¿Qué les pasa a los lógicos?

El IMUS, con la participación de la Facultad de Matemáticas, celebrará el miércoles 2 de marzo la jornada principal del Año de Gödel, con diversas conferencias sobre su personalidad y obra científica.

 

El gran matemático Gian-Carlo Rota (1932-1999), que coincidió algunos años con los lógicos Alonzo Church (1903-1995) y Kurt Gödel (1906-1978) en Princeton, escribió: «No puede ser simple coincidencia que varios de los más sobresalientes lógicos del siglo XX fueran internados en instituciones mentales en algún momento de sus vidas: Cantor, Zermelo, Gödel, Peano y Post, son algunos ejemplos. Alonzo Church fue uno de los más sanos de entre los lógicos sobresalientes, aunque de alguna forma su conducta debe ser calificada de extraña, incluso comparada con la estándar de un matemático».

Gödel de joven y con tupé

De todos ellos, quizá Gödel se llevé la palma en cuanto a personalidad singular. Gödel se exilió en Estados Unidos al inicio de la segunda guerra mundial, y allí encontró una plaza de investigador en Princeton. Fue un solitario, un ser socialmente inadaptado que se dedicó la mayor parte de su vida a pensar, y a buscar las fronteras de lo que es lógicamente admisible. De los pocos amigos que tuvo Gödel, uno fue Einstein, con quien solía pasear casi a diario en Princeton, desde 1942 y hasta la muerte del físico en 1955. Para muchos fue sorprendente que dos personalidades tan diferentes llegaran a congeniar tanto; según Ernst Straus, que ejerció un tiempo como asistente de Einstein en Princeton, este era «sociable, feliz, un mar de risas y sentido común», mientras que Gödel era «solemne en extremo, muy serio, bastante solitario, y desconfiaba del sentido común como herramienta para alcanzar la verdad». Es significativo que cuando Einstein cumplió 70 años, Gödel le regalara una peculiar solución de las ecuaciones de la relatividad general donde el tiempo era cíclico y los acontecimientos estaban condenados al eterno retorno. En ese cosmos gödeliano, los viajes hacia atrás en el tiempo son posibles: «Si en estos universos –escribió el propio Gödel- hacemos un viaje de ida y vuelta en un cohete sobre una curva suficientemente amplia, es posible viajar a cualquier región del pasado, presente y futuro, y volver, exactamente del mismo modo como en otros universos es posible viajar a regiones distantes del espacio».

Gödel pocos años antes de morir

Según consta en su certificado de defunción, Gödel falleció de desnutrición e inanición como resultado de un trastorno de la personalidad: desconfiando de que pudieran envenenarlo, decidió dejar de comer.

A Alan Turing (1912-1954), en cambio, lo llevó al suicidio las costumbres morales de la Inglaterra de los años cincuenta; a pesar de su valía como científico, a pesar del relevante papel que había tenido durante la segunda guerra mundial en el desciframiento del código Enigma usado por los nazis para sus comunicaciones militares secretas, la justicia británica lo condenó en 1952 por prácticas homosexuales. Se le ofrecieron dos opciones, o la cárcel o la castración química. Eligió la segunda, pero la situación provocada fue más de lo que su dignidad pudo aguantar, y se suicidó en junio de 1954.

Van Heijenoort (primero por la izquierda) con Troski (centro) en México (1937)

«Algunos podrían pensar que algo tan abstracto como la lógica solo podría atraer a personalidades frías y exangües –escribió Jesús Mosterín en la introducción de su libro Los lógicos-. Pero las apariencias engañan. Bajo el hielo de la razón pura arde a veces una llama abrasadora y un corazón atormentado». Mosterín siguió con un esbozo de la vida de Jean van Heijenoort: a sus veintitantos años fue ayudante de Troski (1912-1986), al que siguió durante sus exilios por Turquía, Francia, Noruega y México (allí van Heijenoort fue amante de Frida Kahlo). Van Heijenoort dejó a Troski poco tiempo antes de que el español Ramón Mercader le clavara un piolet en la cabeza; se instaló en Estados Unidos donde estudió lógica y filosofía de la ciencia y se convirtió en un reputado historiador de la lógica (editó en parte las obras completas de Gödel). «Lejos de cualquier frialdad, se pasó la vida en tormentosas pasiones amorosas con sus diversas esposas y amantes –sigo citando a Mosterín-. Su última mujer, la mexicana Ana María, nada más conocerlo lo describió como “una llama de fuego puro”. En ese fuego se quemaron los dos. Ya separados, y dedicado Jean en Stanford a la edición de las obras completas de Gödel, Ana María lo conminó a volver a México inmediatamente, porque ella quería suicidarse y matarlo a él. Él canceló todos sus compromisos y tomó el primer avión a México. Allí, en la cama, ella le disparó tres tiros en el cráneo y a continuación se disparó a sí misma en la boca, como había anunciado».

En vista de todos estos ejemplos, es innegable que cierta tentación melodramática pueda inclinarnos a establecer una relación entre los estudios de lógica y la locura, por más que quien esto escribe está convencido de que esa relación es con seguridad inexistente.

 

Referencias:

Antonio J. Durán, Crónicas matemáticas, Crítica, Barcelona, 2018.

Jesús Mosterín, Los lógicos, Espasa, Madrid, 2000.

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