Confinar a tiempo salva vidas y acaba ayudando a la economía

Usando la metodología explicada en dos entradas anteriores (esta y esta), cabía deducir el 23 de septiembre que a lo largo de ese mes se podían haber dejado de detectar entre 10.000 y 40.000 infectados por semana.

Si aplicamos la misma metodología a los datos de los últimos días de octubre en España (con una media para el acumulado de muertes en los siete días anteriores cercana a los 700), nos daría una estimación para el acumulado de infectados reales en la semana del 1 al 7 de octubre de entre 70.000 y 140.000 (teniendo en cuenta el retraso entre muerte e infección); dado que a principios de octubre se estaban detectando unos 50.000 casos por semana, la conclusión es que muy posiblemente a lo largo de octubre se han dejado de detectar entre 20.000 y 90.000 infectados por semana. Esto hace pensar que la epidemia ha entrado en una fase exponencial que admite ya comparación con lo que ocurrió a primeros de marzo.

Los datos de finales de septiembre recomendaban ya un confinamiento, que quizá no tenía que haber sido aplicado a todo el país como en marzo, sino que podría haber sido más quirúrgico, y aplicado en zonas mucho más reducidas. Pero lo que sí parecía meridianamente claro es que había que confinar. Como es bien sabido, estas medidas de confinamiento no se tomaron (lo que llaman «confinamiento perimetral» es algo muy distinto a lo que se hizo en marzo, y no corrige la situación de las poblaciones dentro del perímetro cuando el número de infectados allí se ha disparado).

Evolución de los infectados detectados entre el 11 de mayo y el 28 de octubre (fuente: Ministerio de Sanidad)

La situación de finales de septiembre también sugería volver al estado de alarma para garantizar una puesta en marcha eficiente de las medidas de confinamiento local. Y como también es sabido, el estado de alarma no ha llegado hasta hace pocos días (y no está claro que con lo decidido en el Congreso se puedan hacer confinamientos como los de marzo y abril, aunque sean locales y no globales).

De las estimaciones anteriores (entre 20.000 y 90.000 infectados reales sin detectar por semana en octubre) cabe deducir que posiblemente haya a finales de octubre cientos de miles de infectados no detectados haciendo avanzar la epidemia. Pocas dudas caben de que en las últimas tres o cuatro semanas el virus nos ha vuelto a sorprender y ha entrado en fase exponencial (aquí en España y también en bastantes países europeos: Francia, Inglaterra, Bélgica, etc.).

Eso hace que la detección precoz por la sanidad primaria y los rastreos, que en España nunca han llegado a funcionar bien, sirvan para bien poco, y nos aboca más temprano que tarde a un confinamiento domiciliario parecido al que tuvimos en marzo. Los toques de queda y los confinamientos perimetrales decididos en los últimos días posiblemente hubieran sido poco efectivos ya hace un mes, así que ahora no modificarán sustancialmente la situación. Si a todo esto unimos la saturación hospitalaria y el incremento de muertes (recuerdo que las muertes reflejan la situación de la epidemia hace más o menos tres semanas), parece que la conclusión es clara: en buena parte del país hay que ir a un confinamiento domiciliario del tipo de la primavera pasada.

El presidente de la Junta de Andalucía en su comparecencia del pasado 28 de octubre

La saturación hospitalaria la explicó bastante bien el presidente del gobierno andaluz el pasado miércoles 28 de octubre. En un mensaje en el que iba a anunciar medidas contra la pandemia al amparo del estado de alarma, el presidente recordó que la situación hoy de los hospitales en Andalucía era como la de los primeros días de abril y aclaró que, mientras entonces llevábamos ya tres semanas confinados y la curva empezaba a doblegarse, ahora la curva sigue creciendo. Con esa explicación, la conclusión más razonable era comunicar un confinamiento en Andalucía (o en buena parte de ella) como el de primavera. Pero no, la decisión ha sido en Andalucía un confinamiento perimetral de dudosa efectividad.

Debemos recordar, una vez más, que retrasar el confinamiento domiciliario cuando el virus avanza exponencialmente acaba teniendo un coste en muertes que aumenta exponencialmente con el retraso (es muy posible que, de habernos confinado el 7 de marzo en vez del 15, se hubieran reducido las muertes en España durante la primera ola entre la mitad y dos tercios: entre 13.000 y 18.000 muertes menos). El retraso, además, implica un mayor tiempo de confinamiento para contener el virus. La conclusión de esto es que retrasar la decisión de confinar es lo que más daño puede hacer a la economía. Sirva como ejemplo la situación de Granada y su área metropolitana. A principios de octubre la incidencia acumulada de casos detectados en los últimos 14 días (cercana a 500 por cada 100.000 habitantes) sugería que era necesario algún tipo de confinamiento, pero para salvar la actividad económica asociada al puente del 12 de octubre no se decidió nada hasta que este acabó. Después se decidió un confinamiento perimetral que se ha mostrado incapaz siquiera de atemperar el crecimiento de la epidemia (Granada supera ahora los 1.000 casos detectados por 100.000 habitantes en las últimas dos semanas). La situación epidemiológica actual en Granada es pésima, y con seguridad va a perder la actividad económica asociada no solo a los puentes de Todos los Santos y al de la Constitución, sino también a las navidades.

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