Llevamos unos años pagando la electricidad a precio de oro, en lo que a todas luces es un robo masivo ejercido contra el grueso de la población por las compañías eléctricas con la anuencia de la normativa europea –y del que únicamente parecen estar salvándose quienes tienen sitio y dinero para instalarse unos paneles solares–.
Así que parece buen momento para recordar aquellos tiempos heroicos cuando la electricidad era más un fenómeno irreal y circense que científico y económico. La omnipresencia que después iba a adquirir la electricidad, la supo anticipar el gran físico Michael Faraday; no por casualidad a Faraday se le deben decisivos descubrimientos sobre la relación entre magnetismo y electricidad, y que supusieron los fundamentos del motor y la dinamo eléctricos. Con visión profética, Faraday ya se lo hizo ver al ministro de hacienda británico, y después primer ministro, William Gladstone. Tras una conferencia donde Faraday habló sobre sus investigaciones sobre la electricidad y el magnetismo, Gladstone le preguntó: «Todo esto es muy bonito pero, ¿tiene algún valor práctico?». A lo que Faraday contestó:
Llegará un día, señor, en que usted podrá gravar esto con impuestos.
A las mejores citas y anécdotas les ocurre a menudo que son apócrifas, y esta probablemente lo sea, pues pasó medio siglo desde que supuestamente ocurrió hasta la primera vez que se recogió por escrito. Pero cómo renunciar al consuelo que esta, en concreto, produce en estos tiempos en que las eléctricas nos están chupando la sangre como si fueran una plaga de chinches.
Referencias
A.J. Durán, El universo sobre nosotros, Crítica, Barcelona, 2015.
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