Pobre Olavide, pobre Universidad, II

Pobre Olavide, pobre Universidad, II

En una entrada anterior (Pobre Olavide, pobre Universidad, I), narramos la importancia que dio Pablo de Olavide a las matemáticas en su plan de reforma para la Universidad de Sevilla, la primera propuesta de reforma ilustrada de una universidad española. A continuación contaremos el triste final de aquella aventura.

La reforma de Olavide no prosperó, tal vez porque era demasiado radical para su época —«No se cura la gangrena con colirios», dijo Olavide en relación con otra de las reformas que abordó en Sevilla—, pero sobre todo y esencialmente por falta de apoyo económico —falta que casi siempre denuncia la de otros muchos apoyos más—, a pesar de contar con el apoyo decidido de Campomanes, fiscal del Consejo de Castilla, y sus amplísimos poderes sobre la economía del país.

Para llevarla adelante faltaban unos dos tercios del presupuesto una vez descontadas las rentas que tenía la Universidad. El mismo Olavide prescribió, en primera instancia, el uso de parte de las rentas desamortizadas a los jesuitas; en segunda instancia, la amortización de cuatro de las 40 canonjías del Cabildo catedralicio  —habría un pequeño «desahogo» de dinero que se invertiría, entre otras cosas, en «algunos instrumentos y máquinas indispensables en las aulas de Física y Matemáticas, ya para mantener un bibliotecario en su Librería, con plumas, papel y tinta, y ya para comprar libros nuevos, y aumentarla sucesivamente»—. Y, finalmente (1774), el uso de un arbitrio sobre el vino que se venía aplicando en la ciudad durante los últimos tres años. Esta solicitud se hacía en un Memorial de Olavide que refleja casi en cada página la preocupación ilustrada por la educación: allí encontramos expresiones como «la importancia de la educación pública» contrapuestas a la situación penosa que tiene en esos momentos la educación en Sevilla —«Es tan dolorosa la triste situación en que se halla Sevilla […] ocho años ha que ninguno de sus jovenes tiene donde estudiar, ni aun los primeros elementos, que es lo mismo que decir, que la actual generación se ha criado ya en la ignorancia. Con poco que esto continue, con pocas mas generaciones que sigan de este modo, es de temer, qe se introduzca por entero la Barbarie, despareciendose hasta las nociones, ó primeros principios de las ciencias»— . La propuesta sobre el arbitrio no prosperó: bares y curas pagarían la reforma de la Universidad, ¡demasiado para aquella época!

Nota añadida al final de la copia manuscrita del Plan Olavide conservada en la Biblioteca Capitular y Colombina donde se explica que el Plan fue delatado a la Inquisición
Iglesia de la Anunciación y, a su derecha, la facultad de Bellas Artes

Al final la reforma quedó poco más que en un cambio de domicilio: la Universidad pasó a la casa profesa de los jesuitas de la calle Laraña el último día del año 1771. Además, el Plan fue denunciado a la Inquisición ese mismo año. Dado que Olavide fue finalmente juzgado por la Inquisición, condenado —fue declarado «convicto, hereje, infame y miembro podrido de la religión»­— y encarcelado, produce bastante desasosiego leer, en la última página de la copia manuscrita que del Plan de Reforma se conserva en la Biblioteca Colombina, un apunte al margen que, con distinta caligrafía, reza: «Luego se leyó la Real Cédula de aprobación de este Plan de Estudios en Claustro Pleno de la Universidad, fue delatado a la Inquisición, lo que se atribuye a algunos individuos Regulares de ella».

La reforma de Olavide, y las que a la vez se pretendieron poner en marcha en las restantes universidades mayores de España, fue el primer paso del Estado Ilustrado —personificado en la figura del rey Carlos III— por hacerse con el control de las universidades, hasta entonces mayormente controladas por la Iglesia. Un símbolo del tiempo que tomó la batalla: casi un siglo después de iniciado este proceso de reformas, en 1868, desaparecía la Facultad de Teología; hasta ese momento las tres facultades mayores de teología, leyes y filosofía (no contamos la de medicina) habían sido una losa para el desarrollo de la ciencia en la universidad, no sólo en España, sino también en Europa. Otro símbolo, este de la tendencia involucionista que suele sufrir este país, es la siguiente frase tomada del preámbulo de la Ley Universitaria de 1943: «Aquella gran Universidad imperial perdió sus lumbres y esplendores en la gran crisis del siglo XVIII, donde se acusaron ya las influencias extrañas; hizo su aparición el escepticismo y se derrumbó con estrépito el edificio de nuestra unidad espiritual, entre los ensayos, la impiedad, la habladuría y la ostentación».

Referencias

Curbera, G. y Durán, A.J.: Quinientos años de matemáticas en Sevilla y algunos menos en la Universidad, en Historia de los estudios de ciencias en la Universidad de Sevilla, Universidad de Sevilla, Sevilla, 2005.

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