La mañana del 9 de mayo de 1943 fue especialmente dura en Palermo a causa de la intensidad de los bombardeos de la aviación norteamericana. Las tropas aliadas habían desembarcado unos meses antes en Sicilia y buscaban completar la conquista de la isla.
Entre los muchos edificios destruidos había dos palacios: el del personaje histórico en que se basa la conocida novela “El gatopardo”, el príncipe de Lampedusa Giulio Fabrizio Tomasi, y el de un importante matemático siciliano, Giovanni Battista Guccia. Ambos personajes eran extremos en sus respectivas especialidades: la nobleza y la matemática. Entre sí, además, eran parientes: tío y sobrino.
El palacio de Guccia albergaba la imprenta donde se editaba la prestigiosa revista de investigación matemática Rendiconti del Circolo Matematico di Palermo, que Guccia había fundado unos sesenta años antes. Con treinta años y una tesis doctoral sobre geometría de superficies, Guccia decidió volver desde Roma, donde había estudiado, a su amada y alejada isla. Sin tener trabajo (que no sin dinero) fundó una sociedad matemática, que llamó Circolo Matematico di Palermo. Era 1884 y se le unieron 27 personas, entre profesores de matemáticas, ingenieros y arquitectos.
Treinta años mas tarde, en 1914, el Circolo Matematico di Palermo era la mayor sociedad matemática del mundo: tenía 914 miembros, de todas las nacionalidades y países (la sociedad francesa tenía 298 y la alemana 769), y la revista Rendiconti del Circolo Matematico di Palermo era la revista matemática con mayor tirada mundial. Del prestigio científico de la sociedad y su revista hablan las ayudas que tras la Primera Guerra Mundial le dio la Fundación Rockefeller para subsistir (por la crisis causada por la depreciación de la moneda)
Todo esto fue obra de una persona: Giovanni Battista Guccia. Fue un refinado aristócrata que se dedicó a las matemáticas gracias al impulso de su tío, el príncipe de Lampedusa, quien tenía en su palacio de verano un observatorio astronómico de primer nivel. Tras su tesis doctoral Guccia, frente a la alternativa de la investigación, optó por dedicarse a gestionar una sociedad matemática y editar una revista de investigación matemática. Le ayudó su fino olfato científico (heredado de su maestro, el geómetra Luigi Cremona) y su conocimiento personal de los mejores matemáticos del momento: Mittag-Leffler, Poincaré, Jordan, Landau, Volterra… También la juiciosa aplicación de su fortuna a sus intereses matemáticos: así, compró una imprenta, que instaló en los bajos de su palacio, para controlar directamente la calidad de la revista. Muchos de los mejores resultados matemáticos del primer tercio del siglo XX aparecieron publicados en el Rendiconti de Guccia.
Pero llegó la decadencia: Guccia murió en 1914, las leyes raciales de Mussolini de los años 30 excluyeron a los extranjeros del comité editorial de la revista, y, finalmente, las bombas acabaron con la imprenta.
Ahora, Guccia apenas es recordado. En Palermo quedan dos calles con su nombre y un palacio, que fue de su abuelo paterno (que era, simultáneamente, su tatarabuelo por vía materna). El palacio de Guccia arrastra un leyenda palermitana: solo fue bombardeado el edificio contiguo de la revista (que en esos momentos era otro).
La historia completa de Guccia, la sociedad matemática y la revista puede leerse en:
«Giovanni Battista Guccia» de Benedetto Bongiorno y Guillermo Curbera. Springer, 2018. ISBN: 978-3-319-78667-4. https://www.springer.com/gp/book/9783319786667
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