El poeta catalán Joan Margarit (1938-2021) recibió el premio Cervantes en 2019. Escribió poesía tanto en catalán como en español. También fue arquitecto y catedrático de Cálculo de Estructuras en la ETS de Arquitectura de Barcelona (Universidad Politécnica de Cataluña). Quizá por eso, Margarit ponderó en varias ocasiones la obligada exactitud que debía caracterizar a la creación poética. Esto, inevitablemente le llevó a establecer una conexión con las matemáticas. Así, en el prólogo a su libro de poemas El primer frío, escribió: «Intento ejercer una inteligencia sentimental a través de la poesía, a la cual no pienso que le quede más característica para identificarse respecto de la prosa que la concisión y la exactitud. Es la más exacta de las letras en el mismo sentido que las matemáticas son la más exacta de las ciencias».
El gran matemático G.H. Hardy nos enseñó que en el mundo «no hay un lugar permanente para las matemáticas feas» (y cito textualmente de su A mathematician’s apology, véase al respecto ¡Qué bonicas son las matemáticas!). E, igualmente, Margarit tampoco veía porvenir para la mala poesía: «Y si se trata de un mal poema, ensuciará el mundo, como una bolsa de basura dejada en medio de la calle. Porque un mal poema no es neutral, sino que contribuye a ensuciar, a desordenar el mundo, igual que un buen poema contribuye de algún modo al orden y la higiene del mundo. Aunque sepamos que al fin predominará la basura: así lo asevera el segundo principio de la Termodinámica, que es un principio serio y terrible, que también establece la relación entre vejez, gloria y muerte».
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