La exministra Tejerina dijo hace unos días:
“En Andalucía lo que sabe un niño de diez años es lo que sabe un niño de ocho en Castilla y León”.
Eso de que los andaluces, niños y grandes, somos retrasados lo tienen muy interiorizado gentes que toman decisiones allende Despeñaperros, pero que acaban condicionando lo que pasa aquí en Andalucía. Lo que dijo la exministra Tejerina tiene un correlato perfecto en la discriminación manifiesta que está sufriendo Andalucía en el programa de centros de excelencia Severo Ochoa y unidades de excelencia María de Maeztu del Gobierno de España (para fomento de la investigación científico-técnica). Basta ver la distribución geográfica de los centros y unidades de excelencia para detectar esta discriminación (no se incluye la última convocatoria resuelta (provisionalmente) el pasado julio):
• Cataluña: 25 ayudas (a 19 centros): 46’2%
• Madrid: 15 ayudas (a 11 centros): 27’7%
• Valencia: 5 ayudas (a 4 centros): 9’2%
• País Vasco: 4 ayudas (a 4 centros): 7’4%
• Andalucía: 2 ayudas (a 2 centros): 3’7%
• Canarias: 2 ayudas (a 1 centro): 3’7%
• Galicia: 1 ayuda (a 1 centro): 1’9%
Así que en Andalucía hay reconocidos sólo un centro y una unidad de excelencia (y ambos participados por el CSIC). A nadie se le escapa que el reparto de centros y unidades de excelencia, que debería de ser una cuestión de evaluación científica, es inevitablemente también una cuestión de pelea política y territorial. Y si en la cuestión científica nos tienen por retrasados, en la política y territorial tienen asumido que somos tontos, porque saben que nos merecemos más centros y unidades de excelencia, y que nos los estamos dejando arrebatar sin que los políticos de aquí o de allí hayan hecho hasta ahora nada para impedirlo.
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