Luisa Montaño Montero
[Reseña / Review: E. GRASSI, El poder de la fantasía. Observaciones sobre la historia del pensamiento occidental, Anthropos (s. Humanismo, 7), Barcelona, 2003, pp. 253.]
Dentro de la serie Humanismo de la Editorial Ánthropos, nos encontramos en esta séptima entrega otro libro de Ernesto Grassi, no sólo uno de los más ilustres defensores del humanismo italiano, sino también uno de los autores que más han luchado por rescatar del olvido este pensamiento. Ya desde la «Introducción» se nos advierte sobre la necesidad de recuperar esta tradición que establece «la conexión íntima entre la experiencia personal y el pensamiento teórico» (p. 1), pues él mismo llegó a su descubrimiento desde ese presupuesto que pretende rescatar, es decir, sintiendo la exigencia vital de buscar una alternativa al llamado «espíritu» alemán, caracterizado, fundamentalmente, por una pérdida del vínculo entre pensamiento y vida.
Discípulo de Heidegger, con quien en un principio armonizaba intelectualmente, empieza a apartarse de la especulación de su maestro cuando éste rechaza el pensamiento latino por creerlo incapaz de especulación. Este conflicto intelectual que tiene con Heidegger marcará profundamente el caminar filosófico de Grassi y la búsqueda de su propia identidad, porque el vacío interior que experimenta le incitará a investigar otras tradiciones más afines a su reflexión filosófica.
Una vez que nos ha manifestado su punto de partida, el resto de la obra será el intento de mostrar cómo ha habido dos tradiciones enfrentadas: una racional y caracterizada por un lenguaje de-mostrativo, es decir, abstracto y formal, esencial para formar los enunciados objetivos de la ciencia y, por tanto, exento de vínculo con el tiempo, espacio o personalidad; y otra, humanista, cuya particularidad es que se basa en un lenguaje mostrativo, o sea, común, histórico e incapaz de demostración racional, pero que, a cambio, hace posible, «deja ver» la realidad, evocando imágenes y posibilitando la metaforicidad (cap. II). El problema es que, hasta ahora, se ha considerado como válida sólo la primera tradición, mientras que la segunda ha sido, no sólo relegada al olvido, sino menospreciada por estimarla incapaz de llegar a ningún tipo de verdad. El discurso de Grassi, pues, va a girar en torno a la defensa de esta tradición renacentista olvidada y desdeñada por casi todos, frente a una tradición lógico-racional que sigue imperando aún hoy en día. Lleva a cabo la reivindicación del lenguaje común, de la palabra, de la metáfora, del ingenio y de la fantasía como los instrumentos imprescindibles y necesarios para dar cuenta de la vida del hombre. Y también la recuperación de autores como Salutati, Poliziano, Valla, Bruni, Vico, Gracián y muchos otros, que fueron los grandes teóricos del humanismo retórico.
Grassi nos propone un recorrido histórico-conceptual por cada una de los nociones que componen esta tradición, de forma que nos irá mostrando, en los diversos capítulos, cómo van surgiendo históricamente los orígenes de dicha tradición y los de sus conceptos básicos, pero siempre sin perder de vista la postura antitética de la tradición lógico-racional. Sólo cotejando ambas tradiciones, podremos obtener una completa visión del humanismo renacentista, al tiempo que nos permitirá no sólo percatarnos de la insuficiencia de ese planteamiento lógico-racional, sino de la necesidad de recuperar la tradición humanista para reconstruir el mundo y el saber contemporáneo. Porque, en definitiva, con este olvido, quien realmente ha salido perjudicado ha sido el hombre, que ha visto cómo su mundo (el mundo), ha quedado reducido a la necesidad de demostraciones científicas, pues la Ciencia ha evitado explicar aquellas materias y realidades que escapaban de los esquemas puramente lógico-abstractos, deductivos y demostrativos. No es extraño, por tanto, que Grassi, sintiendo este vacío en el idealismo alemán, se desmarcarse de ese pensamiento.
Ante la necesidad, el hombre (también el mismo Grassi) se ve obligado a trabajar para subsistir, y, para ello, tendrá que recurrir al ingenio , esa facultad que le permite hacer frente a las necesidades vitales. No obstante esta carencia, no sólo nos remite al plano puramente fisiológico, sino que es extensible al plano espiritual, pues el hombre, ante la inquietud y el hambre de «saber», se ve obligado a buscar razones que le den sentido. Cuando Grassi se enfrentó a esta situación de precariedad, lo que le ocurrió es que sintió íntimamente esa disyunción entre el pensamiento y la vida, y la necesidad trascendental de recuperar ese vínculo para vivir.
Gracias a esa inquietud de Grassi, que le llevó a estudiar y rescatar esta tradición, podemos tener hoy en nuestras manos este libro que recoge las claves más importantes del humanismo renacentista. Y, con ello, los instrumentos necesarios para poder recuperar una tradición que, posiblemente, sea capaz de dar cuenta de esta realidad cambiante y en constante transformación en la que nos hallamos inmersos. Muchas cuestiones de actualidad pueden tomar nuevo sentido dentro de este humanismo italiano del que Grassi se hace eco. De hecho, es bastante directo al afirmar que «la ciencia formal de nuestros días se mantiene al margen de los problemas del lenguaje cotidiano, de la praxis cotidiana, y no quiere ni puede dar respuesta a las preguntas que surgen de la vida» (p. 5). Así, pues, hay que salvar el vínculo entre pensamiento y vida, para poder plantear estas cuestiones desde un punto de vista nuevo, pero también para poder empezar a dar respuesta a los problemas que se nos van planteando. Es la preeminencia de la palabra la clave para comenzar la reflexión sobre los problemas de este hombre contemporáneo, pues, como decía Bruni, «el sentido de una palabra, su plurivocidad, remite a la complejidad en que se encuentra» (p. 102). El lenguaje surgirá de estas situaciones ante las que el hombre se enfrenta con lo real; por eso reivindica Grassi la necesidad de meditar sobre los problemas prácticos que surgen en la vida, porque no podemos enfrentarnos a la realidad sólo con un lenguaje vacío, ahistórico y abstracto.
Grassi pretende en este libro redescubrir ese humanismo italiano, y, así, que la filosofía se ponga de nuevo en el camino del verdadero filosofar. Porque es evidente la fuerte crisis en la que se halla inmersa, se nos propone como una posible solución ante ella la rehabilitación de esta tradición. Porque la solución no puede estar en una filosofía apegada a un lenguaje lógico y abstracto, que no puede dar respuestas ante las situaciones vitales. No, la respuesta estará en una filosofía que ejerza sus funciones desde un lenguaje originario, metafórico, que gracias al ingenio y la fantasía sea capaz de dar cuenta de lo propiamente humano. Dirá Grassi que «la metáfora descubre algo que antes no se veía» (p. 54), y por tanto será fundamental en el conocimiento. El problema ha surgido porque ha habido un reiterado error histórico al considerar la metáfora sólo como un recurso ornamental (p. 63). Y es que ésta, como en verdad debe interpretarse es como el tropo o recurso ingenioso que patentiza algo que antes no se veía, la figura retórica que traslada el sentido y el ser a lo que no lo tiene. Hallando la similitud entre cosas distintas, y gracias al ingenio y la fantasía, alcanzamos un mundo que se nos manifiesta polifacético y complejo, y del que podemos dar cuenta para vivir y para conocer. En Vico, por ejemplo, hallamos que «es el ingenio y no la razón quien fundamenta el surgimiento del mundo humano» (p. 219). Por tanto, no hay que menospreciar ese poder metafórico, pues hay una «capacidad ontológica» en ese hacer que es imprescindible al hombre en su vivir. Si se pierde este nexo vital, entonces estamos perdidos, porque el mundo propiamente humano sólo surge mediante el ingenio, la fantasía y la metáfora. No podemos vivir sólo de abstracciones y de conceptos aprióricos vacíos de todo contenido vital. No. Hay que ir a lo esencialmente humano, que se nos revela a través de esas claves humanistas.
Es por lo que, para mostrarnos este vínculo entre pensamiento y palabra, entre teoría y praxis, Grassi ejemplifica al final de cada capítulo (a partir del segundo) esa íntima conexión mediante textos que narran de forma vivencial lo que anteriormente nos ha explicado teóricamente. Lleva hasta sus últimas consecuencias aquello que él mismo defiende, con lo que nos proporciona, en clave metafórica, el testimonio último de la necesidad de recuperar en la tradición renacentista el humanismo filosófico-retórico.
Por tanto, podemos concluir diciendo que El poder de la fantasía constituye una propuesta muy acertada y auténtica para poder enfrentarnos a este mundo en constante transformación. Nos proporciona el instrumental necesario para emprender una nueva tarea especulativa capaz de rescatar a la Filosofía de esa profunda crisis en la que se encuentra inmersa. Porque sólo si asumimos la trágica situación en la que la hallamos y la necesidad de encontrar una nueva forma de filosofar, estaremos en condiciones de proporcionarnos la anhelada `salvación´ a la que aspiramos.
[Extracto de Cuadernos sobre Vico, 17-18, 2004-2005, por Mª Luisa Montaño]
© Mª L. Montaño Montero. 2005.
© Centro de Investigaciones sobre Vico – Cuadernos sobre Vico . 2005