Contamos en la primera parte de esta entrada cómo desde 1780, don Pedro Henry enseñaba en Sevilla los avances matemáticos y científicos que tanto estaba necesitando la marina.
Toca ahora contar el final de don Pedro Henry, la triste recompensa que este país y aquellos tiempos le tenían preparada. Porque Henry tuvo uno de esos finales de perro, negros como la pez, que este país ha aplicado en demasiadas ocasiones a lo mejor de su gente. Lo que a continuación paso a contar está documentado en los libros de Actas de la Sociedad Económica (tomos II y III).
La primera señal de los problemas de Henry se encuentra en el acta de la sesión del 20 de junio de 1793 donde se trata una solicitud de Alberto Lista —y otros— para hacerse cargo de forma interina de las clases de Henry, por «no poder este por ahora desempeñar su cátedra». En la sesión del 19 de septiembre de 1793 se explica la razón por la que Henry no podía impartir sus clases: llevaba cuatro meses en prisión. ¿Por qué estaba en la cárcel?: Henry era francés y, a pesar de llevar doce años enseñando matemáticas y trabajando por la prosperidad de Sevilla, se le aplicó en 1793 la pragmática del extrañamiento de franceses no domiciliados decretada a raíz de la deriva que la Revolución Francesa tomaba y del estallido de la llamada Guerra de la Convención entre España y Francia. Tal y como crudamente se lee en los libros de Actas: Don Pedro Henry fue «acusado reo de estado por ciertas calumnias y por su qualidad odiosa de francés».
Por septiembre de 1793 ya llevaba preso cuatro meses. Quedó desde entonces sin sueldo y sin recursos para mantenerse por el riguroso embargo de bienes a que se le sometió. Sin medios, en suma, para hacer frente al chantaje económico que su encarcelamiento a la postre ocultaba. Rogó entonces a la Sociedad Económica «que bien sea en calidad de reintegro cuando le hagan el de sus sueldos, o por caridad y compasión, se le libre alguna cantidad para su alimento». La Sociedad, fiel a su catedrático, le asignó la cantidad de 9 reales cada día, a cuenta de sus futuros sueldos —caso de volver a desempeñar su cátedra— o como «limosna caritativa» —caso de ser condenado—. A partir de aquí, son casi continuas las referencias que se encuentran en las sesiones de la Sociedad Económica a la situación penosa de Henry en la cárcel, a sus llamadas desesperadas de auxilio. En cierta ocasión, la Sociedad contestó a un oficio donde se le pedían informes sobre Henry alabando los buenos servicios prestados por el catedrático y asegurando que: «no le ha oído expresión alguna con motivo de las revoluciones de la Francia».
Don Pedro Henry siguió en la cárcel. Murió en otoño de 1795. Según José María Blanco White lo hizo dos semanas después de ser excarcelado: «Conocía a una de estas víctimas en Sevilla», escribió Blanco, «un tal M. Pierre Henry, hombre de extraordinaria y generosa sencillez, cuyo fervor por la entusiasta propagación de las ciencias matemáticas le hizo establecerse en aquella ciudad, donde se ocupaba en enseñarlas públicamente por un salario de menos de veinte libras anuales. Dos años de encierro en un calabozo húmedo […] le condenaron a morir unos quince días después de su liberación. El desdichado tuvo un único alivio en su desgracia. Aunque con bastante dificultad, había conseguido pluma, papel y tinta, lo que le permitió escribir un tratado de mecánica. Así pereció el primer hombre que hizo revivir la ciencia matemática en el sur de España». La información de Blanco White —que también fue socio de la Sociedad Económica— aparece, casi textualmente, en las actas de la reunión del 27 de septiembre de 1794: Henry «para consuelo en las desgracias que padece por su arresto» solicita desde la cárcel material para escribir un tratado elemental de mecánica «pero que por su pobreza no tiene modo de comprar papel, plumas y un compás de 4 piezas, lo que espera le facilite la Sociedad» —a lo que esta dio su conformidad—.
Las primeras noticias sobre la muerte de don Pedro Henry se leen en el acta de la sesión del 15 de octubre de 1795: «Por la Secretaría se hizo presente a la Sociedad haber fallecido don Pedro Henry, primer catedrático de Matemáticas, en tal pobreza que faltan aun los medios para amortajarle y enterrarle».
Referencias
G. Curbera y A.J. Durán: Quinientos años de matemáticas en Sevilla y algunos menos en la Universidad, en Historia de los estudios de ciencias en la Universidad de Sevilla, Universidad de Sevilla, Sevilla, 2005.
A.J. Durán: Don Pedro Henry y su ”qualidad” odiosa de francés, Andalucía en la historia, 13 (2006), 68-75.
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