Newton se confiesa

Newton con 70 años, pintado por Sir James Thornhill

En un par de entradas anteriores (Newton y su padre y Newton y su madre), comentamos la influencia que en el desarrollo de la personalidad de Isaac Newton tuvieron la muerte de su padre antes de su nacimiento y el abandono de la madre cuando tenía tres años de edad, tras casarse esta en segundas nupcias con un pastor protestante.

Una buena manera de calibrar cabalmente el trauma que las segundas nupcias de su madre supusieron para Newton consiste en revisar el listado de pecados que Newton consignó en uno de sus cuadernos.

Apuntes contables de Newton en el cuaderno Fitzwilliam

Con ocasión de un examen de conciencia, Newton escribió en uno de sus cuadernos un listado de los pecados más graves que había cometido en los primeros veinte años de su vida. Ese cuaderno se conoce con el nombre de cuaderno Fitzwilliam, por el nombre del museo de Cambridge donde ahora está depositado; también contiene otra información valiosa como listados de gastos y recibos en Cambridge entre 1665 y 1669, o ejercicios de hebreo, idioma que Newton aprendió porque lo necesitaba para sus exégesis bíblicas. El cuaderno acabó siendo propiedad de su sobrina preferida, Catherine de nombre, junto con la mayor parte de documentos y otros objetos que formaron el legado y la herencia de Newton.

Siendo consciente del valor que aquel cuaderno tenía, cabe preguntarse por qué, andando el tiempo, no arrancó Newton unas páginas que contenían información tan íntima como es un examen de conciencia. Es verdad que Newton escribió la confesión en clave, pero su brillante inteligencia no podía desconocer que el que alguien la descifrara era sólo cuestión de tiempo; y, efectivamente, así acabó sucediendo ―ese alguien fue Richard Westfall, autor de la mejor y más completa biografía de Newton―. Pero, ¿no habría sido esa precisamente la intención de Newton? ¿Hacer partícipes de sus pecados a los demás no es acaso una muestra más de un puritanismo jactancioso?

Entre los pecados hay una referencia a pensamientos y actos impuros, aunque los más reveladores son los pecados números trece y catorce, por cuanto muestran que la separación forzada de su madre, tan cruel, había acabado por agriarle a Newton el carácter de por vida. Esos pecados dicen, respectivamente: «Amenazar a mi padre y madre Smith con quemarlos dentro de su casa», y «Desear la muerte y esperarla para alguien».

En las diferentes disputas por prioridades científicas que jalonan su vida, Newton siempre optó por no reconocer ningún mérito a quienes él consideraba «segundos inventores». Así, en 1715 Newton escribió refiriéndose a Leibniz y al descubrimiento del cálculo infinitesimal: «Porque segundos inventores no tienen derechos». Ante frases como esa es inevitable no pensar que el fantasma del reverendo Smith, el segundo marido de su madre, rondaba por el inconsciente de Newton.

 

Referencias:

Antonio J. Durán, La polémica sobre la invención del cálculo infinitesimal, Crítica, Barcelona, 2006.

Antonio J. Durán, Newton y la ley de la gravedad, RBA, Barcelona, 2012, y National Geographic, 2018.

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