No es exagerado decir que en los ocho siglos trascurridos desde el nacimiento del rey Alfonso X, lo que le ha dado más celebridad ha sido su mecenazgo científico. La labor del rey fue más allá del mero patronazgo –algo que ya practicó su padre Fernando III–, porque Alfonso se rodeó de un nutrido grupo de intelectuales competentes y ejerció labores de liderazgo y dirección sobre las actividades que había que realizar. El fruto de todo ese esfuerzo fueron unos 30 tratados de índole (más o menos) científica, parte de ellos traducciones y otra parte de producción propia.
La joya más preciosa que produjo el mecenazgo regio fueron las llamadas Tablas alfonsíes. Desafortunadamente, no se conservan copias del original en castellano de las Tablas, excepción hecha de los Cánones. De esta serie de tratados, que explican cómo usar las Tablas, se conserva una copia muy tardía en el manuscrito Ms. 3306 de la Biblioteca Nacional, datado a principios del siglo XVI. Traducciones de las Tablas en sí se conservan en bastantes manuscritos conservados en diferentes bibliotecas europeas, y también en las muchas impresiones que se hicieron tras el desarrollo de la imprenta. Pero el hecho de faltar el original castellano y las discrepancias entre las versiones conservadas hacen de las Tablas alfonsíes un objeto bastante más nebuloso de lo que la precisión de su nombre parece indicar.
En los Cánones se explica que las Tablas fueron elaboradas en Toledo entre 1262 y 1272 por dos colaboradores del rey, los judíos Judah ben Moses ha-Cohen e Isaac ben Sid. Judah ben Moses fue también médico, trabajó antes para Fernando III y contribuyó a la traducción por orden de Alfonso X de bastantes obras de carácter tanto astronómico como astrológico. Isaac ben Sid fue el más prolífico colaborador científico del rey sabio, con numerosas obras, mayormente propias aunque también traducidas, sobre construcción de instrumentos astronómicos y relojes.
Las Tablas venían a mejorar las llamadas Tablas toledanas de Azarquiel, el mejor de los astrónomos que florecieron en Al-Andalus. El propósito de Alfonso X al ordenar elaborar unas nuevas tablas fue mejorar la precisión de las Tablas toledanas.
Las Tablas alfonsíes, propiamente dichas, contenían diversa información sobre posiciones de los planetas, y conjunciones entre ellos –incluyendo el Sol y la Luna– referidas a la latitud de Toledo.
Loas a la importancia de las Tablas alfonsíes no faltan en casi cualquier historia de la astronomía que las considere. Así, en la ya venerable A history of astronomy, from Thales to Kepler, de Dreyer, se puede leer: «Disponer de unas nuevas tablas planetarias se consideraba desde hacía tiempo una necesidad, y esa importante tarea fue finalmente asumida por el rey Alfonso X de Castilla y varios astrónomos judíos y cristianos trabajando para él en Toledo, quienes prepararon las celebradas Tablas alfonsíes. Con gran reputación, se las consideró durante los siguientes trescientos años como las mejores tablas planetarias». O en el más reciente, From Eudoxus to Einstein, a history of mathematical astronomy, de Linton, donde se lee: «En lo que concierne a la historia de la astronomía, uno de los hechos más significativos de la Edad Media se produjo en el siglo XIII en España. El rey cristiano Alfonso X (el Sabio) gobernó los reinos de León y Castilla desde 1252 hasta 1284, y estableció y presidió un grupo de astrónomos, predominantemente cristianos y judíos, encargados de traducir textos astronómicos en lengua castellana. El producto más importante de esta empresa fue un conjunto de tablas astronómicas. El texto original de las Tablas alfonsíes se ha perdido, pero es ampliamente aceptado que fueron escritas en Toledo hacia 1270 para reemplazar otras tablas elaboradas allí en el siglo XI. Las Tablas circularon en muchas versiones (en traducciones latinas) y formaron la base de prácticamente todos los cálculos astronómicos hasta mediados del siglo XVII». O en la edición de (parte) de los Cánones que hicieron J. Chabás y B. R. Goldstein, donde se lee: «El impacto de las Tablas alfonsíes sobre el desarrollo de la astronomía europea desde el siglo XIII hasta la mitad del XVI fue enorme, y es la razón por la que Alfonso X es recordado». Y más adelante: «Fue la elaboración de las Tablas lo que dio al rey Alfonso su más duradero activo para entrar en la historia».
Las Tablas alfonsíes fueron remozadas a mediados del siglo XV por Georg Peurbach (1423-1462) y su discípulo Johannes Müller (1436-1476) –más conocido por Regiomontano–, y finalmente sustituidas por las mucho más precisas Tablas Rudolfinas, elaboradas por Kepler con las excelentes observaciones que Tycho Brahe (1546-1601) hiciera en la isla de Hven durante el último cuarto del siglo XVI.
Como se ha dicho no se ha conservado ninguna copia castellana de las Tablas alfonsíes, pero sí son abundantes las versiones latinas, pues pronto se difundieron por Europa –adaptadas a la latitud de diversas ciudades europeas–. Estuvieron vigentes hasta el siglo XVII y fueron la base de los cálculos astronómicos hechos durante los siglos XIV al XVI. Se imprimieron por primera vez en Venecia en 1483; el impresor, Erhard Ratdolt, había impreso el año anterior los Elementos de Euclides. Se volvieron a imprimir en Venecia en 1492, en 1518, en 1524, y en París en 1545 y 1553, lo que da buena idea del interés que todavía tenían a mediados del siglo XVI.
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