Este texto, según a quien le preguntemos, puede ser interpretado de una u otra manera: hay quien ve que el niño simplemente pinta la esquina de una casa encalada con sus lápices de colores, simulando un fuego que no es real; también existe la posibilidad de que alguien piense que efectivamente le prende fuego a la casa o quien ve una pérdida de la inocencia… Juega aquí la autora con dos elementos fundamentales: 1) la presentación clara de una imagen, la de una casa de paredes encaladas en cuya esquina juega un niño, y 2) la invitación al lector a imaginar lo que de verdad está pasando. Como la mayoría de los textos de este subgénero narrativo, la pregunta queda sin responder y es el lector el responsable de, en un momento determinado y en base a su propio conocimiento previo, darle respuesta.
Si atendemos a los principios de la estética de la recepción, comprobaremos que ambos textos necesitan del lector para completar su significación y que esta, en todo caso, va a estar siempre supeditada a la propia experiencia.