¿Cuál es el lenguaje de la naturaleza? (por R. Magalef y J. Araújo)

Ramón Margalef (1919-2004)

Hemos dedicado varias entradas en este Blog a la célebre frase de Galileo de que las matemáticas son el lenguaje del universo (esta y esta); de manera que parecería que a la pregunta del título de esta entrada habría que responder apelando a las matemáticas. Aclaro, sin embargo, que por “naturaleza” me estoy refiriendo aquí a la vida sobre el planeta Tierra, y no al universo (al cosmos), como se refería Galileo en su cita. Así que la pregunta sería: ¿cuál es el lenguaje que nos permitiría una mejor comprensión y conocimiento sobre la vida en la Tierra? Si se quiere, podemos precisar aún más: ¿cuál es el lenguaje que nos permitiría una mejor comprensión y conocimiento de los árboles (sin duda la más esplendorosa criatura que ha producido el reino vegetal sobre la Tierra)?

Joaquín Araujo en su residencia de las Villuercas (Cáceres)

Según Joaquín Araújo (1947-), naturalista y divulgador, no es el lenguaje de la ciencia (o no sólo el lenguaje de la ciencia), sino el de la poesía. Araújo adscribe al también naturalista Ramón Margalef (1919-2004) esta afirmación: «Para describir cabalmente a un árbol», afirmó Margalef, «se necesita un poeta». Aunque Araujo lleva tiempo sosteniendo esa opinión (aquí lo explica en uno de sus programas de Radio 5 en septiembre de 2011) acaba de publicar un libro donde la explica con bastante detalle: Los árboles te enseñarán a ver el bosque. Y la verdad es que, tras leer este magnífico libro, no queda más remedio que darle la razón a Joaquín Araújo: quizá la ciencia no alcance para describir la esencia de un árbol. Así lo explica Araújo: «Con lo que empezaríamos a dar la razón a uno de los mejores biólogos de todos los tiempos: Ramon Margalef. Este enorme ecólogo reconoció los límites de la ciencia para algunas definiciones de lo esencial. De hecho asumió que llegado a cierto punto —y tras toda suerte de descripciones del árbol y sus funciones— se concluye que solo se está empezando a reconocer lo que se tiene delante y que a partir de ese escrutar la realidad biológica del gigante vegetal queda sin definir la mayor parte de lo que es. Por eso mismo el sabio biólogo dijo que esa tarea, la de describir y comprender profundamente a los árboles, le corresponde a la poesía». Y más adelante: «Lamento escapar a los presupuestos convencionales de la ciencia, pero me apoyan, insisto, consideraciones como las que aportaron algunos de los más avezados científicos que reconocieron, como hizo Ramón Margalef o Jorge Wagensberg, que a partir de un punto la descripción y comprensión de los componentes de la vida solo cabe hacerlo con el lenguaje de la poesía. Sin olvidar por supuesto que en sus adentros mucho de lo poético es anticipación de lo científico, o al menos confluye con lo correcto desde el punto de entendimiento de la ciencia. Sirva este ejemplo. Para el botánico convencional Árbol es una planta… Para mí es agua erguida que come luz y produce futuros. Para conseguirlo no domina, ni explota, ni acapara. Todo lo contrario, pacta. La amistad es lo realmente esencial en este mundo. Infinitamente más que la discordia y la dominación.»

Quizá convenga recordar, para acabar esta píldora, que en este mundo “modelno” donde tantos indocumentados van de ecologistas, Araújo lleva cincuenta años enseñando ecologismo con el ejemplo, y esa verdadera autenticidad ecológica permea indeleblemente lo que escribe.

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