Hay mundos ingrávidos (por A. Machado)

Retrato de Antonio Machado por Leandro Oroz

De niño me entusiasmaba estudiar la geometría del triángulo y también los secretos de la circunferencia; en este último caso, el disfrute era ambivalente, dada la manifiesta dificultad que costaba arrancar los misterios allí ocultos. Yo encontraba fascinantes esos mundos geométricos a mitad de camino entre lo real y lo abstracto, porque podía dibujar fácilmente triángulos y circunferencias usando regla y compas, pero las alturas o las medianas en mis dibujos no se cortaban exactamente en un punto con la perfección que señalaban los inapelables argumentos geométricos. Aquellos manejos matemáticos me parecían pura magia. Fue, con todo, una afición algo solitaria, porque no encontré a aquellas edades ningún otro amigo con semejantes gustos. Naturalmente tampoco sabía explicarle a nadie por qué me atraía tanto lo que a la inmensa mayoría le resultaba indiferente, cuando no repugnante.

Casi por la misma época, me vi obligado a leer poesías de Machado, lo que al principio me pareció una tarea algo penosa por aburrida. Sin embargo, pronto se convirtió en algo perturbador y profundo, porque al leer los versos

yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón

caí en la cuenta de que describían a la perfección mi gusto por los ingrávidos mundos geométricos.

De forma casi clandestina, escuché por aquel tiempo a otro poeta cantar que Machado murió lejos del hogar y lo cubre el polvo de un país vecino.

Y todavía hay gente que discute si la poesía sirve para algo.

 

Cantares

I

Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.

 

Imagen destacada: Antonio Machado pintado por Joaquín Sorolla.

 

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