A Aldous Huxley (1894-1963) le debemos la novela Un mundo feliz, una obra maestra que, a pesar de haber sido publicada hace más o menos noventa años, retrata inquietantemente bien parte del sinsentido de nuestra dirigida y consumista sociedad actual. Poco después de publicar la novela, Huxley mantuvo una entrevista promocional con el periodista y divulgador científico J. W. N. Sullivan –está incluida en el libro de Sullivan Contemporary mind-. Sullivan preguntaba a Huxley por la idea de progreso, sobre si el ser humano había progresado. Huxley pensaba que sí, que había habido progreso, pero que la pregunta era delicada porque el progreso en un sentido podía ocultar progreso en otro sentido. Huxley comentó que el obvio progreso industrial o mecánico podía ocultar el progreso intelectual y, a su vez, este podría ocultar el progreso emocional. Para clarificar su idea, Huxley recurrió a la figura de Isaac Newton, y resumió en una demoledora frase, quizá excesiva, los infortunios de Isaac Newton como ser humano:
Si desarrolláramos una raza de Isaac Newtons, esto no sería progreso. Pues el precio que Newton tuvo que pagar por ser un intelecto supremo fue que era incapaz de experimentar amistad, amor, paternidad y muchas otras cosas deseables. Como hombre fue un fracaso; como monstruo fue soberbio.
La entrevista siguió, y dejó otra píldora excelente que dejaré para una próxima entrada.
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