En 1942, hace ahora 80 años, murió en Lausana el matemático inglés William Henry Young, quien se permitió tener una vida singular, empalmando tres vidas sucesivas.
Hasta los 35 años se dedicó, principalmente, a las diversiones propias de la vida universitaria inglesa. Había nacido en 1863, en Londres. El autor de Flatland (libro que según Hardy es una “entretenida fantasía matemática”) fue quien descubrió en la escuela el talento matemático del joven William. Esto le llevó a estudiar matemáticas en Cambridge. Pero tras los estudios dedicó su tiempo a los deportes universitarios, a preparar estudiantes para los exigentes exámenes de Cambridge y a trabajar como examinador (lo que se pagaba aparte), actividades que le proporcionaron notables rendimientos económicos. Hardy se refirió a este periodo como los “primeros años improductivos” de Young, y comentó
Nadie le advirtió que el mejor momento en la vida de un matemático está entre los veinticinco y los cuarenta años.
El segundo periodo de su vida comenzó cuando, con treinta años, tuvo como alumna en la preparación de exámenes a Grace Emily Chisholm. Grace fue la primera mujer en obtener el doctorado (en cualquier disciplina) en Alemania, lo que hizo bajo la dirección de Feliz Klein en Gotinga. A su vuelta de Alemania William y Grace se casaron y tomaron dos decisiones de gran trascendencia: abandonar de forma definitiva Inglaterra, cuyo ambiente no les agradaba, y dedicarse conjuntamente a la investigación matemática. En 1897 partieron para Europa. Estuvieron en 1898 en Turín, estudiando geometría con Corrado Segre, y después fueron a Gotinga, donde permanecieron diez años; posteriormente vivieron siete años en Ginebra y el resto en Lausana.
Con 35 años Young publicó en los Proceedings of the London Mathematical Society su primer artículo. A partir de ese momento tuvo, durante 25 años, una muy intensa y extensa actividad científica, publicando tres libros y más de 200 artículos. Sus mejores contribuciones corresponden a la teoría de integración, a la integral de Stieltjes y al estudio de las series de Fourier. Suya es la primera versión del resultado hoy conocido como el teorema de Hausdorff-Young. En 1905 había llegado, de forma independiente, a una definición de integral que era equivalente a la de Lebesgue (quien lo había hecho poco antes). Fue de hecho Young quien acuñó la expresión “la integral de Lebesgue”. Algunos colegas ingleses optaron por referirse a él, en un ejercicio amargo de humor/rencor, como “el hombre a quien se anticipó Lebesgue”. Hardy lo consideró uno de los matemáticos más originales de su generación, pero el historiador Grattan-Guinness considera que “publicó más de lo que era bueno para su carrera”.
Grace Chisholm compartió la pasión de Young por la investigación matemática y de hecho hay razones (explícitas en su correspondencia) para considerar que parte de los resultados de Young fueron obtenidos en colaboración con su mujer Grace, aunque solo 13 artículos son conjuntos y 18 los firmó ella exclusivamente (uno de ellos en Acta Mathematica, la mejor revista matemática del mundo).
Con 60 años Young cerró su dedicación a la investigación matemática. Tuvo numerosos puestos en universidades británicas, pero todos fueron temporales, lo que para Hardy es un serio reproche para las universidades inglesas. A pesar de ello, su situación financiera no fue complicada; no en vano Young provenía de una familia con tradición en gestión de banca y finanzas. Lo que se puede llamar su jubilación coincidió con momentos especialmente turbulentos en la organización internacional de las matemáticas. Hemos descrito esta situación al hablar de la Unión Matemática Internacional (véase la entrada Alguien cumple cien años en 2020 ¿Quién? en este blog). Tras una serie de hechos imprevistos, Young devino en presidente de la International Mathematical Union. Fue una circunstancia desafortunada pues la institución, que había sido creada y usada para la manipulación político/nacional tras la primera guerra mundial, se encontraba en trance de desaparecer cuando Young accedió a la presidencia. A pesar de ello, Young desplegó un esfuerzo considerable en publicitar e intentar revivir una institución que ya había sido condenada a la merecida desaparición por parte de la amplia mayoría de la comunidad matemática internacional. En dos años visitó Polonia, Austria, Hungría, Serbia, Rumanía, Bulgaria, Turquía, Grecia, Italia, Alemania, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Letonia, Estonia y Checoslovaquia. Llegó a entrevistarse con el Papa y con Mussolini. Todo ello pagado de su bolsillo y con el objetivo de mantener en vida la sociedad que presidía. No hubo remedio: en 1932 asistió a la disolución de la sociedad, por acuerdo del International Congress of Mathematicians reunido en Zurich.
Los últimos años de su vida los dedicó a cuidar sus inversiones financieras y a aprender lenguas extranjeras (para lo cual tenía una especial habilidad, pues manejaba doce lenguas distintas) centrándose en el serbocroata.
Para más información:
Guillermo P. Curbera, William Henry Young, an Unconventional President of the International Mathematical Union, p.1-29. En: L. Mazliak and R. Tazzioli (eds.), “Mathematical Communities in the Reconstruction After the Great War 1918–1928”, Trends in the History of Science, Birkhäuser, 2021. ISBN: 978-3-030-61682-3-0_1 . https://doi.org/10.1007/978-3-030-61683-0_1
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