Autoras: Margarita Vilar Rodríguez (Universidad de Coruña) y Jerònia Pons Pons (Universidad de Sevilla).
Entre 1966 y 1975, las mutuas patronales se encontraron en un nuevo escenario sin la competencia de las compañías mercantiles pero ante nuevos retos. Por una parte, tuvieron que desprenderse de sus otros ramos de actividad. A partir de 1966 las mutuas patronales afrontaron un proceso de división que tuvo como resultado dos entidades distintas: de un lado, la mutua patronal que continuaba con el seguro de accidentes del trabajo y se convertía en la entidad colaboradora de la Seguridad Social y, de otro, en una mutua de seguros que debió estimular otros ramos, entre otros el de mayor crecimiento en ese momento que era el seguro de automóviles. La separación de patrimonio y personal fue en algunos casos compleja y duró años. En muchas mutuas la convivencia de ambas entidades perduró en el tiempo, a pesar de la presión del gobierno por acelerar el proceso. Por otra parte, el otro gran reto para las mutuas derivó del aumento de control y fiscalización del Ministerio de Trabajo, tanto en la gestión de las primas como en el crecimiento de su patrimonio. En 1974, la aprobación del Texto Refundido de la Ley General de la Seguridad Social reafirmaba la exclusión de los extornos y establecía que los excedentes se considerarían de propiedad de la Seguridad Social, quedando para las mutuas el patrimonio histórico adquirido antes del 31 de diciembre de 1975. Estos cambios vinieron acompañados de la incorporación de representantes de los trabajadores en los órganos de gestión de las mutuas y un incremento en las responsabilidades respecto a la Rehabilitación y Prevención.