En una entrada anterior (Matemáticas en tiempos de cólera) expliqué cómo Ludwig Bieberbach se erigió en ideólogo principal del nazismo matemático y cómo acusó a revistas de matemáticas alemanas de, entre otras cosas, dedicar artículos a mujeres judías y comunistas. La andanada de Bieberbach iba dirigida en concreto contra Emmy Noether (1882-1935).
Noether fue una de las grandes protagonistas del proceso de abstracción del álgebra en las primeras décadas del siglo XX, y autora también de un profundo teorema sobre las conexiones íntimas entre las simetrías matemáticas de las leyes físicas y la existencia de cantidades asociadas que permanecen invariantes.
Noether nació en Erlangen en 1882. Unas décadas antes, había empezado a cambiar en Europa la denegación al estudio universitario que hasta entonces sufrían las mujeres. Desde 1861 les estuvo permitido a las mujeres el acceso a las universidades en Francia, desde 1878 en Inglaterra, desde 1885 en Italia. Alemania tardó algo más; allí había voces especialmente críticas con la igualdad: «Muchos hombres sensatos hablan de rendir nuestras universidades a la invasión de las mujeres, falsificando así el carácter distintivo de estos centros –escribía en la época un eminente historiador–. Esto es una ignominiosa muestra de debilidad moral que solo responde a las demandas ruidosas de la prensa. Es increíble la debilidad intelectual de semejante posición porque las universidades son mucho más que meras instituciones donde se enseña ciencia y erudición. Está en la propia naturaleza de las universidades pequeñas ofrecer a los estudiantes un ambiente de camaradería de inestimable valor para construir el carácter de un hombre joven».
A pesar de todo, a Emmy Noether le permitieron en 1900 estudiar como oyente en la Universidad de su ciudad natal. Aunque no pudo, en principio, examinarse –los responsables de la Universidad pensaban que otra cosa rompería el orden académico de la casa–. En ese momento había dos mujeres entre casi mil estudiantes masculinos. Tras pasar un año por Gotinga, Noether volvió a Erlangen en 1904, una vez se permitió a las mujeres examinarse. Tras doctorarse, estuvo allí dando clases, pero sin sueldo.
En 1915, Noether se fue a Gotinga a trabajar con David Hilbert, uno de los pocos defensores de la plena integración de las mujeres en la Universidad. Allí y en esos años demostró su teorema sobre simetría e invariancia; y allí pasaron también los años sin que la dejaran enseñar a pesar de los desvelos de Hilbert, a pesar de la lógica aplastante que usaba para defender el derecho de Noether a dar clases: «No veo por qué el sexo de la candidata es un argumento contra su nombramiento como profesora –dijo en cierta ocasión–. Después de todo somos una Universidad y no un establecimiento de baños». Mientras Hilbert decía esto, otros catedráticos, justo después de la Primera Guerra Mundial, alegaban: «¿Deben los soldados, que vuelven de la disciplina y las penurias de la guerra, verse ahora en las clases bajo la autoridad de una mujer?». Hasta 1923 no consiguió Emmy Noether un nombramiento como profesora asociada no oficial; y a Richard Courant (1888-1972), a la sazón director del Instituto de Matemáticas, le costó mucha pelea conseguir que Noether pudiera cobrar por su trabajo una paga; era escasa, pero al menos regular.
De esta mujer dijo un célebre matemático francés: «Fue la mejor matemática de su tiempo, y uno de los mejores matemáticos (sin distinción de sexo) del siglo XX»; uno no menos conocido, holandés en este caso y alumno de Noether, escribió: «El que fuera una persona tan excepcional no fue consecuencia exclusiva de su talento matemático excepcional, sino más bien de su creatividad personal vista como un todo, de su forma de pensar y de la fuerza de su determinación»; Einstein la calificó como «el genio creador más importante y significativo que las matemáticas han producido desde que se permitió a las mujeres acceder a la educación superior»; y Hermann Weyl (1885-1955), el más distinguido discípulo de Hilbert, solicitó para ella un mejor puesto al ocupar él una cátedra en Gotinga en 1930: «Me avergonzaba ocupar una posición privilegiada frente a Emmy Noether, porque yo sabía que ella era, como matemático, superior a mí en muchos aspectos. Tradición, prejuicios, consideraciones externas a lo científico, inclinaban la balanza en contra de la grandeza y méritos científicos de Emmy. En mis años en Gotinga (1930-33), ella configuró el centro de actividad matemática más fuerte, tanto si consideramos la fertilidad de su investigación científica como su influencia sobre un amplio círculo de discípulos».
A Noether, Bieberbach la acusó de comunista por el simple hecho de que se había ganado la admiración científica de buena parte de la entonces importantísima escuela matemática rusa asentada en Moscú. Su líder, Pavel Alexandrov, dijo de ella: «Emmy Noether fue la más grande de las mujeres matemáticas, creadora de una de las más brillantes escuelas matemáticas de Europa, una gran científica, magnífica profesora y una inolvidable persona. Emmy amó a la gente, a la ciencia y a la vida con todo el fervor, alegría, generosidad y cariño con que un alma profundamente sensible (y femenina) es capaz». La comunidad matemática le reconoció a Emmy Noether sus méritos invitándola a impartir sendas conferencias en los Congresos Internacionales de Bolonia (1928) y Zurich (1932).
Pero en 1933, un año después de recibir la consideración de los matemáticos en Zurich, Emmy Noether fue expulsada de Gotinga tras aplicar Hitler las leyes raciales. Decidió tomar el camino del exilio. Sus amigos rusos intentaron crearle un puesto en Moscú, pero las autoridades soviéticas lo denegaron. A través de la Fundación Rockefeller, Noether consiguió a finales de 1933 un trabajo en la Universidad de Bryn Mawr, un pequeño pueblo de Pensilvania; era un puesto algo precario, pero lo aceptó consciente de que, con 50 años y siendo mujer, su situación era harto difícil. Murió en 1935.
Del célebre teorema de Noether sobe simetría e invarianza se deduce que de la invariancia respecto a traslaciones y rotaciones devienen las leyes de conservación del momento lineal y angular, respectivamente, y de la invariancia respecto al tiempo, la ley de conservación de la energía. El teorema de Noether ha permitido a los físicos agudizar su perspicacia en lo relativo a las fundamentales leyes de conservación. «La idea de que la conservación de la energía es un principio fundamental no surgió hasta mediado el siglo XIX –escribió al respecto el Nobel de física Frank Wilczek (1951-)–. E, incluso entonces, por qué tendría que cumplirse eso era un completo misterio, hasta el descubrimiento de Noether. Ni siquiera hoy creo que hayamos llegado al fondo del asunto». Y también: «El teorema de Noether, al conectar las leyes de conservación con simples aspectos cualitativos de la realidad física, ofrece una percepción profunda en el porqué de la existencia de estas leyes. En las fronteras de la física moderna, el teorema de Noether se ha convertido en una herramienta esencial de descubrimiento».
Referencias:
Antonio J. Durán, Pasiones, piojos, dioses… y matemáticas, Destino, Barcelona, 2009.
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