Los medios y Einstein: un matrimonio de conveniencia

La intensidad del matrimonio de Einstein con los medios de comunicación fue un hecho sociológico singular (véanse las entradas Einstein superstar: La invención del científico mediático, Las preguntas exquisitamente estúpidas de los reporteros).

La vertiginosa ascensión al estrellato mediático de Einstein se produjo hace ahora justo un siglo, en noviembre de 1919 (el 7 para ser precisos), cuando el Times de Londres se hizo eco de la reunión donde se habían hecho públicos los resultados del estudio de la desviación de la luz por la gravedad del Sol en el eclipse de 1919 (véase Einstein, Newton y el eclipse de hace un siglo).

Pero, ese matrimonio de Einstein con los medios tuvo sin duda también que ver con el hecho de que, para bien o para mal, los medios de comunicación habían identificado en él casi todos los tópicos del científico, circunstancia que explotaron como un filón. Hasta el punto de que los periodistas prestaban más atención que los mismos físicos a los infructuosos intentos de Einstein por crear una teoría de campo unificado –con la que pretendió, sin éxito, unificar gravitación y electromagnetismo–, algo que interesaba a pocos físicos de la época más pendientes entonces de los avances de la teoría cuántica y la investigación del mundo atómico.

La célebre foto de Einstein con la legua fuera tomada por Arthur Sasse en 1951

Esto originó más de un episodio kafkiano en la vida de Einstein, como cuando en 1929 publicó una de sus tantas versiones de la teoría de campo unificado, un frustrante y fallido intento más, incomprensible incluso para los físicos más preparados, y al que prestaron muy poca atención. Sin embargo, la prensa mundial siguió los sucesos de las semanas previas a la publicación como si fueran los de un gran acontecimiento deportivo; y cuando el trabajo vio por fin la luz, la Academia Prusiana vendió varios miles de ejemplares –cuando lo habitual era poner en circulación unos pocos cientos–, uno de los cuales fue expuesto página por página en los escaparates de unos grandes almacenes londinenses a manera de reclamo publicitario, como si las arcanas fórmulas y ecuaciones matemáticas que contenía tuvieran más poder de convocatoria que las por entonces incipientes e irresistibles luces de neón. Una universidad americana pagó una fortuna por el manuscrito original. El artículo fue telegrafiado íntegro a Nueva York –para lo cual hubo que diseñar un sistema de codificación para enviar las fórmulas– y publicado completo por el New York Herald Tribune. El New York Times envió periodistas a varias iglesias de Nueva York para hacerse eco de lo que se iba a decir en varios sermones sobre la nueva teoría de Einstein –entre otras perlas: que confirmaba la síntesis de San Pablo y la unicidad del mundo, o que era un paso decisivo hacia la libertad universal–.

Similares aspavientos mediáticos también se produjeron en otras ocasiones en que Einstein aseguró haber culminado su teoría del campo unificado; así, en 1935, el New York Times publicaba en primera página la siguiente florida información: «Remontando una cumbre matemática hasta ahora todavía no escalada, el doctor Albert Einstein, montañero de los Alpes cósmicos, informa de que ha avistado una nueva pauta en la estructura del espacio y la materia»; y en 1939 aparecía también en primera plana esta otra no menos exuberante: «Albert Einstein revelaba hoy que, tras veinte años de constante búsqueda de una ley que explicara el mecanismo del cosmos en su integridad, abarcando desde las estrellas y galaxias en la inmensidad del espacio infinito hasta los misterios que yacen en el corazón del átomo infinitesimal, finalmente ha llegado a divisar lo que él espera que sea la «tierra prometida del conocimiento», que alberga lo que puede ser la llave maestra del enigma de la creación».

¿Y cómo entender la historia del manuscrito de su artículo sobre la relatividad especial? En 1943, se le solicitó que donara dicho manuscrito para una subasta al objeto de recaudar fondos para la guerra. Einstein reconoció que había tirado el manuscrito al poco de haber sido publicado su artículo en 1905, pero se mostró dispuesto a volver a escribir de su puño y letra aquel trabajo; así lo hizo, y el nuevo manuscrito fue adquirido por una empresa de seguros de Kansas City por seis millones y medio de dólares. Cuando Einstein se enteró no pudo evitar la correspondiente dosis de sarcasmo: «Los economistas tendrán que revisar sus teorías del valor».

Referencias:

  • A.J. Durán, El universo sobre nosotros, Crítica, Barcelona, 2015.

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