete décadas. La más difícil y la que, conforme pasen los meses, tendrá más capacidad desestabilizadora. No es exagerado decir que el mundo ya no es ni funciona como lo hacía un mes atrás. Parece pues necesario abrir pronto un escenario de reconstrucción. Y no me cabe duda de que así va a ser: reconstrucción es una palabra que ya empezamos a escuchar, y que se hará de uso común en los próximos días y semanas.
Es posible que en España, y en Europa, la crisis sanitaria de este primer brote de la Covid-19 quede efectivamente controlada para finales de mayo (quizá algo después en zonas donde está golpeando más fuerte), pero el virus seguirá moviéndose por el mundo y será necesario aplicar exigentes medidas de control para evitar rebrotes de la epidemia. Hasta que no dispongamos de una vacuna eficiente no podremos empezar a plantearnos volver a una vida algo parecida a la que llevábamos a primeros de marzo. Pero eso no va a ocurrir en los próximos meses: por las estrictas e imprescindibles medidas de control sanitario, una vacuna no podrá aplicarse de forma masiva hasta por lo menos dentro de un año, y eso en el supuesto, que es mucho suponer, de que se haya descubierto ya o se descubra en las próximas semanas.
De manera que a las enormes turbulencias sociales y económicas que está provocando y provocará el confinamiento, seguirán otras turbulencias, menores aunque no despreciables y más extendidas en el tiempo, producidas por la necesidad de evitar los rebrotes de la epidemia. Pensemos en un país como España, que cuadra su balance comercial gracias a la «industria» del turismo. Más de 60 millones de visitantes extranjeros recibimos en 2019. ¿Cuántos serán en 2020? ¿Cuántos en 2021?
Reconstrucción, eso es lo que vamos a tener que hacer en cuando controlemos la crisis sanitaria. Reconstrucción no significa volver a construir lo que teníamos en la misma forma. La reconstrucción permite rectificar. Y eso, en particular, requiere un debate para evaluar qué queremos hacer con los servicios públicos, si apostar por ellos o debilitarlos en favor de lo que los neoliberales llaman eficiencia del mercado; o si debemos seguir desmantelando fábricas en España y Europa para producir en China con mano de obra mucho más barata. Es indudable que la actual crisis sanitaria, y cómo y con qué recursos la estamos afrontando nos está aportando una valiosísima información que nos ayudará sin duda a reflexionar. Al reconstruir podemos cambiar cosas que ayuden a mejorar lo que había, pero no olvidemos que, también, si no acertamos al reconstruir podemos empeorarlo.
Reconstrucción en España, y reconstrucción en Europa. No sé si nuestros responsables políticos serán conscientes de que un periodo de reconstrucción no se puede hacer con los planteamientos partidistas con que más o menos nos manejábamos hace unos meses. Y tampoco sé si los gobiernos europeos se han dado cuenta ya de que para reconstruir Europa no pueden primar los intereses particulares de cada país; ¿es consciente la Unión Europea de que quizá no sobreviva si vuelve a defraudar como hace diez años?
El gobierno de coalición que requirió dos elecciones generales el año pasado no estaba precisamente pensado para hacer frente a una reconstrucción del tipo de la que va a requerir España. Piénsese que las turbulencias provocadas por el confinamiento van a proyectar su inestabilidad durante los próximos años (no meses, sino años) y añádaseles las turbulencias que generarán las medidas para evitar rebrotes. En España se habla ya de una reedición de los Pactos de la Moncloa, por los que gobierno, oposición, sindicatos y empresarios, hicieron a finales de 1977 frente común para afrontar la pésima situación económica de España en aquel delicado momento político. A mí me parece que ahora se va a necesitar algo más. Tal vez habría que ir pensando en algún tipo de gobierno de concentración, o de unidad, o como queramos llamarlo, que permita aunar fuerzas. Y no digo con esto que el gobierno de coalición haya de disolverse, sino que debería de ampliarse: se trata de sumar, no de empezar restando. Ya sé que es impensable en el escenario político actual, y que suena incluso surrealista oyendo al gobierno y a la oposición. Y seguro que muchos se preguntarán si no estoy soñando. Puede ser, pero ya que he mencionado el surrealismo, me permitirán acabar con aquella frase que dijo Luis Buñuel: «Soñar despierto es tan impredecible, importante y poderoso como hacerlo dormido».
Dejar una contestacion