Un país con 17 ecosistemas de innovación

La investigación aplicada en España es joven, prácticamente nació en 1980, cuando el país tenía unas necesidades muy distintas a las actuales. La estrategia entonces se basó en acercar los nuevos centros tecnológicos y laboratorios a las empresas de cada comunidad autónoma y así dar respuesta a sus necesidades particulares. Pero el terreno de juego ha cambiado. España compite ahora en un escenario global. Los retos de hoy exigen la colaboración entre los diferentes agentes, la búsqueda de grandes proyectos competitivos, la definición de estrategias. Los investigadores reclaman grandes directrices de ámbito nacional, lo que necesariamente obliga a preguntar por la creación de la Agencia Estatal de Investigación que, aunque aparece recogida en la Ley de la Ciencia de 2011, todavía no se ha puesto en marcha.

La investigación es competición… y competitividad. Algo ha cambiado en los últimos años: «Ya no competimos con la universidad de al lado, pero sí con China o con Corea», afirma Luis Serrano, director del Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona. «No hay investigación española, hay investigación global», corrobora Joan Guinovart, director del Instituto de Investigación Biomédica (IRB Barcelona). Este catedrático de Bioquímica establece un símil entre la ciencia y el deporte y destaca que «no tiene sentido crear una liga nacional cuando la competencia es mundial».

Los actores de la investigación española comprenden este nuevo escenario, sin embargo la propia estructura del sistema dificulta su papel. Una de las principales trabas estructurales son las competencias autonómicas. El coordinador institucional del CSIC en la Comunidad Valenciana, José Pío Beltrán, ejemplifica esta situación con el llamado RIS3. La Comisión Europea está demandando a cada región de cada país miembro que elabore una Estrategia de Especialización Inteligente. «Es una sorpresa observar que, a pesar de las diferencias entre las comunidades autónomas, las áreas de especialización que cada una ha elegido acaban siendo las mismas», comenta. Biotecnología, agroalimentación, TIC y nanotecnología aparecen en las estrategias de casi todas las regiones españolas. «Se está apostando por investigar lo que está de moda, en vez de analizar dónde están las fortalezas de cada uno», destaca. «Deberíamos concentrar los mayores esfuerzos en competir donde hay que competir, no tiene sentido estar peleando dentro de casa», añade.

«Al final, todas las comunidades autónomas intentan ir a la moda de la investigación. Hay una ineficiencia intrínseca en el sistema» afirma Javier Martí, director del Centro de Tecnología Nanofotónica (NTC) de Valencia. El resultado de la misma son las «duplicidades» en la investigación. El problema es que resulta «muy difícil de gestionar porque las autonomías quieren tener el derecho de poner en marcha una investigación que redunde en el entorno más cercano».

Luis Serrano defiende que a nivel de proyectos estratégicos «sería interesante una coordinación entre autonomías. No tiene sentido duplicar todos los tipos de centros en el país, es más sensato tener tres centros pioneros a nivel mundial que 10 intermedios, mal dotados y sin prestigio internacional». El origen de esta situación, explica, viene de la época de bonanza en el país, donde «se construían centros de investigación igual que autopistas». Serrano rechaza la competición entre regiones por las grandes infraestructutas y pone el ejemplo de la supercomputación. «Si Barcelona tiene uno de los mejores del mundo, ¿por qué se intenta duplicar en Castilla-La Mancha?», pregunta. En su lugar, recomienda que cada autonomía decida, en función de sus recursos y fortalezas, por qué áreas apuesta para «ser conocida mundialmente».

El director general de la Fundación para la innovación tecnológica (Cotec), Juan Mulet, lamenta que España no tenga «grupos grandes que sean capaces de atender las necesidades empresariales. No hay grandes grupos para generar masa crítica, esencial para hacer innovación», subraya. Mulet comenta que los equipos de dos personas «no tienen capacidad de generar innovación. Se ha demostrado que los grandes funcionan mejor».

Además de las diferencias entre autonomías, el investigador también puede producir esas duplicidades. Aquí entra en juego la libertad del propio científico al elegir su tema de trabajo. «La investigación tiene una parte personal muy importante y hay que respetarla», declara el director del NTC, quien añade que «Si un investigador es obligado a hacer otra cosa, no la va a hacer bien».

Toda moneda tiene dos caras. José María Lagarón, investigador científico y fundador del grupo Nuevos Materiales y Nanotecnología en el Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos del CSIC, ofrece una visión más crítica. El también fundador de dos empresas tecnológicas, Nanobiomatters y Bioinicia, atribuye las duplicidades de la investigación a la «atomización» de los grupos españoles. «Los investigadores son muy individualistas y se tiende a la creación de grupos pequeños y atomizados», afirma refiriéndose principalmente a centros estatales como el CSIC o las universidades. El resultado, dice, es que «existen personas, incluso dentro del mismo centro, trabajando en cosas muy parecidas y compitiendo entre ellos».

En este escenario se plantean diferentes soluciones que evitarían las duplicidades y motivarían la coordinación y colaboración entre centros. Lagarón, que ha sido uno de los dos representantes españoles durante el proceso de redacción del nuevo programa europeo Horizonte 2020, apoya el modelo de creación de clústers. «Se define una temática que intente resolver un gran desafío global y se escoge a un grupo gestor con mucho conocimiento en el tema que se encarga de buscar a los mejores expertos a nivel europeo en base a criterios objetivos». Este mecanismo evita «solapamientos» en la investigación a la vez que promueve la coordinación y recompensa a los centros de excelencia. «Habría que definir desafíos sociales, no por un interés personal, y tratar de solucionarlos en colaboración, en lugar de dar dinero porque sí».

FUENTE: https://www.elmundo.es

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