La elipse y las novelas negras (por M. Connelly)

Michael Connelly

En esa enciclopedia de la novela negra que es Sangre en los estantes de Paco Camarasa (1950-2018), se nos describe a Michael Connelly (1956-) como un escritor que ha sabido poner al día a los detectives clásicos con los que se inició el género negro. Una de sus creaciones es la de Hieronymus Bosch (sí, se llama igual que el pintor), policía de Los Ángeles, que también ejerce de detective privado en alguna novela, como en la titulada Cauces de maldad. En este libro nos encontramos con un clásico problema de cónicas pasado por el filtro de la novela negra y con el fondo de los paisajes desérticos del estado de Nevada. «Todo se reducía a geometría de escuela primaria. Tenía dos de los tres vértices de un triángulo y necesitaba el tercero», nos confiesa Bosch, y sigue: «Era así de fácil y así de difícil al mismo tiempo. Para llegar a ese punto contaba con el perímetro del triángulo. Me senté, abrí la libreta por una página en blanco y me puse a trabajar con el mapa. Recordaba que el kilometraje registrado en el coche de alquiler de uno de los hombres desaparecidos era de 528 kilómetros. Esa distancia equivaldría al total de los tres lados del triángulo. Ya sabía, gracias a las anotaciones en el mapa, que un lado del triángulo —de Zzyzx al aeropuerto de Las Vegas— medía 148 kilómetros. Eso dejaba 380 kilómetros para los dos lados restantes. Esa cifra podía repartirse de diversas maneras, situando el lado restante del triángulo en infinidad de posibles situaciones en el mapa». Con esos datos, ¿sabría el lector decir cuál es el lugar geométrico del otro vértice del triángulo? Efestivamente, como habría dicho el gran Forges, la respuesta es una elipse: al ser la suma de las distancias del vértice desconocido a los dos vértices conocidos constante (e igual a 380 kilómetros), el vértice restante del triángulo describe una elipse con foco en los dos vértices conocidos.

Connelly no nos dice si el detective Bosch se dio cuenta de que manejaba una elipse y, aunque podría equivocarme, dudo que el autor supiera que tenía entre manos una de las cónicas que tantos desvelos causaron a los venerables matemáticos griegos. Tampoco le hizo falta a Bosch ayuda matemática para localizar el tercer vértice. Según reconoce el propio Bosch, inicialmente las posibilidades son enormes: «Mi dibujo llevó el tercer posible vértice del triángulo hasta el Gran Cañón, en el otro extremo de Arizona, o bien al norte, hacia la zona militar vedada bajo el comando de la base de la fuerza aérea en Nellis». Pero a su debido tiempo entró en juego la idiosincrasia propia del género negro, y el detective, sin necesidad de acudir a Apolonio ni a Arquímedes, dio con la solución: el tercer vértice es la población de Clear (que corresponde con la real Crystal) y las razones son contundentes: «Clear era una población de burdeles y de los servicios que se derivan de tales negocios», y eso casaba a la perfección con el perfil del presunto asesino. Moraleja: no debemos olvidar que, según para qué, el sexo de pago puede resolver problemas para los que las matemáticas no tienen una respuesta clara.

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