En una píldora anterior «La fiabilidad indubitable de las matemáticas» (por D. Quijote), comentamos cómo Cervantes describía a las matemáticas en El Quijote como certeras e indubitables. Veremos hoy que también Cervantes las considerada útiles y necesarias.
Y es que cuando don Quijote repasó las cualidades que debían adornar a un caballero andante, no dejó de incluir entre ellas a las matemáticas. Así, afirmó don Quijote que la de la caballería andante «es una ciencia […] que encierra en sí todas o las más ciencias del mundo, a causa de que el que la profesa ha de ser jurisperito […]; ha de ser teólogo […]; ha de ser médico […]; ha de ser astrólogo […]; ha de saber matemáticas, porque a cada paso se le ofrecerá tener necesidad dellas».
No fue extraño en tiempos de Cervantes escuchar razón tan atinada, como la que él puso en boca de su caballero, de por qué hay que saber matemáticas. Esa misma música está presente por todo el prólogo que Rodrigo Zamorano compuso para su traducción de los seis primeros libros de los Elementos de Euclides publicada en Sevilla en 1576.
Así, hablando de quienes inventaron la geometría, Zamorano escribió: «cuyos inventores dicen haber sido los egipcios por la grande necesidad que della tenían»; y tras pasar revista a Grecia y ya puesto en el Renacimiento siguió su discurso de esta manera: «porque así como de los cuatro elementos se hacen y penden todas las cosas, así de aquí [de la geometría] penden todas las artes y las ciencias, las cuales clarísimamente se ve la necesidad que tienen de la Geometría». Así la Arquitectura, que «de donde más se ayuda, es de la Geometría». Y también «la pintura y la escultura en sus diseños y dibujos tienen tanta necesidad de ella». Y «muy mal puede el nivelador de aguas traerlas bien al lugar donde desea, sin ayuda de la Geometría». Y siguen el ingeniero «así en la guerra como en la paz» y el artillero; y qué decir de la Astronomía que «podría muy mal probar y demostrar las cantidades y proporciones de los cuerpos celestiales y de la tierra para el conocimiento de los movimientos y eclipses del Sol y Luna, si todas sus demostraciones no las hiciese en Geometría», o la Cosmografía. Y cómo estimar en menos la utilidad de las cónicas: «de las cuales salen tanta diversidad de sutilezas en los relojes solares, en los instrumentos matemáticos y, principalmente, en aquella delicada y admirable invención del astrolabio»; y eso que todavía no podía saber Rodrigo Zamorano que un proyectil seguía una trayectoria parabólica y los planetas tenían órbitas elípticas, todo ello descubierto por Galileo y Kepler, respectivamente, muy poco antes y muy poco después de la publicación del Ingenioso hidalgo. Pero Zamorano fue todavía más claro cuando al final de su prólogo afirmó: «a nadie podemos juzgar por docto, a nadie por perito y ejercitado en su ciencia o en arte alguna si carece del conocimiento de la Geometría, base y fundamento de todas ellas. Por lo cual siendo esta ciencia tan antigua, necesaria y noble, procuré de comunicarla a todos para que se puedan universalmente aprovechar della en todas las artes y ciencias».
Referencias
Antonio J. Durán, Indubitables y necesarias o «con las matemáticas hemos dado, Sancho», en La ciencia y El Quijote, J.M. Sánchez Ron (editor), Crítica, 2005.
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