Es bien sabido que la carrera de la gran matemática Emmy Noether se desarrolló muy despacio, y con notables dificultades por varias razones: no solo era mujer, sino además judía y, al parecer, izquierdista. Los teóricos de la sociedad hablan hoy de ‘interseccionalidad’: el efecto incrementado de pertenecer a la intersección de varias categorías sociales en desventaja; el ejemplo de la profesora Noether sería paradigmático.
Hacia 1930, el impacto de las ideas matemáticas noetherianas se extendía ya por toda Europa, gracias entre otras cosas a haber encontrado un gran popularizador de sus ideas en B. L. van der Waerden. Cuenta Hermann Weyl que ese año, 1930, cuando reemplazó a Hilbert en la cátedra, trató seriamente de obtener una mejora de posición para Noether: “me avergonzaba ocupar un puesto de privilegio a su lado, sabiendo que era superior a mi como matemático en muchos respectos”. Pero Weyl no lo consiguió, ni siquiera logró que fuera elegida miembro de la Academia de Ciencias de Göttingen. “La tradición, el prejuicio, las consideraciones externas, pesaron más que sus méritos y su grandeza científica” (véase también esta entrada).
Poco antes de eso, en el invierno de 1928-1929, Emmy Noether había vivido en Moscú como profesora invitada. Impartió un curso de álgebra abstracta, dio un seminario en la Academia Comunista, estableció contacto con numerosos matemáticos, Pontryagin entre ellos. Dice Aleksándrov que “enseguida se sintió cómoda con nuestras costumbres moscovitas, en matemáticas y en la vida diaria. Vivió en una habitación modesta en el dormitorio del KSU junto al puente de Crimea, y solía caminar hasta la universidad. Se interesó mucho por nuestra forma de vida, y en particular la vida de los jóvenes soviéticos, sobre todo los estudiantes.”
La invitación le vino de Aleksándrov, que era muy buen amigo suyo desde tiempo antes. En los años 1920 había visitado numerosas veces Alemania, y ya en 1923 fue con su amigo Urysohn y estableció relaciones con la matemática. Andando el tiempo, esto tuvo su impacto sobre la topología, ya que fue Noether quien le hizo ver que se podía ‘algebrizar’ la topología empleando fundamentos de teoría de grupos abstracta. Ese fue el enfoque del libro de Aleksándrov y Hopf en 1935, un tratado muy influyente.
En su obituario, el ruso habla de la carrera de Emmy Noether como muestra del estancamiento y los prejuicios de la vida académica prusiana, y cuenta – cómo no – la famosa anécdota de Hilbert, el intento fallido de habilitación y “la universidad no es una casa de baños”. Pero añade que, aunque la objeción oficial fue que la candidata era “del sexo débil”, la oposición de los reaccionarios profesores la provocaron aún más “sus convicciones políticas radicales y extremas, bien conocidas”, y el hecho de ser judía. Esto contradice el relato de H. Weyl, quien decía que, aunque ella se había puesto del lado de los Social Demócratas durante el año revolucionario de 1919, más adelante “no participó en asuntos políticos”.
La cuestión ha sido investigada por Colin McLarty en un artículo titulado ‘Poor Taste as a Bright Character Trait: Emmy Noether and the Independent Social Democratic Party’. Concluye McLarty que la evidencia favorece sin duda a la imagen que transmite Aleksándrov: Emmy se situaba muy a la izquierda de lo normal para un profesor universitario alemán, y tenía el «mal gusto» de simpatizar con los soviéticos. Había pertenecido al USPD (Partido Social Demócrata Independiente) en 1919, cuando tenía ya cerca de 40 años; el USPD era un partido pequeño al que se acusaba de “bolchevismo”. Luego pasaría al SPD por un tiempo, lo cual seguramente implica que no era partidaria de la dictadura del proletariado; dice Aleksándrov:
«Siempre sintió un vivo interés por la política y odió la guerra y el chovinismo en todas sus formas, con todo su ser. Sus simpatías estuvieron siempre con la Unión Soviética, en la que veía el comienzo de una nueva era histórica y un firme apoyo a todo lo progresista. Este era un rasgo tan brillante del carácter de Noether, y marcaba tanto su personalidad, que silenciarlo sería distorsionar tendenciosamente su imagen como académica y como ser humano.»
Los matemáticos de Göttingen eran mucho más abiertos y progresistas de lo habitual entre sus colegas de otras disciplinas, por eso Emmy pudo encajar entre ellos; aun así, más de uno la juzgaba excesiva y radical. Cuando volvió de Moscú, en 1929, sus colegas la encontraron “llena de admiración y entusiasmo” por lo vivido, “lo cual dio pie a que alguna gente despreciable comentara: ‘Emmy, por supuesto, siendo corta de vista no se ha dado cuenta de nada’ ” (Dick 1981, 62–63). A lo que añade McLarty, muy perceptivo, que quizá esta gente no se había dado cuenta de las privaciones y la represión social y política que Noether y otros experimentaban en su propio país, en su propia ciudad.
Un aspecto curioso de todo esto es lo que tiene que ver con el exilio de Emmy Noether. Todos tenemos en mente que el colegio universitario femenino de Bryn Mawr (no muy lejos de Princeton) se convirtió en su refugio durante el último año y medio de vida. Lo curioso es que, al parecer, había planes de reubicarse en Moscú: Aleksándrov estaba negociando con el Comisariado de Educación para obtenerle una plaza en la Universidad, y solamente la habitual lentitud de los procedimientos soviéticos la forzó a aceptar el puesto en Pensilvania. Esto le ahorró también ser testigo de hechos y tiempos durísimos, ya que en 1936 habría vivido el caso Luzin, y luego la época de las Purgas, durante la cual su propio hermano, Fritz Noether, fue enviado a prisión y condenado a morir bajo falsas acusaciones. Fritz aparece junto a ella en la imagen de arriba, en el año aciago de 1933.
Referencias:
Recomiendo los obituarios de H. Weyl y de P. Aleksándrov, citados en el texto, que se pueden encontrar reimpresos en Auguste Dick, Emmy Noether: 1882–1935, Boston: Birkhäuser,1981.
El artículo de C. McLarty se publicó en Science in Context, 18(3), 429–450 (2005).
Recientemente se ha publicado el libro Proving It Her Way: Emmy Noether, a Life in Mathematics, de D. Rowe y M. Koreuber, Springer Verlag, 2020.
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