Javier Vela

HOTEL ORIGEN

1. No estábamos desnudos. Estábamos vestidos mutuamente contra la piel del otro.

5. Oigo cómo tus pasos ensanchan mi camino.

11. A veces los ahogados siguen pedaleando bajo el agua como recién nacidos, dice Amara.

15. Miro crecer tu sombra desvelada cruzando el dormitorio. Eres más verdadera, más cierta en la penumbra. Desnuda vas, descalza. La oscuridad trepida en mi interior, ciñendo tu silueta,
y me iluminas.

22. Yo canto a la mujer que desde Esparta llegó prófuga a Cádiz para dormir conmigo.

25. Amo tu biblioteca. No por lo que contiene sino por cómo has ido disponiendo –sin un orden preciso– sus huecos y omisiones como una galería de silenciosos fantasmas familiares; por lo que no hay en ella. Amo lo que no lees.

26. Mi corazón anhela con frecuencia mareas de invierno en playas de verano.

29. Seguías despierta en el amanecer. Hablábamos despacio, sin mirarnos. Fuera rezaba el mar.

30. Duermes con un silencio de hormigas indistintas, con un rumor de líquenes al fondo de misteriosas fuentes olvidadas en calles de provincia, de vaho en los cristales. Creo intuirte en mis
revelaciones. Tus párpados alfombran el abismo.

31. La forma en que te quitas el vestido mirándolo caer sobre la cama basta para fundar una galaxia.

32. La duración, el ritmo de la lluvia. Su corazón de largas avenidas y números impares. El tiempo sin Amara.

34. Somos lo que observamos: mis ojos se deleitan en la nube, en lugar de en el cielo; se abisman en la forma, en lugar de en el fondo; se obstinan en ver algo, en lugar de ver nada.

35. Eres la contraimagen de la muerte, Amara.

41. En el país de Amara los animales comen sentados a la mesa y los hombres inclinan la cabeza para beber el agua de las fuentes.

45. Este calor que late bajo el nórdico y ese fulgor de soles erguidos en el aire como columnas fálicas o sexos invertidos, ¿no son el mismo amor?

47. Mi hogar es el instante. Menos adoro el año que el minuto. Nada que yo valore se traspone más allá de sus límites. Antes de ti, no hay nada. El día acontece en esta habitación, esta provincia anexa al infinito.

53. Habíamos regresado. Teníamos frío y temblábamos bajo toallas húmedas. Algas entre los dedos, salitre en las pestañas. Nos escocía la piel y los turistas pasaban sin hablar a nuestro lado,
pero no nos oían. Éramos invisibles, como piedras desnudas en la orilla que el mar iba cubriendo de algas muertas.

56. Sigue creyendo Amara en las luciérnagas y, cada vez que llora, muere una.

 

 

 

 

 

Publicado en el número 1 de la revista.