La utilidad del conocimiento inútil (por A. Flexner)

De izquierda a derecha: Einstein, Flexner, Hardin y Maass en el IAS en 1939.

Los septuagenarios hermanos Louis y Caroline Bamberger vendieron en septiembre de 1929 sus grandes almacenes cerca de Nueva York por 25 millones de dólares. Justo a tiempo, porque en octubre se produjo la quiebra en Wall Street que dio inicio a la Gran Depresión. Los filantrópicos Bamberger quisieron dedicar parte de esa enorme fortuna a la ciencia. Tras varias consultas crearon en 1930 el (hoy celebérrimo) Institute for Advanced Study (IAS) de Princeton: un paraíso para genios dedicados a la física y a las matemáticas más puras. En el IAS no habría laboratorios, ni clases que impartir, ni rutinas, ni obligaciones burocráticas o administrativas. Sólo una inmensidad de tiempo para pensar. Los cuatro primeros profesores contratados fueron Albert Einstein, Oswald Veblen y James Alexander ―ambos norteamericanos―, y John von Neumann (había diferencia entre el sueldo de Einstein o el de Veblen, 16.000 dólares anuales, y el de von Neumann, 10.000, pero aún este era una enormidad para la época; von Neumann tenía entonces 29 años, mientras que los otros tenían 53, 52 y 44 años, respectivamente, un detalle que viene a señalar el aura de genio que ya tenía von Neumann).

Abraham Flexner, el primer director del IAS y consejero científico de los Bamberger, sintetizó la filosofía del Instituto con tan sólo cinco palabras: «La utilidad del conocimiento inútil». Es, precisamente, el título de un artículo que Flexner publicó en la revista Turner en 1939 examinando cómo las actividades intelectuales de la ciencia más básica (matemáticas incluidas), que a menudo se consideran inútiles, resultan ser en muchas ocasiones fuente de gran utilidad. El primer párrafo del artículo de Flexner sigue plenamente vigente casi un siglo después: «¿No  es  curioso  que  en  un  mundo  lleno  de  odios  irracionales  que  amenazan a la civilización, hombres y mujeres –viejos y jóvenes– se alejen del todo o en parte de la enojosa corriente de la vida cotidiana para  dedicarse  a  cultivar  la  belleza,  ampliar  el  conocimiento,  curar  enfermedades,  aliviar  el  sufrimiento,  como  si  en  forma  simultánea  los fanáticos no se dedicaran a sembrar dolor, fealdad y sufrimiento?»

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