Hace ahora poco más de un año murió el gran intelectual alemán Hans Magnus Enzensberger. Entre sus muchas ocupaciones sacó tiempo para defender que la cultura estaba incompleta sin las matemáticas (véase la píldora: Capando la cultura).
Pocos años antes de morir, el autor de El diablo de los números publicó unas memorias de infancia, adolescencia y juventud a las que tituló Un puñado de anécdotas. Título modesto, si tenemos en cuenta todo lo que queda descrito en esas memorias, y que incluye cómo tuvo conocimiento de los miles de judíos que, cargados en trenes de mercancías, desaparecían misteriosamente en la Polonia ocupada por Alemania y gobernada por el nazi Hans Frank (que luego sería sentenciado a muerte en los juicios de Núremberg y ahorcado). Porque sobre el terrible holocausto ejercido por los nazis sobre los judíos, Enzensberger se pregunta: «¿Cómo es posible que la mayoría de sus conciudadanos se empañaran en asegurar que no sabían nada al respecto? Ya desde pequeños, en lugar de decirles que vendría el coco, los amenazaban con: “¡Cuidado, querido, o acabarás en Dachau!”».
Las matemáticas, naturalmente, aparecen de tanto en cuanto en las memorias de Enzensberger. En el capítulo Doce años bajo la custodia de los educadores, les dedica un párrafo, y no por casualidad sobrevuelan ese párrafo un par de palabras: «emocionante» y «minoría»:
«El catedrático de instituto Renner –escribe Enzensberger-, un físico teórico, alumno de un premio Nobel, supo reconvertir la rutina amodorrante de la enseñanza de las matemáticas en un espectáculo bastante emocionante, que, por supuesto, solo pareció divertido a una minoría de los estudiantes».
Referencias
H. M. Enzensberger, Un puñado de anécdotas, Anagrama, Barcelona, 2021
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