Aunque empezó a publicar en 2009, el escritor y periodista Sergio del Molino irrumpió con fuerza en el panorama literario español en 2016 con el impagable ensayo La España vacía, viaje por un país que nunca fue. Hace poco publicó un libro titulado Un tal González, dedicado a Felipe González Márquez, presidente del gobierno de España entre 1982 y 1996. Para del Molino su libro «no es un libro de historia, ni una biografía de Felipe González, ni una crónica periodística, ni un ensayo político», aunque quizá, añado yo, tampoco sea exactamente una novela. El libro quiere reivindicar, con sus luces y sombras, a una figura clave, tanto en la transición como en la posterior consolidación y configuración de la democracia que disfrutamos en España. Al inicio del libro, hay una cita de un artículo del editor Miguel Aguilar que deja muy claras las intenciones de Del Molino; la cita es larga, pero muy clarificadora (el artículo completo de Miguel Aguilar se puede leer aquí): «Debe ser curioso para el hispanista pelirrojo de Iowa la admiración que despierta la generación que hizo la Guerra Civil, cuyos errores, comprensibles o no, perdonables o no, evitables o no, condujeron al enfrentamiento descarnado y a una masacre horripilante. En cambio, la generación que hizo la transición, sin duda culpable de errores tan o más abundantes que la precedente, logró el entendimiento, la concordia y un periodo de paz y prosperidad sin igual. Para no cosechar en la actualidad más que un fuerte desdén y ser considerada la fuente de todos los males que en la actualidad padecemos. Quizá el péndulo esté por iniciar un recorrido de vuelta, y empecemos a apreciar ser hijos de la transición más que nietos de la Guerra Civil. Ojalá, porque el pacto mancha menos que la violencia aunque no tenga tanto prestigio, y a menudo es más noble y más valiente».
Ya sabemos que las matemáticas están en todas partes, y en este Blog hemos tratado también la importancia que en ellas tiene el factor estético (léase, por ejemplo, esta entrada). Ha sido, sin embargo, una grata sorpresa la apelación que Sergio del Molino hace en Un tal González del efecto analgésico que la belleza matemática tiene para calmar las tensiones que produce el poder. Para relajarse de las zozobras del cargo de presidente del gobierno, Felipe González instaló en la Moncloa un billar, al que era muy aficionado; no era raro que allí lo acompañara en el juego el inolvidable humorista José Luis Coll (también un experto billarista). Es en ese ambiente donde del Molino saca a relucir la utilidad analgésica que para Felipe González tuvo la belleza matemática:
Cuando el palacio [de la Moncloa] se le caía encima y no se atrevía a volver a la planta de la familia a cenar con los niños, unas carambolas le desfruncían el ceño antes de dormir. La belleza matemática de las trayectorias liberaba una analgesia suave contra los pequeños dolores del poder.
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